Santana se dirigió al este de Lima, Ohio, disfrutando la vista de la salida del sol, que coronaba los altos robles en el horizonte. No se molestó en dar una excusa del por qué se retiraba tan pronto.
No había excusa.
Simplemente quería estar en casa.
El hecho que asociaba Lima con su hogar, ya no le sorprendía. Pero era a Brittany a quien quería ver. Por alguna razón, esta última semana lejos había sido interminable, culminando con una cena en la que no quería estar.
Y luego estuvo Elaine.
Una hermosa mujer de largo cabello rojizo, divertida, encantadora e inteligente...y Santana no pudo incluso sentir un poquito de atracción.
¿Había estado ahí alguna vez?
Debió haber estado.
Se había encontrado a sí misma en la cama de Elaine con mucha frecuencia.
Pero esa era la medida de su relación. Como le había dicho a Brittany una vez, no llamaría a eso tener citas…
¿Por eso…cuando Elaine la había acorralado en el baño durante la fiesta…sintió rechazo por su intento de seducción?
No quería sus besos.
No quería las manos de Elaine en sus pechos.
Un golpe en la puerta del baño les hizo apartarse y no salió huyendo de la fiesta, deteniéndose apenas el tiempo suficiente para despedirse de Quinn y Rachel.
¿Desconsiderado?
Tal vez.
Pero en ese momento, parecía el mejor curso de acción. Ella, sin embargo, se refrenó de conducir nuevamente a Lima en ese mismo momento.
Consiguió un par de horas de sueño, despertando antes del amanecer.
Después de una ducha y café, se sintió de alguna manera fresca para comenzar su viaje de cinco horas. Renovada y, sí, había sido desconsiderada e irreflexiva anoche.
Echó un vistazo a su teléfono, sabiendo que les debía una disculpa a Quinn y a Rachel…y a Elaine. Sólo que no creía que lo apreciarían a las seis de la mañana.
El tráfico era ligero e hizo buen tiempo, llegando a las afueras de Lima antes del almuerzo. Condujo directamente a la casa de su madre, feliz de estar de regreso.
Encontró a su mamá en la mesa del desayuno, armando un rompecabezas.
—¿Nuevo hobby?—preguntó después de inclinarse para darle un rápido abrazo.
—Ashton lo dejó para mí—dijo su mamá—¿Tuviste un buen viaje, hija?
Santana sostuvo la nevera abierta, mirando el interior.
—Si. Semana larga—dijo ella—¿Has comido?
—Tuve un desayuno tardío ¿Quieres que te prepare algo?
—Está bien. Tengo algunos burritos congelados aquí en el congelador. Voy a bombardear uno rápidamente—tomó una botella de agua y desenroscó la tapa.
Hizo una pausa cuando miró el pastel de cumpleaños ubicado en el mostrador.
Era consciente de que su mamá la observaba.
—¿Llamaste a Britt ayer?
—Fue su cumpleaños. Sí.
—Bien. Me alegro que lo recordaras, Tana.
—Aunque creo que siempre lo celebrábamos al día siguiente ¿no?—levantó la tapa y deslizó un dedo por el glaseado—Mmm—dijo mientras se lamía el dedo.