Capítulo 9

1.8K 273 14
                                    

Alioth despertó sintiendo una voz suave tararear muy cerca de él

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Alioth despertó sintiendo una voz suave tararear muy cerca de él. Estaba en su cama, sus padres habían insistido en llevarlo al palacio para tener más seguridad y él rara vez había estado tan de acuerdo con ellos. No había dejado que Brianna lo acompañase, era mejor si ella iba a dormir a su casa, porque a pesar de que le gustaba tenerla cerca, había momentos en los que tenía que alejarse si no quería perder la cabeza o decir alguna estupidez.

—¿Estás despertando? —oyó decir, y se encontró con el rostro de Anabelle casi sobre el suyo cuando entreabrió los ojos—. Allí estás, dormilón. Tenía miedo de que te hubiesen dado demasiadas pastillas. ¿Sabes qué hora es?

No, no tenía ni idea. Lo único que sabía era que toda esa luz en la habitación y tanto parloteo le daban dolor de cabeza.

—No, no. ¿Puedes cerrar las cortinas? Hay mucha luz aquí.

La rubia lo miró sin entender.

—¿Las cortinas? Pero si es de noche. Está oscuro afuera.

Eso llamó su atención e hizo que su mente se obligara a despertar por completo.

—¿Qué?¿Qué hora es? ¿Cuánto tiempo dormí?

—No sé a qué hora llegaste, pero has dormido todo el día. El sol ya bajó y en un rato estará la cena servida ¿Cómo te sientes? —preguntó Ana moviéndose sobre el colchón—. ¿Te duele algo? Debes tener hambre.... y sed. ¡Hace horas que no bebes nada!

La princesa se levantó y comenzó a dar vueltas alrededor de la cama como si buscara algo.

Santo cielo. Estaba mareado. Era tan dulce como agotadora. Se cubrió los ojos con un brazo y continuó oyéndola desplazarse de un lado al otro. ¿Qué podría estar haciendo?

—¡Ana estoy bien! —gruñó cuando sintió una gota de agua fría caerle en el brazo. Lo hizo a un lado y le quitó el vaso que tenía en la mano.

Anabelle estaba llena de buenas intenciones, pero era sumamente despistada y siempre terminaba provocando algún desastre inintencional.

—Te lo agradezco cariño, pero no tienes que cuidarme. Estoy bien.

Ella sonrió y señaló a un costado, donde descansaban su carpeta rosa, un walkman y los auriculares. Sus compañeros favoritos y los grandes enemigos de la reina. Arlet odiaba que Ana se concentrara tanto en sus sueños y dejara pasar lo que ella creía más importante.

—No es molestia. Estuve aquí todo el día y aproveché para trabajar en un diseño especial. Me sentía muy inspirada.

—¿Un diseño especial? —preguntó divertido, aunque todo lo que deseaba hacer era cubrirse con las sábanas y seguir durmiendo.

—Sí, muy especial, por ahora estoy con el vestido, pero pienso hacer los zapatos también.

—Déjame verlo —pidió por curiosidad.

Descontrol en la realeza (Los van Helmont I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora