19. ¡Bienvenido, Gael!

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Zaira.

Dos semanas después, vuelta a clases.

Caminaba por la acera, perdida en mis pensamientos, con el eco de lo sucedido con James aquel día todavía retumbando en mi cabeza. Su agarre, su mirada cargada de agresividad… y luego Davian. Ese momento en el que lo había visto perder la compostura y meterle su coñazo a James con tanta fuerza que este terminó en el suelo. ¿Qué vaina había pasado ahí? No podía decidir si sentirme aliviada por la intervención o preocupada por lo intenso de la situación, y a la vez arrecha con James.

Al acercarme a la tienda de la esquina del parque, levanté la mirada y vi a los chamos reunidos frente a la entrada. Dixon, con su pelo de síndrome como siempre, estaba apoyado en la pared mientras revisaba algo en su teléfono; Simón, con su actitud despreocupada, sostenía una bolsa de papitas abierta que compartía con Robert mientras hablaban entre todos; y Alexander, estaba sentado en el borde de la acera . Todos ellos parecían envueltos en su dinámica habitual de bromas y risas, pero, al verme, Dixon fue el primero en alzar la mano para saludar.

—¡Qué hubo, parcera! —exclamó Dixon con una sonrisa amplia, alzando la mano para saludarme—. ¿Todo bien o qué, mija? Pareces como si te hubiera revolcado un bus del mío.

Me detuve frente a ellos, esbozando una sonrisa cansada—No me van a creer el día que tuve, chamos —respondí cabizbaja, pasándome una mano por el cabello.

Robert arqueó una ceja mientras metía la mano en la bolsa de papas de Simón. 

—Ajá, pues contá, que pa' soltar el cuento sos más lenta que vídeo porno con temática.

Mis ojos se abrieron como platos al escucharlo y rápidamente giré la cabeza hacia él con asco—Ay, no, loco, que asco.

—Mano, yo veo porno de gordas, tas' claro —soltó Simón de la nada, con la cara más seria del mundo, como si estuviera hablando del clima. 

Hubo un segundo de silencio donde todos los miramos, no sé los otros, pero conmigo no hacía falta ver mi cara para saber que es estaba sorprendida y asqueada por la guevonada que dijo este loco, suficiente para procesar la barbaridad, y luego los otros explotaron en carcajadas, doblándose de la risa como si les hubieran contado el mejor chiste de sus vidas. 

Dios mío, dame paciencia porque si me das fuerza los mato.

—¿Pero cómo? —preguntó Robert, arqueando una ceja reprimiendo una risa. 

—No, pero que si "Curvy" y así —respondió con una sonrisa, lo miré con confusión. Honestamente, no entendía… y tampoco quería entender. 

—Ah, de esos son buenos —dijo Alexander, llevándose un puñado de papas a la boca, como si hablara de algún tema intelectual, mientras seguía robándole papas a Simón. 

—Es que, a veces no quiero verlo, ¿me entienden? Pero la página como que nota que me gusta —intentó explicarse Simón, gesticulando con las manos como si eso lo ayudara—. Y entonces el algoritmo me empieza a mandar más videos. 

Dixon soltó una carcajada estruendosa antes de decir: 

El Algorditmo

Fue como un detonante. Simón casi dejó caer la bolsa de papas de la risa, el mamaguevaso de Robert parecía que se iba a orinar ahí y Alexander parecía que en vez de reírse estaba gritando y Dixon no podía evitar aplaudir mientras se reía. 

—¡El Algorditmo! —gritó Simón, estallando en carcajadas y cuando logró recomponerse siguió, —no, pero tampoco nos pasemos, las gorditas tienen lo suyo y siguen siendo una dama, mamaguevos, gordita que vea no me le resisto.

Más Allá De Las Fronteras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora