CAPITULO 7

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CAUSA Y EFECTO
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Intento dormir, pero tu recuerdo permanece en mi mente. Como conciliar el sueño, si aún escucho tu voz en mis oídos, si en mis labios aún está tu sabor, y mis manos aún creen sentirte.

Cierro los ojos y creo verte sonreír. Mi corazón late desesperadamente. Siento la necesidad de estar junto a ti y llenar el vacío que dejó tu ausencia.

Aquella noche fue imposible dormir. No podía creer lo que había pasado. Una y otra vez repetía aquel momento en mi cabeza. Sentía una satisfacción increíble. Ella, en serio, había alborotado todo mi interior.

Ella, con sus manos frías, pero su alma caliente, disimulando no gustarle a nadie, pero bien sabía que con una sonrisa podía comerse el mundo. Ella era perfecta, al menos para mí lo era. Sin importarme la opinión de los demás, juzgando y criticando sus defectos. Ella era esa pieza perfecta que necesitaba en mi vida.

Tan bonita, tan loca. Ella había aprendido a cambiar lágrimas por sonrisas, había aprendido a caminar entre espinos y tormentas. Y yo amaba eso de ella. Hasta podría decir que ella era mucho más valiente que yo, incluso más fuerte.

Desde ese día, nos acercamos aún más. Cada momento a su lado era increíble. Buscando oportunidades para sentir sus labios con los míos, regalándonos sonrisas y diciéndonos bajito, a lo lejos, "Te quiero". Seguíamos buscando momentos para vernos, para caminar juntos y reír. Existir en el caos, ser felices aún durante las tormentas.

Aún recuerdo aquella vez que tomé su mano y entrelacé nuestros dedos. Podía sentir aquel vínculo fuerte que nos unía, aquel amor sincero y profundo que corría por mi cuerpo. Estábamos conectados. Quería sujetar su mano el resto de mi vida. Ella se sentía segura, pero lo que no sabía es que ella me hacía sentir seguro a mí.

Sentir su mano aferrada a la mía me daba la certeza que podía enfrentarme a cualquier batalla, porque sabía que ganaría. Solo si ella estaba conmigo. Y si caía, ella me levantaría. La idea nunca fue echarle la carga solo a una persona. La idea era cargar esa carga juntos.

Era mi complemento. Ella no solo llenaba mi vida, complementaba mi existencia. Con ella, lo quería absolutamente todo.

Tuve la confianza de contarle detalles que creí que jamás podría contar a alguien. Le abrí mi corazón de par en par. Ella era todo lo que necesitaba para ser feliz.

Solía caminar tras de ella, cuando iba al mercado o algún otro lugar, sin que ella supiera. Amaba contemplarla. Me sentía el hombre más afortunado. Imaginaba aquel día en que la vería llegar de blanco hacia mí, reluciente, radiante, con aquella sonrisa hermosa que me erizaba la piel. Sintiéndome afortunado, con lágrimas en los ojos. Sería mía siempre. La amaría toda la vida. Aún de viejitos, seguiría completamente enamorado de ella.

Sabía que su sonrisa, su mirada y sus manos, lo que me encantaba de ella, no cambiarían con el paso de los años. Podía sentir lo que sentiría en aquel momento. Estaría nervioso. Me sudarían las manos. Pero mis lágrimas reflejarían lo feliz que me hacía que sea ella. Vestida de blanco en una promesa de eternidad y amor puro y sincero.

Vivimos momentos inolvidables, robándole tiempo al tiempo para vernos, para caminar juntos, para decirnos sin palabras "Te amo", para coger su mano, para demostrarle con mis labios cuán enamorado estaba de ella.

Amaba hacerle reír con mis tonterías. Con el paso del tiempo, el amor que sentíamos, lejos de disminuir, aumentaba.

Como en toda relación, nunca faltaron las discusiones. Pero aún así nos esforzamos por solucionarlos y tratamos de no irnos a dormir sin haber arreglado el asunto.

Si algo realmente es importante y es correspondido, harás lo que fuese necesario para mantenerlo en tu vida.

Si algo realmente es importante y es correspondido, harás lo que fuese necesario para mantenerlo en tu vida

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