Capítulo XXI

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   Llevé a mi boca un par de papas fritas luego de remojarlas en una buena cantidad de salsa de tomate.

   Mary y John estaban sentados frente a nosotros, sumergido en un folleto que hablaba sobre lugares interesantes que visitar en Blackpool. Paul le había dicho que escogieran a dónde ir.

   —¿Recuerdas cuando estábamos comiendo con Stuart y tú te fuiste? Yo fui a tu casa a llevarte la hamburguesa y las papas que habías dejado en la mesa.

   —¿¡Y cómo crees que soy capaz de olvidar ese día!? —Paul protestó, arrancando un trozo de pescado frito empanizado. Antes de llevárselo a la boca añadió—: Fue humillante ver cómo me ignorabas, pero me alegró que volvieras.

   —Tenías un ego en ese entonces, Dios...

   Paul enrolló la servilleta con la que estaba limpiándose la boca y me la aventó en forma de protesta.

   —¿¡Cómo que tenía ego!? —preguntó ofendido—. ¡Claro que no!

   —¡Por supuesto que sí!

   —¿Y era molesto para ti?

   —No... —contesté pensativo, sonriendo ante los recuerdos de mi cabeza—. Pero eras egocéntrico. Ya sabes: chicas, joven doctor... Supongo que lo tenías todo para estar orgulloso.

   —Creo que era orgulloso porque te tenía a ti.

   —No creo —lo contradije, negando con la cabeza—. Desde antes de tenerme ya lo eras.

   —Pero me enorgullecía que tú estuvieras conmigo.

   —¿Entonces fui sólo una especie de... trofeo? —argumenté, mirándolo mientras alzaba mis dos cejas.

   Paul me miró ofendido mientras negaba con la cabeza.

   —¡Por supuesto que no, John! Es sólo que me sentía tan bien contigo que me enorgullecía que fuera correspondido.

   —Te enorgullecía porque un hombre había caído a tus pies.

   Se lamió los labios y se sonrió, al tiempo que apoyaba su mentón en la palma de su mano.

   —¿Entonces te tenía a mis pies?

   Acerqué mi rostro el suyo lentamente y le di un golpecito con mi frente a la suya.

   —¿No era obvio?

   Paul, pensativo, llevó la pajilla a su boca para sober un poco de gaseosa de limón mientras me miraba a los ojos.

   De pronto sonrió coqueto y yo, cómo de costumbre, me sentí tremendamente atraído.

   —Quiero besarte.

   Un calor paseó desde mi barbilla hasta la corona de mi cabeza cuando escuché aquello. Por más que intentara negarlo, me había puesto tan rojo como un tomate.

   Se inclinó hacia mí y posó sus labios sobre los míos en un beso sumamente rápido.

   —¡Papá, mira! —John dijo de pronto, señalando con su dedo una sección del folleto—. ¡Hay un zoo! ¿Podemos ir ahora?

   Mi corazón iba a estallar ante el repentino llamado de los niños. Me alivié al notar sus rostros serenos y entendí que no habían visto nada en lo absoluto.

   —¡No, papá! —la mayor negó con la cabeza—. Primero quiero ir al acuario.

   —Visitaremos ambos lugares mientras estamos aquí, así que no se preocupen —Paul les habló, tratando de ser paciente. Esbozó una sonrisa amplia de pronto—. ¿Han leído sobre el parque acuático? Se ve entretenido. Tal vez vayamos mañana.

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⏰ Última actualización: 3 days ago ⏰

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Forgive me ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora