Entre Líneas

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Entramos a la pizzería, el aroma a queso fundido y masa recién horneada llenaba el aire, lo que solo aumentaba mi hambre

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Entramos a la pizzería, el aroma a queso fundido y masa recién horneada llenaba el aire, lo que solo aumentaba mi hambre. Aron se ofreció a ir a pedir la pizza mientras yo me dirigía a una mesa en una esquina.

Me senté, tratando de acomodarme en la silla, pero mi mente no dejaba de dar vueltas. El pensamientome asaltaba una y otra vez ¿habríamos...?No podía quitarme la idea de la cabeza. Todo el día había sido raro, pero esa posibilidad... esa posibilidad me tenía los nervios a flor de piel.

Aron regresó y se sentó frente a mí, relajado como siempre, ajeno al torbellino en mi mente. Lo miré un momento, incapaz de encontrar las palabras exactas, pero sabía que tenía que sacarlo de una vez.

-Aron... -comencé, vacilante, mientras él levantaba una ceja.

-¿Qué pasa?-preguntó, inclinándose hacia adelante como si esperara algo importante.

-Tú y yo... anoche... bueno... eso... -dije atropelladamente, intentando no sonar tan nerviosa, pero era imposible.

Su expresión pasó de la confusión a una mezcla de sorpresa y algo más que no pude identificar.

-¿Qué? -soltó, casi riéndose.

-Si... tú y yo... nos acostamos. -la vergüenza me golpeó como una ola. Dios, esto es tan incómodo.

Aron se echó hacia atrás en la silla y soltó una risa baja, una de esas que te hacen sentir pequeña.

-¿Si cogimos? -dijo, sin rodeos, su voz baja y grave. Mi cuerpo se tensó y sentí como el calor subía por mis mejillas, inundándome de vergüenza.

-¡No lo digas así!-exclamé, queriendo desaparecer bajo la mesa.

Él me miró con esa sonrisa arrogante que siempre lograba sacarme de quicio, pero esta vez había algo más en su mirada. Algo que me hizo sentir un cosquilleo en el estómago, una tensión en el aire que nunca había estado allí antes.

-No, no lo hicimos. -respondió, finalmente, aunque sus ojos seguían fijos en los míos, como si estuviera disfrutando de mi incomodidad.

Un silencio tenso se instaló entre nosotros. Sentía su mirada sobre mí, pero no me atrevía a levantar la vista. Estaba demasiado ocupada intentando calmar el rubor en mis mejillas. ¿Por qué tenía que ser tan directa y torpe al preguntar? Y peor aún, ¿por qué me importaba tanto?

-¿Por qué preguntas?-su voz suave rompió el silencio. Era un tono diferente, más grave, más personal.

Me mordí el labio, dudando. ¿Debería decírselo? ¿Que no podía dejar de pensar en lo que pasó o no pasó?

-No lo sé... sólo... me lo estaba preguntando.-murmuré, todavía mirando la mesa.

Él se inclinó hacia mí, lo suficiente como para que el espacio entre nosotros pareciera aún más pequeño. Su proximidad me hizo sentir vulnerable, pero al mismo tiempo, una parte de mí no quería apartarse.

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