Capítulo 3

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Brianna escuchaba que alguien repetía su nombre una y otra vez, pero no conseguía abrir los ojos por mucho que lo intentara

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Brianna escuchaba que alguien repetía su nombre una y otra vez, pero no conseguía abrir los ojos por mucho que lo intentara.

No obstante, terminó por despabilarse cuando empezó a sentir que una brisa fría le acariciaba la piel.

—¿Qué...? —balbuceó sacudiendo la cabeza sin ser consciente de dónde se encontraba.

Alioth la cargaba como si fuese un bebé dando largas zancadas en el jardín delantero de su casa, acercándose cada vez más a la puerta principal.

—Ya llegamos a tu casa, ¿cómo vas a entrar?

La joven se tomó un momento para comprender la pregunta y volver a ubicarse en tiempo y espacio.

—Tengo una llave, pero no creo que pueda subir las escaleras —murmuró con una mueca.

Alioth soltó una risita y le quitó la llave que agitaba en el aire para que dejara de hacer ruido con el tintineo. Quiso abrir mientras la cargaba, pero si no era una tarea difícil de por sí, a oscuras era imposible.

La depositó sobre sus pies con cuidado porque notaba que su estado de ebriedad había empeorado con la pequeña siesta que había tomado en el camino.

Abrió la puerta y la sostuvo para que ella ingresara con sus pasos temblorosos.

—¿Bri, por qué no te quitas los zapatos? —susurró tomándola de un brazo para evitarle una caída.

—¿Para qué? —preguntó ella en voz alta.

Alioth cerró los ojos, frustrado.

—Porque te vas a lastimar y porque haces tanto ruidos que vas a despertar a tus padres.

—A mi madre lo dudo, quién sabe cuántas pastillas para dormir se tomó esta noche —replicó la pelirroja sin modificar el volumen de su voz.

—Solo quítate los zapatos, Bri. Vamos, tenemos que subir estas escaleras para llegar a tu cuarto.

En un instante de lucidez, Brianna decidió que Alioth tenía razón y apoyó una mano en la pared para sostenerse mientras se sacaba un zapato.

Alioth estaba tan pendiente de que no apareciera nadie que pudiera delatarlos, que no se percató de lo inestable que estaba ella y cuando Brianna tambaleó y perdió el equilibrio, él no estaba lo suficientemente cerca como para sujetarla a tiempo.

A ciegas y en un acto desesperado, Bri terminó por agarrarse de una mesa que estaba justo s su lado, sobre la cual se exhibía un jarrón antiguo, legado de la familia de su madre y con un valor incalculable.

Todo fue al piso, Brianna incluida, y la pieza estalló en cientos de pedazos provocando un estruendo que podría haberse oído a un kilómetro a la redonda.

Seguidamente, se hizo un silencio pétreo. Brianna se quedó mirando todo a su alrededor sin terminar de comprender lo que había ocurrido y Alioth necesitó de un segundo para salir del aturdimiento.

Descontrol en la realeza (Los van Helmont I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora