Davian.
¿Eso existe?
La puerta se abrió, y allí estaba Sally Klein, sofisticada y segura. Sus labios se curvaron en una sonrisa traviesa cuando me besó en la mejilla, su perfume envolviéndome con notas dulces y cálidas. Pero, al dar un paso más, su mirada se desvío hacia el perro que, desde un rincón, ladraba con alerta, desconfiado.
—Oh... no sabía que tenías un perro —murmuró con una ceja arqueada, visiblemente sorprendida.
Le dediqué una sonrisa casual, encogiéndome de hombros mientras cerraba la puerta tras ella. Con un movimiento firme, la rodeé con un brazo, atrayéndola había mí, el contacto entre nuestros cuerpos acentuaba la proximidad y encendiendo esa chispa inicial.
—Lo adoptó hace poco —respondí, con un susurro que sugería tanto más que palabras—. Esta noche... Voy a hacer que me supliques que pare.
Su risa suave y, al mismo tiempo, retadora. Su mano subió por mi pecho, rozando la piel bajo la tela, como si pudiera salir el latido de mi corazón acelerarse. Su mirada verde se clavo en mía con una intensión que lleno el aire con una electricidad pesada, de esas que avisan de una tormenta.
Ella se inclinó y me besó, lento pero con una intensidad medida, dejando claro que le gustaba saborear cada instante. Mis manos encontraron su cintura, y la acerque aún más, cerrando el espacio entre nosotros hasta que su cuerpo respondió de manera inevitable. Guiándola hacia la habitación, dejando atrás los ladridos de Sirius, que pronto se perdieron en la lejanía.
El deseo se fue intensificando entre nosotros en cada paso, cada mirada compartida, hasta que llegamos a la cama. Con un gesto decidido, levanté el borde de su vestido, permitiendo que mis manos exploraran su piel, la suavidad bajo los dedos provocando una respuesta inmediata en mí. Su respiración se aceleró, entremezclándose con la mía.
—¿Tan ansioso? —jadeó, su voz entrecortada, con chispa de desafío.
Sin darle oportunidad de replicar la giré con firmeza, y la tumbé en la cama, sujetándola justo antes de que su cuerpo encontrará el colchón. Mis manos se deslizaron por su espalda, con la palma cálida rozando y explorando hasta dejar una ligera presión en su piel que la hizo arquearse, emitiendo un gemido profundo qué hizo eco en la habitación.
Acerqué mis labios a su cuello, apenas rozándolos contra su piel con un aliento ardiente, dejando que sintiera cada segundo, cada milímetro de distancia entre nosotros.
—Esta noche... eres mía —le susurre al oído, con una voz que apenas era audible, pero que trasmitía toda la intensidad del momento—, y pienso disfrutarte hasta el último segundo, como mi más leal sumisa.
Su respuesta fue un suspiro entregado mientras se abandonaba en mis manos, cada gesto, cada mirada.
Eso me hizo sonreír, pero me sentía... Normal, no me sentía excitado, pero no iba a negarme a despilfarrar dinero sin siquiera una maldita probada.
——
Mantuve el ritmo, los movimientos cada vez más bruscos y profundos arrancándole gemidos que llenaban la habitación, resonando en cada rincón. Los espejos alrededor de la cama reflejaban la intensidad del momento; sus ojos se cerraban y se abrían, llenos de lágrimas, deseo mientras me miraba en el espejo del techo, los labios entreabiertos en jadeos que me pedían más.
La sujeté por el rostro, mis dedos clavándose en sus mejillas, forzándola a ver el reflejo en el techo con un gruñido de lo más profundo de mi garganta. Quería que lo sintiera, que lo viviera con toda la intensidad… pero en mi interior algo no estaba bien. No sentía ese arrebato que usualmente me invadía, la urgencia de perderme en ella; en cambio, cada embestida me dejaba una sensación de vacío, y, aunque no dejaba de moverme, una frustración fría se iba acumulando, como un nudo que no podía deshacer.
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Más Allá De Las Fronteras.
Storie d'amoreZaira Carruyo, una joven con grandes aspiraciones de representar a su país en el Miss Universo, proviene de una familia que, aunque no vive en la opulencia, disfruta de una vida estable y llena de oportunidades. Sin embargo, su vida y la de su famil...