El ambiente en la cueva estaba cargado con una tensión palpable. Vox seguía arrodillado al borde del nido, su cuerpo rígido y sus manos temblorosas, mientras observaba a Alastor con el corazón en un puño. El sireno no le dedicaba ni una mirada. Su expresión era como un muro infranqueable, un silencio helado que cortaba más profundamente que cualquier palabra. Vox podía sentirlo... el dolor, la angustia, y peor aún, el miedo que lo envolvía.
Alastor sostenía el huevo con delicadeza, sus manos firmes a pesar del temblor que recorría sus dedos. Se movió con lentitud, como si cualquier movimiento brusco pudiera causar un daño irreparable. Con sumo cuidado, lo colocó de nuevo en el nido, rodeado por la suave cama de algas y piedras pulidas. Pero justo cuando parecía que todo iba a estar bien, ambos lo vieron al mismo tiempo.
Una pequeña línea.
Era apenas una rajadura en la superficie del cascarón, fina como el trazo de un pincel, pero era suficiente para hacer que el aire se detuviera en sus pulmones. Vox sintió que el suelo se desmoronaba bajo sus pies. Todo su cuerpo se tensó, incapaz de procesar la gravedad de la situación. Pero cuando levantó la vista hacia Alastor, lo que vio lo desgarró.
Alastor parpadeó, sus ojos ampliándose mientras miraba la pequeña grieta. Su respiración se volvió irregular, sus labios temblando con una fuerza que traicionaba la calma aparente de su rostro. Vox pudo ver cómo las lágrimas brillaban en el borde de sus párpados, amenazando con caer en cualquier momento. El cazador sintió un nudo en el pecho. No... No quería verlo así. Todo lo que había querido era proteger a esos pequeños... proteger a Alastor. Y ahora...
-Alastor, por favor... -La voz de Vox era apenas un murmullo, llena de una desesperación que nunca había sentido antes-. Lo siento, yo... no quería...
Pero Alastor no lo escuchaba. El sireno tenía la mirada fija en la grieta, como si el mundo entero se hubiera reducido a ese pequeño punto de fragilidad. Vox observó cómo Alastor se inclinaba lentamente, su respiración volviéndose cada vez más rápida, sus hombros temblando. Se mordió el labio con fuerza, como si con ello pudiera contener el torrente de emociones que luchaba por salir.
No, no llores, por favor... pensó Vox con desesperación. Si Alastor se rompía delante de él... si permitía que esas lágrimas cayeran, Vox no sabía qué haría. Había sido su culpa. Él había causado esto. ¿Cómo podía siquiera pensar en ser digno de quedarse aquí después de lo que había hecho?
Pero entonces, un sonido suave cortó el aire, tan delicado como el canto de un pájaro al amanecer.
Crack.
Vox se congeló, sus ojos clavándose en el huevo. El pequeño sonido se repitió, una y otra vez, como un susurro apenas audible. Alastor contuvo el aliento, sus dedos temblando mientras los acercaba instintivamente al huevo, pero sin atreverse a tocarlo.
-No puede ser... -murmuró, con la voz rota. Parecía incapaz de procesar lo que estaba viendo.
Otro pequeño crack, y la grieta se expandió, recorriendo el cascarón con una rapidez sorprendente. Alastor jadeó, sus ojos abiertos como platos mientras seguía cada movimiento, como si estuviera viendo algo imposible.
-¿Está...? -empezó Vox, pero las palabras murieron en su garganta.
Porque justo en ese instante, una pequeña mano, delicada y de un tono rosado pálido, se asomó por la grieta. Era diminuta, con membranas entre los dedos y uñas afiladas que brillaban bajo la luz suave de la cueva. La manita se movió, empujando el cascarón con fuerza, y el huevo se sacudió levemente.
Alastor jadeó, sus labios formando una "o" de sorpresa.
-No... No puede ser... -susurró, las lágrimas ahora desbordándose por completo. Pero esta vez, no era por dolor ni miedo. Era puro, abrumador alivio.
El cascarón continuó rajándose, fragmentos pequeños cayendo al suelo, y finalmente, una segunda mano apareció, abriendo el huevo con un pequeño tirón. Alastor se inclinó más cerca, sus manos temblorosas rodeando el nido pero sin tocarlo, como si temiera que cualquier contacto pudiera romper la magia del momento.
Y entonces, el pequeño ser dentro del huevo empujó con fuerza, y el cascarón se partió en dos.
Un diminuto sireno cayó suavemente sobre el lecho de algas, sus escamas resplandecientes de un tono rojizo brillante, entremezcladas con reflejos dorados y un suave matiz de blanco perlado en la punta de su cola. Era tan pequeño, tan frágil, y a la vez tan perfecto.
El bebé sireno se movió con torpeza, sus bracitos extendiéndose mientras liberaba un suave sonido de llanto, un pequeño gemido que resonó en la cueva como un eco celestial. Sus ojos, grandes y brillantes, parpadearon con curiosidad, enfocándose en el rostro de Alastor. Era como si lo estuviera buscando, como si supiera, de algún modo, que la primera mirada de su vida debía ser para él.
Alastor sollozó, incapaz de contenerse más. Las lágrimas caían libremente por sus mejillas mientras extendía las manos y levantaba al pequeño con una suavidad infinita, como si temiera que se desvaneciera en el aire. El bebé se acurrucó contra él, emitiendo pequeños ruidos de contento, y Alastor dejó escapar un grito ahogado, sus manos temblando al sostener a su hijo.
-Estás bien... -sollozó, inclinándose para besar la diminuta cabeza del bebé-. Estás bien... oh, pequeño, estás bien... ¡Estás bien!
El bebé gimió suavemente, sus bracitos aferrándose con fuerza a las escamas de Alastor. Era tan pequeño... tan increíblemente pequeño y delicado, pero Alastor lo abrazó con un cuidado reverente, como si estuviera sosteniendo todo su mundo en ese diminuto cuerpo. Porque lo estaba. Era su pequeño milagro.
Y Vox... Vox no podía hacer nada más que observar.
El cazador se quedó allí, de pie junto al nido, su corazón latiendo con fuerza mientras miraba la escena frente a él. Alastor, envuelto en lágrimas y risas temblorosas, sosteniendo a su hijo recién nacido con un amor que casi le quitaba el aliento. Era como ver el nacimiento de una estrella en mitad de la noche más oscura. Algo tan puro, tan increíblemente hermoso, que Vox no supo si llorar o sonreír.
-Alastor... -murmuró, sin atreverse a interrumpir.
Pero el sireno no lo miró. No podía apartar la vista de su pequeño, su precioso bebé que se acurrucaba contra él, moviendo la cola con pequeños espasmos y liberando más gemidos suaves.
Vox tragó saliva, sintiendo una presión en el pecho que casi le impedía respirar. Había sido un milagro, eso estaba claro. Ese pequeño debería haber estado en peligro, debería haber... Pero no. Aquí estaba, vivo y a salvo, llorando y acurrucándose contra su padre.
El alivio lo golpeó con tanta fuerza que sus rodillas casi cedieron.
No sabía cómo, pero el bebé estaba bien. Y ver a Alastor así, tan lleno de alegría y amor... Si alguna vez había dudado de sus sentimientos, en ese momento, todas las dudas desaparecieron. Porque lo único que sentía era el deseo de ver a Alastor y a su pequeño felices, de protegerlos con cada fibra de su ser.
Sin embargo, este momento no era para él.
Vox dio un paso atrás, mirando a Alastor y al pequeño con una mezcla de tristeza y anhelo. Había sido él quien casi causó un desastre, él quien había fallado. Y ahora...
Pero eso no importaba. No en este momento. Porque Alastor y su pequeño estaban bien. Y eso era lo único que importaba.
Con una última mirada a la escena frente a él, Vox sonrió con tristeza y, en silencio, dio la vuelta. Quizás no sería parte de este momento, pero... eso estaba bien. Porque ahora sabía, más que nunca, que haría cualquier cosa por protegerlos.
Aunque tuviera que hacerlo desde la distancia.
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:・゚☾𝓜𝓮𝓻𝓶𝓪𝓲𝓭 🧉 🐚𓆉︎ StaticRadio
Lãng mạnVox esta dispuesto a cazar a aquella criatura de la que tantos pescadores hablan, sin saber que pondra en juego sus sentimientos. Vox: cazador Alastor: sireno créditos de la portada a: @Rammakela (youtube)