Brianna se tambaleó.
—¿Qué... ¿qué le sucedió? —balbuceó y se acercó al hombre mientras se limpiaba las manos llenas de tierra con un trapo—. ¿Dónde está? ¿Qué pasó, señor Nash? No se quede callado, dígame.
—Perdón, señorita, pero no lo sé. Solo nos dijeron lo que acabo de decirle. La reina ordenó que la llevemos al palacio.
Ella asintió y se despidió rápidamente de los jardineros. Siguió a su guardaespaldas y se metió en el auto, temblando, nerviosa y preocupada. Ese espantoso sentimiento de impotencia hacía que sus pensamientos tomaran cualquier dirección, ninguna agradable. No podía estar ocurriendo de nuevo lo mismo, no podía pasarle nada malo.
El camino al palacio se hizo eterno, se arrepintió una y mil veces de no haberle dicho la noche anterior todo lo que quería decirle. ¿Y si ya no tenía la oportunidad de hacerlo nunca más?
Apretó los ojos con fuerza para quitarse esa idea de la mente. No ganaba nada con pensar lo peor.
Volvió a hacerle montones de preguntas al guardia que los esperaba en una de las entradas traseras del palacio sin tener ninguna respuesta. ¿Cómo era que nadie sabía nada? Caminó a toda prisa hacia el área donde vivía la familia y recién entonces encontró al rey.
—¿Dónde está? ¿Qué pasó? —inquirió acercándose a él y a las personas con las que estaba hablando. Vio que Arthur era uno de ellos, pero pretendió que no se había percatado de nada.
Ewen habló con calma y ternura.
—Está en su cuarto, Brianna, es más seguro si lo tenemos aquí que en...
Ella había empezado a alejarse mucho antes de que terminara de hablar y no escuchó el resto de lo que dijo. Se disculparía luego, lo único que deseaba hacer ahora era ver a su prometido.
Atravesó el corredor sin mirar a nadie ni detenerse hasta llegar a la puerta del cuarto. Una vez allí, como ya le había pasado la primera vez, el miedo a lo que vería hizo que se congelara por un segundo antes de abrir la puerta.
Juntó fuerzas y entró a la habitación. Estaba acostado en su cama y tenia puesto un cuello ortopédico por lo que todavía de lejos, no pudo ver si estaba despierto o no. Aún así, sintió que el corazón volvía a latirle.
Estaba vivo y estaba en su cama, eso tenía que significar que estaba bien. Se aproximó tratando de no hacer ningún ruido para molestarlo si estaba dormido, pero cuando estuvo lo suficientemente cerca pudo ver que estaba despierto.
Dejó salir una exhalación con una sonrisa y unas lágrimas que también se le escaparon.
—Gracias al cielo que estás bien —soltó sentándose en la cama, casi cayendo a su lado—. ¿Por qué tienes eso puesto? ¿Qué te hicieron?
Alioth se enderezó y se apoyó en el respaldar sobre un almohadón.
—Estoy bien, Bri. No fue nada.
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Descontrol en la realeza (Los van Helmont I)
RomanceAño 1994: La familia real de Sourmun nunca se había enfrentado a escándalos semejantes a los que estaba provocando el actual heredero al trono y era necesario ponerle un punto final. Blancos favoritos de los paparazzi, el príncipe Alioth y su mejor...