Brianna entró a la sala en la que se encontraba Alioth y se quedó observándolo en silencio por un momento. Era cierto que había algo extraño en él. Estaba de pie frente a una ventana, con las manos unidas en su espalda y ya desde la distancia podía notárselo tenso.
—Hola —pronunció ella con cautela.
El príncipe se giró enseguida hacia ella.
—Hola —contestó viéndose sorprendido por un segundo hasta que volvió a su sonrisa de siempre—. ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes?
Bri mantuvo su recelo.
—Con resaca y saber que aquí está sucediendo algo de lo que no me entero, no me ayuda en nada —contestó mordaz yendo directo al punto—. Tú sabes de lo que estoy hablando, ¿verdad?
Alioth se mantuvo impasible, delatándose a sí mismo.
—¿Qué te han dicho? —preguntó empezando a caminar hacia ella.
—Nada —replicó Bri—. Y han estado más tranquilos que nunca, no han hecho mención de lo que ocurrió anoche, solo me han traído hasta aquí como si me condujeran al lugar de mi ejecución.
Alioth soltó una risita y le rodeó los hombros con un brazo para conducirla fuera del salón.
—Nadie te ejecutaría si yo estoy cerca —murmuró atisbando hacia ella y Bri suspiró resignada a que tampoco le sacaría información a él.
Lo único que la consolaba, era saber que Alioth no permitiría que le impusieran algo que ella no pudiera soportar.
Cuando llegaron al comedor, una de las hermanas de Alioth alzó la mano hacia ellos para señalarles sus lugares junto a ella.
—Ay, Bri, ¿qué es eso que estás usando? —le preguntó en voz baja cuando se sentó a su lado—. ¿Has dejado que tu madre elija tu ropa?
De las dos hermanas de Alioth, Ana era la más tranquila de las dos, la que menos enfrentaba a sus padres y se comportaba como estos esperaban, en especial la reina.
—Algo así —farfulló la pelirroja mientras ocupaba su lugar y miraba con desconfianza al resto de los presentes que ya estaban ubicados en la mesa.
Todos parecían muy entretenidos, concentrados en sus conversaciones y en la comida que empezaron a servirles apenas llegaron ellos dos.
Bri miró su plato y aunque no le disgustaba lo que veía, no podía probar ni un bocado de lo nerviosa que estaba. Tenía un nudo en el estómago que no le permitiría tolerar nada por mas que lo intentara.
Miró a Alioth y se percató de que él tampoco estaba disfrutando de la comida.
—¿Estás enfermo? —le preguntó inclinándose hacia él.
El rubio giró la cabeza un poco mientras parpadeaba.
—No, ¿por qué lo preguntas?
—Porque no estás comiendo, no es propio de ti. Ni siquiera bebiste tanto anoche como para tener resaca.
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Descontrol en la realeza (Los van Helmont I)
RomansaAño 1994: La familia real de Sourmun nunca se había enfrentado a escándalos semejantes a los que estaba provocando el actual heredero al trono y era necesario ponerle un punto final. Blancos favoritos de los paparazzi, el príncipe Alioth y su mejor...