Sombras y Disparos

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Los primeros rayos del sol apenas comenzaban a filtrarse a través de las hojas de los árboles, bañando el claro junto al lago con una luz suave y dorada. Alastor había pasado la noche en alerta, removiendo algunas de las algas secas que cubrían sus huevos y manteniéndose siempre cerca, pero no había logrado recolectar mucho sin perder de vista su nido. Los recientes acercamientos del cazador humano lo mantenían cauteloso y, aunque Vox no había mostrado señales de querer dañarlo, Alastor sabía mejor que confiar demasiado.

Ahora, un sonido familiar rompía la quietud del amanecer: pasos pesados acercándose con cautela por el sendero. Alastor tensó los músculos, sus ojos dorados se dirigieron hacia el lugar de donde provenía el sonido. Ahí estaba, el cazador que había alterado su rutina diaria. Vox se detuvo a una distancia prudente, levantando una mano en un gesto de saludo, pero Alastor se quedó donde estaba, su cuerpo serpenteante alzándose entre los huevos y el humano. No se movería.

Vox observó la forma en que la criatura lo miraba, cada fibra de su ser dispuesta a defender ese nido. Era algo asombroso, casi noble, pero también trágico en su soledad. Sin querer provocar a Alastor, el cazador se agachó lentamente, buscando algo en su mochila. Cuando se incorporó de nuevo, sostenía en la mano un pequeño paquete envuelto en papel. Era un simple sándwich, nada demasiado elaborado, pero su aroma fresco se esparció en el aire.

-¿Tienes hambre? -preguntó con suavidad, sabiendo que el ser no entendería sus palabras pero con la esperanza de transmitir sus intenciones. Rompió un pequeño trozo del sándwich y lo dejó a un lado, extendiendo la mano con la comida hacia Alastor.

El ser lo observó con recelo, entrecerrando los ojos. No mostró intención de acercarse ni de tomar lo que le ofrecía. Vox suspiró, apartando la mano y dejando el trozo en el suelo, tal vez con la esperanza de que, si lo dejaba, Alastor se sentiría lo suficientemente seguro para investigarlo más tarde.

-No quieres, ¿eh? Está bien, no te culpo -dijo con una sonrisa suave.

Luego, como había hecho tantas veces antes, comenzó a hablarle con voz calmada y clara, a pesar de que sabía que Alastor no le respondía. El monólogo era tanto para él como para la criatura. Hablaba sobre el clima, su cabaña, las cosas simples del día a día, intentando llenar el silencio entre ellos con algo más que su presencia.

-¿Sabes? He estado pensando mucho en tus huevos. Te proteges tanto de mí, pero... nunca he visto a un padre ser tan devoto. ¿Cuánto tiempo te tomará cuidarlos? ¿Cómo sabrás cuándo están listos? -Vox hizo una pausa, observando la expresión inmóvil de Alastor-. Deben significar el mundo para ti, ¿no es así?

La manera en que Alastor se erguía frente a sus huevos, con las manos ligeramente extendidas como un escudo, le dio la respuesta que necesitaba. Los protegía como un verdadero guardián, un faro en medio de la tempestad. Vox se sintió inspirado, casi emocionado, y sin pensarlo dos veces, sacó su cuaderno de bocetos y comenzó a dibujar.

Esta vez, sus trazos no se centraron en las criaturas pequeñas o en las versiones que había imaginado. Dibujó a Alastor tal y como lo veía ahora: majestuoso y vigilante, enroscado protectivamente alrededor de sus huevos, sus aletas ligeramente extendidas como una cortina de seguridad. Cada línea capturaba la tensión en su cuerpo, pero también el afecto silencioso y profundo que sentía hacia esas pequeñas vidas que aún no habían visto la luz. Dibujó con precisión los detalles de su postura, las marcas de su piel, y el brillo feroz en sus ojos.

Cuando terminó, alzó el cuaderno y lo sostuvo en el aire para que Alastor lo viera.

-Mira esto. Quería que vieras... lo que veo cuando te miro. -Vox se sorprendió al escuchar sus propias palabras, pero había algo honesto en ellas.

Alastor, quien había estado observando con la misma sospecha de siempre, entrecerró los ojos hacia el papel que Vox le mostraba. La imagen lo tomó por sorpresa. En lugar de los dibujos distorsionados o caricaturescos que a menudo había visto en el pasado, esta vez era él, real y digno. Se veía fuerte, resuelto, casi... imponente. El nivel de detalle y la manera en que Vox había captado la intensidad de su mirada hizo que el corazón de Alastor se acelerara. No pudo evitar sentirse cautivado, como si finalmente alguien lo hubiera visto tal y como era, y no solo como una criatura exótica.

El humano lo había pintado como un protector, un padre en su máxima expresión. Un leve sentimiento de orgullo se entremezcló con la sorpresa y la cautela. Sus ojos se suavizaron, solo un poco, y dio un paso hacia adelante, alzando la cabeza para ver mejor el dibujo. Vox se quedó inmóvil, conteniendo la respiración. ¿Era esto un pequeño avance? ¿Un paso hacia algo más?

-Te gusta... ¿verdad? -murmuró, sin apartar la mirada de los ojos dorados de Alastor.

El ser inclinó la cabeza, una señal de curiosidad que hizo que Vox sonriera, sintiendo una inesperada satisfacción. Bajó lentamente el cuaderno, rompiendo un par de hojas hasta separar el dibujo del resto. Con la mano temblorosa, extendió la página hacia Alastor, acercándola lo suficiente para que la viera más de cerca. La criatura, dudosa pero fascinado, alzó una mano en dirección a la hoja, y por un momento parecía que el espacio entre ellos se encogía cada vez más.

Pero entonces, un sonido ensordecedor rasgó el aire.

¡BANG!

El disparo resonó como un trueno, haciendo eco en todo el claro. Vox dio un salto, el cuaderno cayendo al suelo mientras su cuerpo se tensaba instintivamente. Alastor retrocedió de un salto, el dibujo olvidado al instante mientras sus ojos se abrían con terror y las aletas de sus brazos se erizaban en alerta total. Un gruñido bajo y peligroso escapó de su garganta, y se colocó rápidamente entre sus huevos y la dirección de donde provenía el sonido, sus ojos escaneando el entorno frenéticamente.

-¡¿Qué demonios fue eso?! -exclamó Vox, buscando con la mirada. Los disparos en esa área eran raros, y el miedo le recorrió la columna al pensar en lo que eso podría significar. ¿Había otro cazador? ¿Alguien más lo había encontrado?

El corazón de Alastor latía con fuerza, su cuerpo se mantenía rígido, listo para atacar o huir. Los instintos de protección eran más fuertes que nunca, y sus ojos fulguraban con una intensidad peligrosa. Los humanos eran traicioneros, y aunque este cazador en particular no le había hecho daño, no significaba que no pudiera volverse en su contra.

Vox dio un paso hacia adelante, una mano alzada como si intentara calmarlo.

-Espera, espera... no es lo que piensas. Yo no... -El cazador miró hacia el bosque con preocupación-. Debemos averiguar quién fue. Si alguien más está aquí...

Pero Alastor no quería escuchar. Todo su ser se concentraba en sus huevos, en asegurarse de que estaban a salvo. El pánico se apoderó de él al pensar en una amenaza cercana. Sin perder más tiempo, se enroscó sobre su nido, cubriéndolos por completo con su cuerpo, cada músculo tensado para defenderlos con su vida si era necesario.

Vox se quedó allí, mirándolo impotente. El dibujo, todavía en el suelo, revoloteó con la brisa. Habían estado tan cerca de un pequeño entendimiento... pero ahora todo eso se había desmoronado. Un disparo había bastado para devolver toda la tensión y el temor. Y mientras miraba a Alastor cubriendo a sus huevos con una mirada feroz, supo que ganarse su confianza sería más difícil de lo que había imaginado.

:・゚☾𝓜𝓮𝓻𝓶𝓪𝓲𝓭  🧉 🐚𓆉︎ StaticRadioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora