21. Pelea (2)

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¿Quién ganará?

Davian.

No dormí una mierda.

Los estudiantes estaban reunidos en un gran círculo frente al nuevo director y un hombre que claramente no pertenecía a la escuela: un detective. Este último, de aspecto serio y mirada incisiva, sostenía una carpeta que parecía contener todas las respuestas, o quizá ninguna.

Fruncí el ceño, buscando a Zaira entre la multitud, pero no la encontré, en cambio ví a los chicos con quién siempre se la pasa, al imbécil de James lejos de ellos y con su buen merecido golpe, quién me dirigió una mirada desafiante antes de dirigirse lejos de el lugar yendo escaleras arriba, y cuando ubiqué la vista de Damian con Daria, me acerqué a ellos.

—¿Qué demonios pasa ahora? —solté con aburrimiento.

—Hola, Davian —saludó Daria sin esperar mi respuesta, abrazada a mi amigo.

—Parece que encontraron algo más en el suicidio del director —soltó Damian, lo miré confundido sin entender y sin recibir otra palabra, en su lugar, los murmullos tensos de los estudiantes captaron mi atención.

Fue un jodido suicidio, ¿Qué otra mierda pueden encontrar? Se mató y ya.

—Por favor, guarden silencio —pidió el nuevo director, un hombre más joven y formal que su predecesor, con voz firme pero con un tinte de incomodidad evidente.

El detective avanzó hacia el centro del grupo, sus pasos resonando en el silencio expectante. Su postura erguida y su tono controlado hicieron que todos en el lugar contuvieran el aliento.

—Entendemos que la muerte del anterior director ha generado incertidumbre y preocupación entre ustedes —comenzó, su voz profunda y profesional acallando los murmullos—. Inicialmente, la hipótesis planteada fue un posible suicidio relacionado con el uso de antidepresivos. Sin embargo, los análisis toxicológicos han descartado esa posibilidad.

El ambiente se tornó tenso, casi asfixiante. Estando de pie en el fondo del grupo, crucé los brazos y ladeé la cabeza, frunciendo el ceño con atención.

—¿Qué encontraron entonces? —preguntó un estudiante, su voz apenas un hilo de inquietud.

El detective alzó la mirada de su carpeta, dejando entrever un brillo de gravedad en sus ojos, dió un paso al frente, y sus ojos recorrieron lentamente a los estudiantes reunidos, como si midiera cada palabra que estaba a punto de pronunciar.

—En el cuerpo del director no se encontró ningún rastro de los antidepresivos que hallamos esparcidos por la oficina —comenzó, dejando caer sus palabras con un peso palpable. Hizo una pausa, como si lo que iba a decir a continuación requiriera una precisión quirúrgica—. Sin embargo, sí encontramos rastros de adrenalina.

Un murmullo apenas contenido comenzó a recorrer la multitud, pero el detective alzó una mano, exigiendo silencio.

—No se trataba de una dosis convencional —continuó, su tono más firme—. Era una variante alterada químicamente, una sustancia que no se administra bajo ninguna circunstancia normal.

El aire en el salón parecía más denso de lo que debería, como si cada palabra del detective se impregnara en los pulmones de quienes escuchaban.

—Y... ¿qué significa eso? —preguntó alguien con voz temblorosa, rompiendo el silencio sofocante.

El detective, que hasta ese momento había mantenido su postura impasible, respiró hondo. Su mirada se cruzó brevemente con la del nuevo director antes de clavarla en los estudiantes.

Más Allá De Las Fronteras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora