CAPITULO 20

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SUEÑO
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Hoy soñé contigo, por extraño que parezca te volví a recordar, cada detalle, cada facción de tu rostro, tu olor a lavanda y miel, tu forma de hablar con una sonrisa, tu voz que calmaba mis temores, tu modo de mirarme, pude sentir incluso tus calidas manos acariciando mi piel.

Tenía ya bastante tiempo sin soñarte, cierto, quizás apareciste en algún otro sueño, pero siempre eras un reflejo o te veía apenas unos segundos, pero esta vez fue diferente. Esta vez tu y yo conversamos, compartimos un momento juntos.

Es extraño, sentía que el tiempo no había pasado para nosotros. En mi sueño te veías confiada, segura conmigo, tenía muchas dudas. No entendía como estaba en tu casa, ni mucho menos que hacía tomando tu mano con tu cabeza recostada en mi pecho, mientras la luz del atardecer se filtraba por la ventana, iluminando tu cabello como un halo de oro. Sentados en el mueble de tu sala, podía sentir el latido de tu corazón contra el mío.

El aroma de tu cabello me trajo bastantes recuerdos. Momentos que viví a tu lado. Aquella palabra que pensé no volverla a escuchar jamás, la formulaste. Me llamaste "Amor". No lo podía creer, el corazón me latía muy rápido. Si bien es cierto tenía muchas dudas, dejaron de importarme, estaba contigo y eso era suficiente.

Dudoso respondí, "Dime, cariño". Te aferraste más fuerte a mí, pude sentir la presión de tu mano en mi cintura. Acaricié tu cabello para luego darte un tierno beso en la frente. "No te alejes de mi", se escuchó como si suplicaras, a modo de ruego, con una voz apenas audible.

El corazón se me estrujó, no había día ni noche que no haya dejado de arrepentirme por haber tomado aquella decisión, he pasado tantas noches despreciandome, matándome y culpandome de los eventos que ocurrieron después de esa decisión. Noches enteras llorando tu ausencia, obligando a mi mente dejar de pensarte, torturando a mi alma para que deje de desear tu contacto.

Hoy estabas otra vez conmigo, no te dejaría de nuevo. "No lo haré", respondí seguro de mi mismo, estaba completamente convencido de quedarme contigo, siempre has sido la mujer que he querido en mi vida, viví y me mentalicé casado contigo, una vida entera a tu lado.

Regresaste a mirarme, acaricié tu tierna mejilla, recordaba muy bien aquellas marcas en tu frente, podía sentir tu piel, eras tan real. Tu mirada me suplicaba un beso, podía escucharla desde el silencio, fue esa misma mirada la que me llevó a besarte aquella primera vez, en aquel momento no la entendía, pero ahora podía entender muy bien el lenguaje oculto de tu mirada.

Me acerqué a tus labios, cerraste aquellos luceros marrones que daban brillo a tu rostro y dejaste que mis labios conectaran con los tuyos. Un suave desliz en tu labio inferior, era increíble, podía sentir aquel sabor que creí haber olvidado, la humedad de tus labios al contacto con los míos, recordé cada uno de los momentos vividos, cada beso que nos dimos,  cada oportunidad que buscamos para calmar nuestra sed de amarnos.

No tenía interés en apresurarme al besarte, quería disfrutar cada mínimo segundo, tenía bastante tiempo sin sentir tus labios, aquella sensación era muy satisfactoria, habías logrado erizar mi piel como aquella primera vez.

Mi corazón iba a estallar. Acaricié tu mejilla, sabía lo mucho que te gustaba que lo hiciera mientras te besaba. A estas alturas conocía cada detalle tuyo, cada emoción, cada sentimiento, podía predecir lo que harías aún sin haberlo hecho, conocía cada mínimo detalle aún por insignificante que pareciera.

"Te amo", susurraste; aquel susurro me presionó el alma, entendías muy bien el significado de esa palabra, no me dijiste esa palabra hasta que te sentiste segura de hacerlo. Pasaste 6 meses diciéndome "Te quiero". Eso significa que aún te sientes segura conmigo, aquel sentimiento no murió, aún tu corazón emanaba la cálida brisa de amor hacia mí.

"Yo más, mi pequeña", sabías bien lo mucho que te amaba, mi corazón tenía tu esencia impregnada. Jamás pude dejar de amarte, aún mi corazón guardaba la esperanza de volver a encontrarte al final del camino. "Te amo demasiado, más que a nada en este mundo."

Apartamos nuestros labios, quería que la eternidad estuviese de nuestro lado, y así poder seguir sintiendo el caudal de emociones que ocasiona besarte. Volviste a acostarte en mi pecho, llevaste tu mano a mi pecho. Mi alma extrañaba aquellas caricias, me sentía completo. Quería que aquel momento fuera eterno.

Pero nada lo es, al menos no nuestra historia. Había logrado mirar aquella hermosa sonrisa que me enamoraba cada mañana, aquellos dulces ojos que iluminaron mi vida, tu voz que calmaba mis temores y tu respiración que me daba vida.

Te levantaste del mueble, en mi mente aún permanecía dibujada aquella silueta que me cautivaba. Regresaste a mirar para regalarme una sonrisa. Amaba esa sonrisa, sentía celos si mirabas a alguien más así. "Te prepararé algo de comer", añadiste, "No, no te vayas, quédate conmigo, quiero permanecer a tu lado, por favor", supliqué, entendía que si te ibas despertaría,  no queria hacerlo, pero volviste a sonreír y saliste de la habitación.

Siempre has sido mi sueño, el sueño más hermoso que tenía, el sueño que no planee, ahora solo eres una memoria, una triste y dolorosa memoria. Sentí la debilidad en mis ojos, era momento de despertar, no quería hacerlo, intenté quedarme aún más tiempo, pero el cerebro es incomprensible, quise levantarme de la cama, correr hacia a tí, pero a cada paso podía ver el reflejo de mi habitación, intenté quedarme en la tuya y llegar a abrir la puerta, pero ya había despertado.

Volví a cerrar los ojos intentando volver al sueño pero por más que lo intenté, por mas que obligué a mi mente volver a soñarte, ya era muy tarde. Te había perdido... Otra vez.

 Otra vez

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