Después de ser humillada públicamente por Javier, el chico más popular de la universidad, quien divulga una foto comprometida de ella, Sofía decide desquitarse de la manera más atrevida posible. Atrapada entre la burla y el desprecio, transforma su...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Estaba en mi despacho, revisando algunos documentos pendientes, pero mi mente no podía concentrarse del todo. Cada tanto, los pensamientos sobre Sofía Mendoza volvían a invadirme. No era solo lo que Javier había hecho; era la manera en que ella había enfrentado todo. Había algo en ella, en su fuerza silenciosa y su determinación, que no podía ignorar.
Dejé el bolígrafo sobre el escritorio y me pasé una mano por el rostro, tratando de aclarar mi mente. Fue en ese momento cuando Santi entró, como siempre, discreto pero observador.
—Señor Salazar —comenzó, con su tono cauteloso de siempre—. ¿Puedo hablar con usted un momento?
Le hice un gesto para que continuara, aunque no estaba seguro de qué venía ahora.
—He notado que se está preocupando mucho por la señorita Mendoza —dijo, sin rodeos.
Lo miré, frunciendo el ceño ligeramente.
—No quiero que hable con la prensa, Santi. Si lo hace, todo lo que he construido puede venirse abajo. Esa preocupación es lógica, nada más.
Santi asintió lentamente, pero había algo en su mirada que no me gustó.
—Entiendo, señor. Pero... ¿está seguro de que solo es por eso? —preguntó, con un tono que bordeaba la insinuación.
Mi expresión se endureció.
—¿Qué insinúas, Santi? —pregunté, aunque sabía exactamente a dónde quería llegar.
—¿Y si se está preocupando demasiado porque ella le está empezando a interesar? —dijo, con esa calma característica suya, como si no acabara de lanzar una bomba.
Me levanté de mi silla, cruzando los brazos.
—Eso es ridículo. Sofía podría ser mi hija.
Santi no se inmutó ante mi respuesta.
—Pero no lo es.
Sus palabras, aunque simples, golpearon con más fuerza de lo que esperaba. Lo miré fijamente, intentando descifrar qué buscaba con este comentario.
—No tiene sentido lo que estás diciendo, Santi. Mi interés por Sofía es exclusivamente por lo que Javier hizo. Quiero arreglar esta situación porque es mi responsabilidad, nada más.
Santi asintió de nuevo, pero había una chispa en sus ojos que me irritaba.
—Como usted diga, señor. Pero recuerde que a veces nos preocupamos por alguien por razones que ni siquiera entendemos al principio.
No respondí, pero sus palabras se quedaron en el aire mucho después de que saliera de la oficina. Me dejé caer de nuevo en mi silla, mirando los documentos frente a mí sin realmente verlos.
¿Me estaba preocupando demasiado por Sofía?
Negué con la cabeza. No podía permitirme ese tipo de pensamientos. Mi interés estaba claro: proteger mi reputación y corregir el error de Javier. Nada más.
Pero, por alguna razón, las palabras de Santi seguían resonando en mi mente, dejándome con más dudas de las que quería admitir.