16. Experto en perros.

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Zaira.

No había cruzado palabra con mi madre desde lo de Sirius. A pesar de todo, no pude evitar contarle lo que había ocurrido. El director había muerto, y a todos nos habían enviado a casa. Vivir con ella hacía imposible ignorarla por completo, aunque no podía evitar que me doliera el no tener a Sirius cerca.

-Toma, mija, te ves pálida -la madre de Dixon me ofreció una taza de té-, un tecito para los nervios.

-Vaina, mi doña, gracias -sonreí débilmente, agradeciendo el gesto.

Nos sentamos en el salón, la calidez de la bebida en mis manos no lograba calmar el temblor que sentía. Dixon abrazó a su madre, y cuando ella salió para hacer mercado, me vi rodeada de amigos que intentaban ofrecerme consuelo y consolarnos todos. Pero algo dentro de mí no se calmaba. Robert, con su habitual preocupación, se acercó.

-¿Te tomaste la pastilla anticonvulsiva?

Asentí sin ganas, intentando que la ansiedad no me abrumara. Mi mente seguía atrapada en aquella imagen: Daria y yo habíamos visto al director rodar por las escaleras, un momento que parecía surreal.

-Fue horrible -concluyó Thiago por mí, mientras Simón y Robert me abrazaban. Yo solo quería desaparecer en ese abrazo, dejar de pensar por un rato.

Un golpe en la puerta nos sacó de ese momento, y Dixon fue quien abrió, revelando a Daria, Damian y Alexander.

-Buenas, traje visita -anunció antes de entrar.

Daria me susurró un nervioso "Hola" al cual sonreí antes de que su novio hablara.

-¿Podemos pasar? -preguntó amablemente.

Dixon asintió, haciéndose a un lado para dejarlos pasar-están en su casa, hermano—, todos se unieron al círculo, pero la conversación no tardó en girar hacia lo inevitable.

-¿Ya llegó la policía al instituto? -preguntó Thiago.

-Sí -respondió Damian-, forenses, policías, todo el equipo. Empezaron a investigar, pero por lo que escuchamos, parece ser un suicidio.

Miré a Alexander, incrédula. Dixon también estaba confundido.

-¿Un suicidio? -repitió Dixon.

-Encontraron objetos para inyecciones y pastillas por el lugar, aparentemente antidepresivos. Las sospechas apuntaban a que el director se había tomado una sobredosis-informó-, no me sorprende lo de las inyecciones, ya que se sabía ya que él sufría de diabetes y era dependiente a insulina, pero con lo de las pastillas lo explican todo.

Mis manos temblaron aún más, y cerré los ojos intentando procesar todo.

-No puedo creerlo -murmuró Simón-, parecía estar bien... siempre sonriente, aunque se la pasara regañando a todo el mundo.

-Pero no sabes lo que se puede esconder detrás de una sonrisa- habló Daria.

Sentí mi pulso acelerarse y tuve que tomar una profunda bocanada de aire.

¿Me siento intranquila? De bolas, de bolas que me siento así, es traumante ver en un momento morir a alguien, en frente de ti, y también hay algo que me inquieta...

Ginebra, la mamagueva de Ginebra, tan despreocupada, tan... Sonriente.

-Pero... -intenté hablar, todos me miraron fijamente esperando que iba a decir.

No. Si digo que sospecho de esa Chama entonces la loca voy a ser yo.

Es verdad, seguro eso pasó.

Más Allá De Las Fronteras. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora