Entre Risueños Chapoteos y Corazones Inquietos

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El agua del lago era un abrazo fresco y suave cuando Alastor emergió con su cría en brazos. El pequeño sireno emitió un leve chillido alegre al ver la superficie una vez más, batiendo su colita con entusiasmo. Vox, que estaba de pie en la orilla con la carpa recién armada a su espalda, sonrió al verlos regresar.

-¡Mira quién ha vuelto! -dijo Vox con voz cálida, arrodillándose para estar a la altura del pequeño sirenito. Este se encogió tímidamente en el pecho de su madre, pero pronto comenzó a agitar las manitas hacia él, reconociéndolo como alguien seguro y familiar.

-Fuimos a buscar un poco de algas para comer -explicó Alastor, con su tono de voz tranquilo y aterciopelado, aunque sus ojos se mantenían fijos en Vox, observando cada una de sus expresiones con un aire de cautela que aún no había desaparecido por completo.

-Perfecto, justo estaba pensando en el almuerzo -respondió Vox, levantándose y sacudiendo la arena de sus pantalones con una sonrisa fácil.

Alastor se sentó con la gracia natural de un depredador majestuoso, manteniendo al pequeño sireno firmemente sujeto mientras organizaba el montón de algas frescas que habían recogido en el fondo del lago. El bebé se inclinó hacia adelante y comenzó a mordisquear con avidez una de las hojas verdes y onduladas. Alastor lo observó con una mezcla de cariño y preocupación, acariciando suavemente su cabecita cubierta de finas escamas.

-¿Quieres probar un poco? -le preguntó Alastor a Vox, extendiéndole algunas algas. Era más un gesto de cortesía que una verdadera invitación, ya que dudaba de que a alguien como Vox le gustaran las algas.

Pero para su sorpresa, Vox asintió y aceptó el ofrecimiento con una sonrisa agradecida.

-¿Por qué no? -dijo, llevándose un trozo pequeño a la boca y masticándolo con esfuerzo. El sabor era salado, algo amargo, pero Vox no dijo nada, manteniendo su expresión neutral mientras terminaba de comer.

Alastor alzó una ceja con escepticismo, claramente sin creer que las estuviera disfrutando.

-No es necesario que las comas si no te gustan, Vox -comentó con una ligera risa, la primera muestra de verdadera relajación desde que todo esto había comenzado.

-Están... bien -respondió Vox, dándose cuenta de que no estaba siendo del todo honesto-. Bueno, no voy a mentir, no es mi comida favorita, pero si tú las comes, no deben ser tan malas, ¿verdad?

El comentario casual hizo que Alastor parpadeara sorprendido, sus ojos rojos fijándose en los de Vox con una intensidad que parecía traspasar el alma. Había algo en su tono... algo que, por un instante, derritió un poco de la desconfianza que aún se aferraba a su corazón.

Después de que terminaran de comer, el pequeño sireno comenzó a moverse de un lado a otro, inquieto. Primero se acercaba a Vox, agarrándose a su pantalón con sus manitas pequeñas y escalando como si tratara de trepar hasta su hombro. Luego, con un chillido de emoción, se deslizaba torpemente de vuelta a los brazos de Alastor, solo para comenzar el ciclo de nuevo. De Alastor a Vox, de Vox a Alastor, una y otra vez.

-Está muy inquieto -murmuró Alastor, observando a su cría con una sonrisa suave-. Supongo que es normal, su colita aún está desarrollándose y necesita moverse mucho.

Vox asintió, observando al pequeño con una fascinación casi infantil.

-Entonces... ¿qué hacemos? -preguntó, genuinamente curioso.

Alastor sonrió, como si la respuesta fuera obvia. Se puso en pie y, con el pequeño en brazos, se dirigió al borde del agua.

-Entrenamos. -Sus ojos se iluminaron con una chispa traviesa-. No hay mejor manera de fortalecer la aleta que nadando. ¿Te unes?

Vox parpadeó, sorprendido por la pregunta.

-¿Yo?

-Sí, tú. -Alastor lo miró por encima del hombro, sus labios curvándose en una sonrisa-. Es el momento perfecto para que practique sus movimientos, y tú pareces tener buena resistencia.

Vox se quedó mirando el agua, luego a Alastor y finalmente al pequeño sireno, que ya chapoteaba ansiosamente en los brazos de su madre. Con una risa, se quitó la camiseta y, después de pensarlo un momento, también se bajó los pantalones, quedándose solo con un short ajustado.

El agua estaba fresca contra su piel cuando entró lentamente al lago. Alastor lo miró de reojo, y, para su propia sorpresa, sintió un repentino calor en el rostro. La figura de Vox, fuerte y atlética, parecía aún más imponente bajo la luz del sol que se reflejaba en el agua. Alastor no supo por qué, pero su corazón se aceleró. Desvió la mirada rápidamente, concentrándose en su cría.

-¿Qué pasa? -preguntó Vox con un tono burlón al notar el súbito sonrojo de Alastor.

-Nada, nada -respondió Alastor apresuradamente, moviéndose un poco más hacia el centro del lago para evitar tener a Vox tan cerca. Pero entonces Vox nadó hacia él con facilidad, su presencia cálida y fuerte a su lado.

Hubo un momento de silencio entre ambos, el único sonido era el suave chapoteo de la pequeña cola del sirenito mientras comenzaba a moverla con entusiasmo. Alastor lo sostuvo con cuidado, dejándole un poco más de libertad de movimiento mientras él mismo flotaba al ritmo de las olas. Vox se acercó y se colocó justo a su lado, tan cerca que Alastor pudo sentir el calor de su cuerpo incluso a través del agua fresca.

-Míralo, se mueve mejor de lo que pensé -comentó Vox con suavidad, sin dejar de mirar al pequeño sireno.

-Sí... -Alastor murmuró, su voz un poco más baja de lo habitual. Cuando miró a Vox de nuevo, sus ojos se encontraron en un intercambio que pareció durar mucho más de lo que realmente fue. El contacto visual hizo que su corazón se acelerara aún más.

¿Qué era esta sensación? ¿Por qué se sentía... nervioso?

Pero antes de que pudiera analizarlo, el pequeño sireno se soltó de sus manos y comenzó a nadar hacia Vox, sus brazitos extendidos hacia él con una risa burbujeante. Vox rió y lo atrapó con facilidad, girando en el agua para mantenerlo a flote. El bebé emitió un chillido de felicidad, sus ojitos brillando con pura alegría.

-¡Eso es, pequeño! -lo animó, dándole un leve empujón de vuelta hacia Alastor.

Pero el pequeño solo nadó de regreso, y luego otra vez hacia Vox. Una y otra vez, como si estuviera jugando a un juego secreto que solo él entendía.

Alastor observó la escena con una mezcla de sentimientos que no supo nombrar. Y cuando Vox, finalmente, le puso una pequeña corona de algas en la cabeza al bebé, no pudo evitar sentir que algo se rompía en su interior... y se reconstruía al mismo tiempo.

-También hice una para ti -dijo Vox con una sonrisa, sacando una segunda corona, más grande y más elaborada.

Alastor se quedó quieto mientras Vox se la colocaba suavemente. Y por un instante, sintió que su corazón se llenaba de algo cálido y profundo.

-Gracias, Vox... -murmuró, incapaz de decir más.

Y ahí, en el lago, con el agua meciéndolos y la suave risa de su pequeño hijo resonando entre ellos, Alastor sintió, por primera vez en mucho tiempo, que tal vez, solo tal vez... su corazón volvía a abrirse.

:・゚☾𝓜𝓮𝓻𝓶𝓪𝓲𝓭  🧉 🐚𓆉︎ StaticRadioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora