Al día siguiente, Emilia entró a la sala de reuniones con la cabeza en alto y una carpeta bajo el brazo. Estaba decidida a dejar las cosas claras desde el principio. Aron ya estaba sentado, con una actitud relajada, como si todo esto fuera un juego para él. El mánager los recibió con una sonrisa diplomática, claramente esperando que todo fluyera sin contratiempos.
—Bien, Emilia —dijo el mánager mientras tomaba asiento—. Escucharemos tus condiciones. Queremos que te sientas cómoda con este acuerdo.
Emilia dejó la carpeta sobre la mesa y, con voz firme, comenzó:
—Primero, mis horarios. Estoy en la universidad, y mis estudios son una prioridad. Tienen que ser comprensivos y flexibles con eso. No voy a faltar a clases por esta farsa.
Aron levantó una ceja, pero no dijo nada. El mánager asintió.
—Por supuesto, podemos ajustar la agenda a tus horarios. ¿Qué más?
—Segundo —continuó Emilia—, si en algún momento no me siento cómoda en un lugar o con la situación, me voy. Sin explicaciones. No quiero quedarme atascada en algo que no quiero hacer.
—Eso es negociable —dijo el mánager, inclinándose hacia adelante—. Pero intentaremos que todo sea lo más cómodo posible para vos.
Emilia asintió, satisfecha por el momento.
—Tercero, y muy importante: Aron no me va a tocar.
Aron, que había estado distraídamente revisando su teléfono, soltó una risa y levantó la mirada.
—¿Perdón? —preguntó, claramente divertido—. ¿Y quién dijo que te quiero tocar?
—Lo digo yo, por si acaso —respondió Emilia, seria—. No quiero que te confundas.
Aron se echó hacia atrás en su silla, con esa sonrisa que a Emilia le irritaba tanto.
—Tranquila, *princesa*. No estás en mi lista de deseos. Pero bien que te gustaría que te tocara, ¿no?
Emilia lo fulminó con la mirada, claramente molesta.
—No me subestimes, Aron.
El mánager intervino antes de que la situación se calentara más.
—De acuerdo, no habrá contacto físico sin consentimiento previo. Seguimos.
Emilia, aún lanzando miradas de advertencia a Aron, continuó.
—Cuarto, si hay que viajar, ustedes se encargan de todo: el pasaporte, los pasajes, el alojamiento. No pienso gastar un peso en esta mentira.
El mánager asintió nuevamente.
—Eso es estándar. Nosotros cubrimos los gastos.
—Y, finalmente —añadió Emilia, cruzándose de brazos—, si Aron está saliendo con alguien o se ve con alguien mientras fingimos estar juntos, quiero que me avise. No pienso quedar como una cornuda pública.
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Faking Love
Ficção AdolescenteLa historia sigue a Aron Müeller, un talentoso piloto de Fórmula 1 cuya reputación como mujeriego ha comenzado a afectar su carrera. Para revertir esta imagen negativa y recuperar el apoyo de sus patrocinadores, su equipo de marketing idea una estra...