—Oh, Dios mío. Estoy enamorada de ustedes, chicas—dijo Rachel.
Santana se recostó en el sofá, balanceando su taza de café sobre su muslo.
—Fue un día especial—admitió Santana.
—¿Y ella correspondió?—preguntó Quinn.
Santana sonrió.
—Pasamos tres horas ininterrumpidas en la cama ese día. Estaba sorprendida de que alguna de las dos pudiera caminar al día siguiente.
—¿Cómo demonios mantuvieron escondido el romance de su mamá? ¿Y de tu mamá, para el caso?—preguntó Rachel.
—Supongo que simplemente estaban ciegas a eso. Estoy segura que cuando nos mirábamos la una a la otra estaba escrito por todas partes en nuestros rostros.
—¿Qué pasó con Sam?—preguntó Quinn—Supongo que finalmente se acostó con él.
Santana sintió la punzada familiar de celos, incluso después de todos estos años.
Asintió con la cabeza, casi con miedo de hablar. Aclaró su garganta primero, tragándose sus celos.
—Ella tenía relaciones sexuales con él, sí. No muy a menudo…—dijo—…pero lo suficiente.
—¿Cómo sabías que no era a menudo?”
—Porque me lo decía.
—¿Y le creíste?—preguntó Quinn.
—Brittanty nunca me mintió acerca de nada. Como he dicho antes, sabía cuál era mi papel.
—Estaban enamoradas la una de la otra—dijo Rachel—¿Cómo pudo permitir que Sam la tocara?
—Sé que es difícil de entender—dijo—Y ahora que soy mayor… más sabia…me doy cuenta de lo peligroso que era para nosotras. Emocionalmente peligroso, quiero decir. Brittany era alguien a quien no me podía resistirse…nunca. Y así como conocía mi papel, ella conocía el suyo. Y su papel era jugar la parte que Susan Pierce había hecho para ella. Eso incluía citas…y dormir con… Sam Evans. Pero Brittany tenía el mismo problema que yo—dijo.
—¿Qué era?
—Ella tampoco podía resistirme.
—Así que ¿ustedes eran qué?, ¿Estudiantes del último año en la secundaria?
—Sí. Eso fue en el Otoño. No tuvimos otra oportunidad de estar a solas de esa manera hasta las festividades. Estaba ocupada con Sam y sus amigos, con los partidos, con eventos en el club de campo. Su mamá la cambió de clases de tenis al golf, así que muchos de los Sábados cuando solíamos encontrar tiempo para estar juntas ella las pasaba en el campo de golf—se encogió de hombros—Tuve un par de buenos amigos en la escuela con quienes me juntaba. Eso ayudó a mantener mi mente ocupada.
—Debió haber sido terriblemente solitario para ti, San—dijo Quinn.
Santana la miró.
—Podría haberme rodeado a mí misma con un centenar de personas y no hubiera importado.
—Oh, cariño ¿cómo te las arreglaste?
—No estoy segura—le dijo a Rachel—En nuestro último año, sólo me arrastraba, pero pasó tan rápido. La universidad era inminente y sabía que nuestra separación estaba cerca. Ella se dirigiría a su lujosa universidad de Ivy League y yo estaría destinada a comenzar mi carrera en el instituto comunitario. Era todo lo que podíamos pagar.
—Pero dijiste que fuiste a…
—Sí. La universidad—sonrió ante el recuerdo—Gracias a mi tutoría a Brittany, el Sr. Pierce me abrió una cuenta. No le dijo a mi mamá. Desde luego, nunca se lo dijo a su esposa. Él se encargó de todo. Hizo que me admitieran, me consiguió una beca, todo. Cuando él le entregó la cuenta a mi mamá, esa fue la primera vez que vi llorar a mi mamá desde la muerte de mi papá.