6. Una Luz De Esperanza.

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"La fé en Dios es lo que nos va a sacar de este infierno, y permitirá que todos volvamos a Venezuela, a casa. "

Zaira.

Apreté los ojos cerrados con un ratón arrechísimo. El dolor de cabeza era como si un martillo neumático estuviera trabajando dentro de mi cráneo. Abrí un ojo y me encontré con la luz del sol que entraba sin piedad por la ventana.


Me levanté de la cama, sintiendo que el mundo daba vueltas a mi alrededor.

Bajé las escaleras, sosteniéndome de la barandilla como si mi vida dependiera de ello. Cuando llegué a la sala, la escena era digna de una zona de guerra.

Había ropa regada por todas partes, una camiseta colgaba del ventilador de techo, y unos pantalones drapeados sobre la lámpara. Un zapato estaba en el sofá y el otro en la mesa de café. Jorge soltó una risa cansada.

—... ¿Qué coño pasó aquí? —murmuré rascándome la cabeza.

Di unos pasos más y casi piso una pizza medio comida que alguien había dejado en el suelo. Me incliné lentamente para recoger un vaso de plástico, notando que todavía tenía un poco de bebida adentro. —Fino, hay un borracho en la casa —nótese el sarcasmo, lanzando el vaso a un lado.

—¿Qué vaina pasó ayer pues?

Al asimilar todo, me observé a mí misma de pies a cabeza; usaba un vestido azul llamativo pero debajo de este tenía un pantalón de pijama.

Tropecé con una pila de cojines que alguien había amontonado en un intento fallido de hacer una cama improvisada. Quité los cojines y, para mi sorpresa, encontré a Simón hecho un ovillo, roncando como si no hubiera mañana.

—Definitivamente, nunca más.

Con un suspiro, me dejé caer en el sofá, pero solté un grito al sentir a alguien allí.

Thiago levantó la mano tapándome la boca y giró su rostro hacia mí lentamente, sus lentes de sol todavía puestos, cubriendo sus ojeras.

—No grites —susurró con una voz que parecía arrastrar todo el cansancio del mundo.

Estuve a punto de preguntar qué demonios había pasado y por qué estaban en mi casa, pero mi mandíbula casi se cayó al piso al ver a Robert pasar en solo bóxers. El moreno se desplazó por la cocina abriendo la nevera y bebiendo directamente del envase de leche.

—Dale, pasa, eh, estás en tu casa —nótese el sarcasmo. Él se giró y me miró relajado, guiñándome un ojo.

—Gracias, Chiqui.

—¿¡Qué hacen en mi casa?! —grité con la paciencia al límite.

—Coño, pero dejen dormir —gimió Simón, lloriqueando y tapándose la cara con las almohadas. Thiago, con un gesto de desespero, apoyó las manos en su cara, pareciendo a punto de derrumbarse.

—¿Qué pasó ayer? —pregunté, llevándome las manos al cabello y apretándolo con frustración, cerrando los ojos en un intento de recordar algo.

—Ya borró cassette —bromeó Simón, sin molestarse en abrir los ojos y sonriendo perezosamente.

—¿No recuerdas ni cuando bailaste con Daria? —inquirió Thiago, mirándome con una mezcla de sorpresa y diversión.

Más Allá De Las Fronteras. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora