Capítulo 18: Pactos y Decisiones

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Sebastián entró en la habitación sin previo aviso, su presencia llenando el espacio con una autoridad que me hizo sentir vulnerable, aunque no lo demostraría

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Sebastián entró en la habitación sin previo aviso, su presencia llenando el espacio con una autoridad que me hizo sentir vulnerable, aunque no lo demostraría. Cerró la puerta detrás de él y se acercó hasta quedar frente a mí, su expresión severa pero contenida.

—Sofía, quiero hablar contigo —dijo, su voz grave pero más calmada de lo que esperaba después de lo que había pasado con Javier.

Lo miré, intentando no mostrar la mezcla de emociones que su cercanía provocaba en mí. Asentí, invitándolo a continuar.

—Sé que lo que hizo Javier es inexcusable. Lo escuché, todo lo que dijo, y no voy a justificarlo —comenzó, cruzándose de brazos mientras me estudiaba con la mirada—. Pero necesito saber una cosa: ¿planeas hablar con la prensa?

La pregunta me tomó por sorpresa. Mi primera reacción fue de incredulidad, pero luego entendí por qué lo preguntaba. Si mi historia llegaba a los medios, no sería Javier quien sufriría las consecuencias; sería Sebastián Salazar. Él era quien tenía todo que perder.

—Si decides hacerlo, no voy a detenerte —agregó, con una firmeza que me descolocó.

Lo miré fijamente, buscando algún rastro de manipulación en sus palabras, pero no encontré nada. Sus ojos oscuros mostraban sinceridad, algo que no esperaba de alguien como él.

—No quiero hacerle daño, señor Salazar —respondí finalmente, con la voz firme pero baja—. Sé que si esto sale a la luz, su hijo no pagará por lo que hizo. Usted será quien cargue con todo.

Sebastián permaneció en silencio, su mirada fija en mí, como si analizara cada palabra que decía.

—¿Entonces qué planeas hacer? —preguntó, inclinándose ligeramente hacia adelante.

Apreté las sábanas entre mis manos, sintiendo la tensión en mi pecho.

—Nada —dije, con más determinación de la que sentía—. Iba a dejarlo así si Javier se alejaba de mí. No quería venganza, solo quería que me dejara en paz.

Lo vi asentir lentamente, como si estuviera evaluando mi respuesta. Su rostro se suavizó apenas un poco, pero su mirada seguía siendo intensa.

—Te prometo que Javier no volverá a molestarte. Me aseguraré de ello.

Una pequeña parte de mí quería creerle. Pero otra sabía que esto era solo el principio.

—Espero que cumpla con su palabra, señor Salazar. Porque si no lo hace, no me quedará otra opción.

Sus ojos se encontraron con los míos, y por un momento, un entendimiento silencioso pasó entre nosotros. Ambos sabíamos que no buscaba exponerlo ni arruinarlo, pero también sabía que no me quedaría de brazos cruzados si algo volvía a suceder.

Sebastián se puso de pie y caminó hacia la puerta, pero antes de salir, se detuvo y me miró por última vez.

—Eres más fuerte de lo que aparentas, Sofía. No dejes que nadie, ni siquiera mi hijo, te haga dudar de eso.

Y con esas palabras, salió de la habitación, dejándome sola con mis pensamientos. Una parte de mí se sentía aliviada, pero otra sabía que la tormenta apenas comenzaba.

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