Capítulo 7: Decisiones Inminentes

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Comenzamos a intercambiar mensajes, cada uno más ligero que el anterior

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Comenzamos a intercambiar mensajes, cada uno más ligero que el anterior. Hablamos sobre la escuela, nuestras clases favoritas, y poco a poco, la conversación se tornó más personal. Compartí mis sueños sobre estudiar biología en la universidad, y él me confesó su pasión por la fotografía.

—De hecho, tengo muchas fotos en mi teléfono. Te podría mostrar algunas —escribió en un momento.

—¡Me encantaría verlas! —respondí, sintiendo que el hielo entre nosotros se estaba rompiendo.

La conversación fluía y antes de darme cuenta, habían pasado casi dos horas. Pero entonces, un mensaje de Valentina parpadeó en mi mente. ¿Cómo iba a sentirme si esta relación entre Javier y yo se desarrollaba en su presencia? ¿Sería capaz de manejarlo?

Finalmente, Javier me preguntó:

—¿Te gustaría ir a un café mañana? Solo nosotros dos.

Me quedé paralizada. Una parte de mí quería gritar que sí, pero otra parte recordaba que estaba caminando por un terreno peligroso. ¿Había terminado realmente con Valentina?

—Te lo pensaré —respondí finalmente, sintiendo una punzada de desafío en mis palabras.

Al cerrar la conversación, mi corazón latía desbocado. Sabía que tomé una decisión importante, aunque no estaba segura de si era la correcta. Mañana, quizás, sería el día en que todo cambiara.

Era la oportunidad que necesitaba, pero el miedo seguía acechando en el fondo de mi mente, recordándome que a veces las decisiones más emocionantes son también las más complicadas.

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El día siguiente llegó demasiado rápido. El sol brillaba intensamente, como si la naturaleza estuviera en completa concordancia con mi mezcla de emociones. Decidí que, a pesar de las dudas, iba a aceptar la invitación de Javier. Después de todo, había algo de emoción en conocerlo un poco más.

Me vestí con cuidado, eligiendo un atuendo que me hiciera sentir segura pero a la vez cómoda. Opté por unas jeans ajustados y una camiseta blanca que iluminaba mi rostro, y le di un toque final con una bufanda ligera. Cada vez que miraba el reloj, el tiempo parecía avanzar más lento.

Al llegar al café, mis nervios aumentaban a medida que me acercaba a la entrada. Pude ver a Javier sentado en una esquina, su mirada fija en el teléfono, pero en cuanto me vio, su rostro se iluminó.

—¡Sofía! —se levantó con una sonrisa genuina, y todo mi nerviosismo de repente pareció desvanecerse.

—Hola —respondí, sonriendo de vuelta mientras me sentaba frente a él. El aroma del café recién hecho llenaba el aire, lo que lo hacía aún más acogedor.

Pedimos nuestras bebidas: un capuchino para él y un té helado para mí. La conversación comenzó con temas triviales: películas, música, y anécdotas sobre días en la escuela. Javier era divertido y carismático, y cada vez que reía, sentía que era más fácil abrirme a él.

Sin embargo, a medida que la charla se profundizaba, una parte de mí no podía evitar recordar a Valentina. Tenía miedo de que, en algún momento, ella apareciera y esto se convirtiera en un problema. Sin embargo, decidí que no podía seguir viviendo con miedo.

—Javier —dije, atreviéndome a tocar el tema— ¿Estás seguro de que has terminado con Valentina?

Él se quedó en silencio por un momento, su expresión cambiando de la diversión a una seriedad que no había visto antes.

—Sé que puede parecer complicado —comenzó— Pero sí. Realmente ha terminado entre nosotros. Hemos estado distantes por un tiempo, y yo no quiero seguir engañándome a mí mismo ni a ella. Fue un final difícil, pero lo mejor para los dos.

Mis instintos eran claros; había verdad en sus palabras. Sin embargo, el eco de las dudas aún resonaba en mi mente. Era un riesgo entrar en esta nueva relación cuando todavía había sombras del pasado.

—Entiendo —respondí, sintiendo que la vulnerabilidad que compartíamos en ese momento nos acercaba aún más. El tiempo que pasamos juntos era sincero, lleno de risas, pero también de una conexión emocional que no esperaba.

Al terminar nuestras bebidas, nos levantamos y caminamos hacia un pequeño parque cercano. Las hojas comenzaban a cambiar de color, y el aire fresco traía consigo la promesa del otoño. Mientras caminábamos, Javier se inclinó un poco hacia mí, como si quisiera crear un espacio más íntimo entre los dos.

—¿Te gustaría ver algunas de mis fotos? —preguntó, sacando su teléfono y mostrando una a una, cada una contando una historia diferente. Había paisajes impresionantes, retratos de amigos, y algunas imágenes espontáneas de su vida diaria. Todo en su estilo, lleno de un espíritu alegre y aventurero.

—Son increíbles —dije, sintiendo una calidez en mi pecho— Tienes un talento real.

—Gracias —respondió, y en ese instante, nuestras miradas se encontraron. Hubo un silencio, uno de esos silencios que hablan más que las palabras.

Antes de que pudiera pensarlo, él se inclinó ligeramente hacia mí y, suavemente, tomó mi mano. Fue un contacto dulce y a la vez electrizante.

—Quiero que sepas que me gusta estar contigo, Sofía —dijo, y mi corazón dio un vuelco. Su sinceridad me hizo sentir segura, aunque las dudas permanecían como una sombra en el borde de mi mente.

—A mí también me gusta estar contigo —respondí sinceramente, mientras el mundo a nuestro alrededor parecía desvanecerse.

Llámame DaddyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora