Un Amanecer de Cuidado y Cánticos

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La cueva estaba envuelta en una suave penumbra matinal cuando Vox sintió un pequeño golpe en su mejilla. El contacto fue apenas perceptible, un roce leve que podría haber pasado desapercibido en cualquier otra circunstancia. Sin embargo, el instinto de Vox, ya afinado por la tensión de la noche anterior, lo hizo abrir los ojos de inmediato.

Parpadeó varias veces, ajustándose a la tenue luz que se filtraba desde la entrada de la cueva. Y lo que vio lo dejó completamente desconcertado... y enternecido.

Frente a él, sobre la tierra húmeda y oscura, estaba el pequeño bebé sireno. Sus ojos grandes y brillantes lo miraban con curiosidad mientras agitaba sus pequeñas aletas y emitía un suave chirrido, como si intentara comunicarse con él. Vox se incorporó lentamente, cuidando de no hacer ningún movimiento brusco que pudiera asustar al pequeño. Su corazón latía rápidamente al ver a la criatura fuera del alcance de Alastor.

-¿Qué haces aquí, pequeño? -susurró, todavía incrédulo, pero con una suave sonrisa en sus labios.

El bebé inclinó la cabeza hacia un lado, como si estuviera tratando de descifrar sus palabras. Luego, con una especie de determinación sorprendente para su tamaño, extendió una de sus pequeñas manitas y dio otro golpe suave en la mejilla de Vox, como si estuviera llamándolo para jugar.

Vox rió en voz baja. Era tan pequeño, tan frágil y a la vez tan lleno de vida. Con un cuidado infinito, se arrodilló frente a él y le tendió un dedo. El pequeño lo observó con esos grandes ojos curiosos, y después de un momento de vacilación, extendió su manita y agarró el dedo de Vox con fuerza, emitiendo un chirrido de emoción.

-Así que te has escapado de los brazos de tu madre, ¿eh? -dijo Vox, mirando con preocupación hacia donde Alastor debería estar.

Su mirada recorrió la cueva rápidamente hasta encontrar la figura del sireno. Alastor estaba recostado en el nido, pero no de la manera tensa e inquieta que había tenido las últimas veces que Vox lo había visto dormir. Estaba profundamente dormido, completamente rendido, sus brazos todavía extendidos en la posición en la que seguramente había estado sosteniendo a su bebé. Incluso a la distancia, Vox podía ver el cansancio que parecía haberse aferrado a su cuerpo como un peso invisible.

-Debiste estar agotado... -susurró Vox, sus ojos suavizándose al ver la postura vulnerable de Alastor.

Volvió a mirar al pequeño, que seguía aferrado a su dedo, sus aletitas revoloteando suavemente. Alastor no se despertaría pronto, eso estaba claro. Debía haber alcanzado un estado de agotamiento tan profundo que ni siquiera se había dado cuenta de que su bebé ya no estaba entre sus brazos. Vox sintió una punzada de empatía al darse cuenta de cuánto había estado sacrificando el sireno por sus crías.

-Bien, parece que hoy estaré a cargo de ti, ¿eh? -murmuró suavemente.

El bebé lo miró con esos ojos grandes y chispeantes de emoción y emitió un sonido que sonó casi como una risita. Vox no pudo evitar sonreírle, y con extrema delicadeza, lo levantó y lo acomodó en sus brazos. El pequeño se acurrucó contra él, aún emitiendo esos suaves ruiditos.

-Veamos... -Vox se movió con lentitud, tratando de no hacer ruido para no despertar a Alastor-. ¿Qué te parece si jugamos un poco?

El bebé agitó sus aletas con entusiasmo, y Vox se echó a reír en voz baja.

Primero, le habló en voz suave, describiéndole todo lo que veía a su alrededor: las paredes de la cueva, las suaves corrientes de agua, las luces que se reflejaban desde la entrada. Luego, cuando vio que el bebé lo miraba con interés, comenzó a cantarle en voz baja. No era una canción elaborada, solo una suave melodía que recordaba de cuando era niño. Sin embargo, al pequeño sireno pareció encantarle, ya que comenzó a mover sus pequeñas aletitas al ritmo de la música, dejando escapar risitas y chirridos de alegría.

