Santana seguía el automóvil de Quinn, los limpiaparabrisas se movían intermitentemente por la lluvia continua. Echó un vistazo a Elaine, que la observaba con una sonrisa que Santana conocía muy bien.
Esa sonrisa…y la mano que se deslizaba hacia atrás y adelante a través de su muslo…indicaban solo una cosa.
—Te he echado de menos—dijo Elaine—Pensé que si veníamos aquí, no serías capaz de huir esta vez.
Santana levantó las cejas.
—¿Así que esto fue idea tuya?
Había pensado que quizá Quinn había planeado esto.
—Oh, tomamos demasiado vino la otra noche. Parecía una buena idea en ese momento—dijo Elaine con una sonrisa.
—Entonces ¿dónde van a quedarse?
—Rach encontró un bonito hotel—los dedos de Elaine presionaron su muslo—Sin embargo, no parece haber mucha vida nocturna en esta ciudad.
Santana negó con la cabeza.
—No, no la hay.
—Entonces, supongo que tendremos que encontrar otra manera de matar el tiempo—dijo Elaine con una sonrisa seductora.
Santana quería sentir algo.
Realmente lo quería.
Pero el toque de Elaine no significaba nada para ella y no iba a pretender lo contrario. Redujo la velocidad, girando por una calle lateral y finalmente se detuvo.
—Tenemos que hablar—dijo ella.
—¿Hablar?—la mano de Elaine se deslizó hacia la parte superior a lo largo de su muslo—Santana, te lo aseguro, no conduje cinco horas para hablar.
—Lo siento si viniste aquí con la esperanza de que dormiríamos juntas—dijo ella—He tratado de ser honesta contigo desde el principio.
—Sí, lo sé. Sólo sexo. Y también fui honesta contigo. No estoy buscando una relación, Santana. Si así fuera, no sería contigo.
—Sí, has sido brutalmente honesta acerca de eso—dijo Santana secamente.
Elaine sonrió.
—¿Pero el sexo? Lo hicimos bastante bien, si mal no recuerdo.
Santana miró por la ventana, observando la lluvia, que caía con más fuerza ahora.
Estaba cansada.
Cansada de juegos.
Cansada de fingir.
Cansado de que sólo fuera sexo.
—Lo siento—dijo Santana nuevamente—He...he cambiado. No quiero acostarme contigo.
Elaine la miró desapareciendo la sonrisa seductora de su rostro.
—Ella es muy hermosa ¿Sigues enamorada de ella?—Santana levantó las cejas, sorprendida por su suposición—Quinn me habló de ti y Brittany. Acerca de su pasado—Elaine finalmente retiró la mano del muslo de Santana—¿Y? ¿Lo estás?
Santana dejó escapar un profundo suspiro, incapaz de huir de la verdad.
—Sí. Sí, lo estoy.
Elaine soltó una breve carcajada.
—Wow. No creía que realmente lo admitirías ¿Enamorada de una mujer casada? Diciéndolo sin rodeos, eso apesta.
Santana regresó al tráfico nuevamente, dirigiéndose hacia su hotel. No tenía ninguna intención de hablar de sus sentimientos hacia Brittany con Elaine.