Ya era tarde y tenía que irme, aunque mañana era domingo, tenía tarea que hacer. Caminé hacia la puerta con Camila, pero Javier apareció en mi camino.
—¿Ya te vas? —preguntó, su voz cargada de sorpresa.
—Sí, es súper tarde —respondí, sintiendo un ligero cosquilleo en el estómago ante su presencia.
—Está bien —dijo, sacando algo de su bolsillo. Lo miré con curiosidad; era un papel que me pasó con una sonrisa nerviosa— Aquí está mi número. Escríbeme, quiero seguir hablando contigo.
—¿Pero y Valentina? —dije, tratando de recordar que, en su mundo, las cosas eran más complicadas de lo que parecían.
—Terminé con ella, aunque ella no quiere aceptarlo —respondió, con una sinceridad que me hizo cuestionar todo.
—No creo que sea buena idea —dije, aunque en el fondo, un pequeño impulso me decía que quizás sí lo era.
El se acercó a mí. El aire entre nosotros se volvió denso, y antes de que pudiera reaccionar, sus labios chocaron con los míos. Me quedé en shock, mis pensamientos disolviéndose mientras sus labios se apartaban con la misma rapidez con que se habían acercado.
—Eso es para que veas que no tengo nada con ella —dijo, como si mis dudas pudieran borrarse con un simple beso. Volvió a pasarme el papel— Ahora, toma mi número y escríbeme.
—Está bien —dije, entusiasmada, tomando el papel con una mezcla de nervios y alegría.
Mientras salía del edificio, el papel temblaba en mi mano, y mi mente daba vueltas. ¿Qué significaba realmente ese beso? ¿Era solo un acto impulsivo o había algo más? Camila me miró de reojo, como si pudiera leer mis pensamientos.
—¿Qué pasó? —preguntó, levantando una ceja.
—Nada... solo un... un intercambio de números —respondí, intentando sonar despreocupada.
Pero Camila conocía mis rostros. Se detuvo y cruzó los brazos.
—¿Te gustó? —insinuó.
—No sé —contesté, sintiéndome mareada— Es complicado. Javier y Valentina... no quiero ser la otra.
—Sofia, a veces hay que arriesgarse un poco. Si él ya no está con ella, ¿por qué no darle una oportunidad? —dijo Camila.
Al llegar a casa, el papel con el número de Javier seguía en mi mano, como un pequeño recordatorio del momento inesperado. Me senté en mi escritorio, la luz tenue iluminando las hojas de cálculo y libros abiertos que esperaban mi atención. Pero no podía concentrarme.
Esa noche, en mi habitación, no podía dejar de mirar el papel con su número. Era un simple trozo de papel, pero lleno de posibilidades. Tal vez era hora de dejar atrás mis dudas y abrirme a algo nuevo.
Mis pensamientos giraban en torno a lo que había sucedido esa noche. ¿Debo escribirle? La pregunta resonaba en mi mente, acompañada de un millón de dudas.
Camila había dicho que a veces hay que arriesgarse. Pero también sabía que mis decisiones podían traer consecuencias, y no quería ser la causa de más conflictos entre él y Valentina. ¿Estaría haciendo lo correcto si le escribía?
Finalmente, decidí que no podía dejar que el miedo me consumiera. Agarré mi teléfono y abrí una nueva conversación. Mis dedos temblaban ligeramente mientras tecleaba. —"Hola, soy Sofía. Gracias por el número. ¿Cómo estás?" —Presioné 'enviar' antes de que mi mente pudiera convencerme de que no lo hiciera.
Mientras esperaba su respuesta, me senté en el borde de mi cama, sintiendo una mezcla de ansiedad y emoción. En mi mente, las imágenes del beso no dejaban de repetirse. Era un momento fugaz, pero la chispa había sido real y fuerte.
Diez minutos después, el tono de mi teléfono me sacó de mis pensamientos. Mesías de mi corazón. —"Hola, Sofía. Estoy bien, gracias. ¿Tú?"— Sus palabras fueron sencillas, pero me enviaron un escalofrío de alivio. Al menos había respondido.
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Llámame Daddy
RandomDespués de ser humillada públicamente por Javier, el chico más popular de la universidad, quien divulga una foto comprometida de ella, Sofía decide desquitarse de la manera más atrevida posible. Atrapada entre la burla y el desprecio, transforma su...