-¿Te gusta, eh? -Vox sonrió con ternura y continuó cantándole, cada vez más animado al ver la reacción del pequeño.

Después de un rato, cuando notó que el bebé comenzaba a inquietarse, decidió hacerle unas pequeñas cosquillas en la barriga. Los chirridos de risa que emitió hicieron eco en toda la cueva, llenándola de un sonido tan alegre que a Vox casi se le olvidó dónde estaba. Se dejó llevar por el momento, haciéndole cosquillas y luego elevándolo un poco para que pudiera estirar sus aletitas.

Y cuando notó que el pequeño parecía mirar el agua con curiosidad, Vox se inclinó hacia la orilla y lo dejó chapotear suavemente con la punta de sus aletas.

-No te puedo dejar ir tan lejos, ¿entiendes? -le dijo en voz baja mientras lo mantenía firme en sus manos-. Pero puedes mojarte un poco.

El bebé parecía encantado con la sensación del agua fría, y sus risas resonaron aún más fuerte mientras Vox lo movía de un lado a otro, asegurándose de que no se deslizara fuera de su alcance.

Pasaron las horas de esta manera. Vox se dedicó a entretener al pequeño, hablando con él, cantándole y dejándolo explorar las partes seguras de la cueva. Para el mediodía, el bebé ya se acurrucaba en sus brazos, agotado pero feliz, con la carita brillando de alegría.

Fue entonces cuando escuchó un suave movimiento detrás de él. Vox levantó la vista y vio a Alastor, que comenzaba a moverse lentamente en el nido. El sireno parpadeó, su expresión aturdida mientras sus ojos recorrían el nido vacío. La alarma en su rostro fue instantánea.

-¿Dónde está...? -empezó, su voz llena de pánico.

-¡Aquí, Alastor! -llamó Vox rápidamente, levantando una mano para llamar su atención.

Alastor giró la cabeza, y su mirada aterrizó en la figura de Vox... y en el pequeño sireno en sus brazos. La tensión en su rostro se desvaneció casi de inmediato, reemplazada por un alivio tan palpable que Vox sintió su propio pecho relajarse en respuesta.

-Lo siento -dijo Alastor, todavía un poco aturdido-. Me quedé dormido... yo...

-Está bien -lo interrumpió Vox con suavidad, levantándose con el bebé en brazos-. No te preocupes. Lo cuidé. Está bien, ¿ves?

Alastor miró a su cría, que ahora observaba a Vox y a su madre con ojos brillantes. Pero algo más llamó la atención de Alastor. En la cabeza del bebé había una pequeña corona hecha de algas entrelazadas, con pequeñas conchitas adornándola. El sireno se quedó en silencio, observándola con una mezcla de sorpresa y... algo más.

-Le hice esto -dijo Vox con una sonrisa tímida-. Pensé que le gustaría.

Alastor no dijo nada, simplemente extendió los brazos para tomar a su cría, y Vox se lo entregó con suavidad. El bebé emitió un suave chirrido de protesta al separarse, pero se calmó de inmediato al sentir el calor de su madre.

-Y... -Vox tosió ligeramente, nervioso-. Hice otra para ti.

Alastor lo miró, visiblemente sorprendido, mientras Vox sacaba una segunda corona de algas, esta vez más grande y elaborada, adornada con las mismas conchitas pequeñas.

-No es tan buena, pero... pensé que podría gustarte -murmuró Vox, acercándosela.

Por un instante, Alastor no supo qué decir. Pero luego, con un suspiro casi imperceptible, tomó la corona con manos temblorosas y la colocó sobre su propia cabeza. Era un gesto pequeño, pero para Vox... lo significó todo.

-Gracias, Vox -susurró Alastor, sus ojos brillando con una emoción que no pudo ocultar.

Vox sonrió, sintiendo algo cálido y suave expandirse en su pecho.

Tal vez... solo tal vez... no todo estaba perdido.

:・゚☾𝓜𝓮𝓻𝓶𝓪𝓲𝓭  🧉 🐚𓆉︎ StaticRadioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora