Capítulo 8: La Tempestad Tras la Calma

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Los días con Javier fueron hermosos

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Los días con Javier fueron hermosos. Cada mañana, caminábamos juntos a la universidad, riendo y disfrutando de la compañía del otro. La chispa entre nosotros se encendía con cada sonrisa y cada palabra compartida. Sin embargo, no todo era perfecto.

Era evidente que Valentina no estaba dispuesta a dejarlo ir tan fácilmente. Cada vez que me veía en los pasillos con Javier, la ira se podía notar en su rostro. Sus miradas fulminantes eran como dagas que intentaban interponerse entre nosotros. Aquella mañana, mientras nos dirigíamos a clase, Valentina se interpuso en nuestro camino.

—¿No tienes vergüenza, Sofía? —dijo, su voz llena de veneno— ¿De verdad crees que lo mereces?

Mis manos se tensaron y el corazón me latía con fuerza. Abroché los labios, sin saber qué decir, pero antes de que pudiera reaccionar, Javier tomó la delantera.

—Valentina, basta. Sofía no tiene nada que ver con esto. Si tienes un problema, háblame a mí —respondió, su tono firme y sin permitir que su voz titubeara.

Fue un alivio tenerlo a mi lado, pero también una fuente de malestar saber que Valentina tenía el poder de causar dramas innecesarios. Sabrina, mi amiga y testigo silencioso, me dirigió una mirada enigmática, como si dijera que no debíamos permitir que su drama nos afectara.

—No sabes lo que estás haciendo, Javier. Aún no has visto lo peor de mí —dijo Valentina, cruzando los brazos con un desafío en su mirada.

—Ya no me importa lo que pienses —respondió Javier, su voz inquebrantable— Estoy con Sofía, y no voy a permitir que sigas tratando de manipular nuestra relación.

Sentí un nudo en el estómago mientras Valentina se marchaba, lanzando una última mirada de odio hacia mí. La tensión en mis hombros se liberó un poco mientras Javier se volteaba hacia mí y sonreía.

—Perdona por eso. No quería que tuvieras que pasar por esto —dijo, su expresión sincera.

—Gracias por defenderme. No quiero que esto sea un drama constante —respondí, sintiendo que a pesar de la situación, había un crecimiento en nuestra relación.

Con los días, Valentina usó todas las armas a su disposición. Aunque sus intentos de hacerme sentir mal fueron persistentes, cada vez que Javier me defendía, sentía que nos uníamos más. Pasábamos nuestros días entre clases, sin dejar que los ecos del pasado nos afectaran. Luego, cuando el sol se ponía, nuestras conversaciones se tornaban más íntimas, llenas de risas y toques furtivos.

Una tarde, después de una de nuestras clases, decidimos ir a un pequeño café que descubrimos en una esquina apartada. Al terminar, Javier me tomó de la mano y me llevó a un parque cercano. Allí, bajo el cielo lleno de estrellas, nos besamos, un beso que era tanto un acto de amor como una declaración de que nuestra relación estaba sellada. El mundo alrededor se desvaneció, y ese momento solo existía para nosotros.

Sin embargo, mientras nos enamorábamos y vivíamos esos momentos hermosos, algo en mi interior seguía tambaleándose. La inseguridad me acechaba, como un eco persistente que no desaparecía.

Esa noche, después de un día lleno de risas y abrazos, nos escribimos. Las palabras fluían con facilidad y cada mensaje era una pequeña chispa de felicidad.

En un momento, Javier deslizó un comentario que hizo que mi corazón se detuviera por un segundo.

—Solo quiero que sepas que como hombre, necesito cierta conexión física. Quiero que sepas que yo... —sus palabras se entrelazaban en mi mente— No quiero presionarte, pero si no tenemos relaciones todavía, me gustaría que me mandaras una foto sexy, algo que me haga sentirte más cerca de mí.

Mis manos temblaron al leer esas palabras. Me quedé en shock, procesando lo que acababa de leer. Una parte de mí se sintió halagada por su interés, pero otra se sintió muy vulnerable. ¿Era realmente necesario?

Quería complacerlo, quería seguir cualquier camino para fortalecer nuestra conexión, pero también sabía que eso era un gran paso. La relación que estábamos cultivando era nueva, y aún estaba en un proceso de definir mis límites.

—Javier, es que... —empecé a escribir, tratando de encontrar las palabras adecuadas. Me sentía atrapada entre lo que deseaba y lo que creía que debía ser.

—No me malinterpretes, Sofía. Solo quiero que nos acerquemos más, que nos sintamos más unidos —respondió, y aunque su intención era clara, necesitaría más tiempo.

Respiré hondo, con el pulso acelerado.

—Creo que debemos ir despacio. Me gusta lo que tenemos, pero solo quiero que todo fluya naturalmente —escribí, tratando de comunicar mis sentimientos sin herirlo.

Un momento de silencio se extendió antes de que él respondiera.

—Entiendo. No quiero presionar. Lo importante es que estés cómoda. Solo estoy aquí para ti.

El alivio recorrió mi cuerpo. Aunque el camino aún sería complicado, sabía que había un entendimiento entre nosotros. Podíamos construir una relación sólida, pero a nuestro propio ritmo.

Mientras me acomodaba en la cama esa noche, sentí que el amor y la inseguridad estaban entrelazados. Pero lo importante era que ya no estaba sola en esto. Javier estaba a mi lado, listo para enfrentar lo que viniera, y eso, al final del día, era un gran paso hacia adelante.

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