7

31 5 0
                                    

Nico había insistido en que nos viéramos en persona antes de que la farsa comenzara. "Mejor conocerse antes de empezar con todo", decía, y tenía razón, pero no había suficiente tiempo para eso.

Lo vi por primera vez cuando estaba dentro del evento, justo al lado de una de las mesas con copas de champagne. Rodrigo Carrera estaba rodeado de gente, claro, como siempre, sonriendo y riendo, con esa facilidad para conectar con los demás que muchas personas no podrían imitar. Llevaba una camisa blanca impecable, y su sonrisa, amplia y despreocupada, iluminaba la sala. Las personas parecían gravitaban a su alrededor, como si él fuera el centro de todo.

Yo, en cambio, me mantenía cerca de una esquina, observando la escena mientras fingía interés en una copa de vino tinto. Quería mantenerme al margen, pero sabía que en algún momento tenía que acercarme a Rodrigo.

De repente, nuestras miradas se cruzaron. Él me vio y, sin perder la sonrisa, levantó la mano en un saludo casual, como si nos conociéramos desde siempre. Se excusó rápidamente del grupo con el que estaba hablando y comenzó a caminar hacia mí. Cada paso suyo parecía seguro, mientras que yo sentía como si cada uno de mis pasos fuera torpe y mal calculado.

—Iván, ¡me alegra por fin conocerte en persona! —dijo Rodrigo cuando nos encontramos, su voz animada y clara, como si realmente estuviera emocionado por el encuentro.

—Igualmente —respondí, aunque mi tono sonaba mucho más tenso de lo que hubiera querido.

Rodrigo me tendió la mano, y yo la estreché, notando de inmediato la calidez de su apretón. La sonrisa que me lanzó era tan sincera que por un segundo olvidé que todo era una actuación. Parecía completamente natural, como si nos conociéramos de toda la vida.

—Espero que no te joda, pero creo que ya tenemos la atención de todos sobre nosotros —añadió, guiñándome un ojo y señalando con sutileza a las cámaras que ya estaban enfocadas en nosotros.

Sentí cómo el calor subía a mis mejillas y traté de controlar mi respiración. No quería que nadie notara lo incómodo que estaba. Pero Rodrigo, siempre tan sociable, parecía darse cuenta.

—Tranquilo —me susurró en un tono bajo, inclinándose ligeramente hacia mí como si me estuviera contando un secreto—. Solo hay que charlar un rato, y después, podemos desvanecernos de la atención. Vos seguí mi ritmo, ¿dale?

Asentí, tratando de imitar su serenidad. Nos quedamos en el centro del salón un par de minutos más, intercambiando pequeñas palabras que apenas pude registrar.

Pero Rodrigo, tal como me había prometido Nico, lo hacía todo más fácil. Su presencia tenía una cualidad que hacía que las personas a su alrededor se sintieran a gusto. Poco a poco, a medida que las cámaras tomaban fotos y los murmullos crecían, me di cuenta de que él realmente sabía cómo manejar esto. Cada vez que alguien se nos acercaba, Rodrigo respondía por los dos, desviando las preguntas incómodas y manteniendo las apariencias de una conversación casual.

—¿Ves? No es tan difícil —me dijo en un momento, cuando la multitud se dispersó ligeramente y tuvimos un respiro.

Lo miré, tratando de ocultar mi incomodidad con una sonrisa pequeña. Pero él me devolvió una mirada llena de comprensión. Rodrigo, por extraño que pareciera, parecía entender perfectamente lo que me costaba todo esto, y de alguna manera, eso me hizo sentir un poco mejor.

—Lo estamos haciendo bien —me aseguró antes de que el evento continuara su curso. Pero en ese momento, por primera vez en toda la noche, sentí que tal vez, solo tal vez, podría seguir adelante con esta farsa sin perder completamente el control

—Gracias —respondí, un poco más relajado.

—Por cierto, Iván. Él es mi manager— Extendió la mano hacia su derecha y pude notar a un hombre que se había mantenido discretamente a su lado todo el tiempo. Era un hombre de aproximadamente nuestra misma edad. Sus ojos me examinaron rápidamente antes de esbozar una sonrisa educada, pero no exagerada, la típica sonrisa que un profesional tenía dominada.

—Germán, encantado —dijo el manager de Rodrigo, estrechando mi mano con un gesto firme, aunque calculado.

—Igualmente —respondí, notando la diferencia entre su saludo y el de Rodrigo. Mientras Rodrigo irradiaba naturalidad, cercanía y confianza, Germán era más metódico, como si evaluara cada interacción.

Rodrigo seguía sonriendo, completamente relajado, y dio un paso atrás para dejarnos hablar un poco más en privado. Sentí una ligera presión en mi pecho, como si fuera una prueba.

—Escuché mucho de vos por parte de Rodrigo, estamos entusiasmados por este "proyecto" —dijo Germán, simulando comillas con sus dedos en esta última palabra mientras esbozaba una ligera sonrisa y con un tono que no revelaba mucho pero que, de alguna forma, me hacía sentir en el punto de mira.

—Sí, bueno... —balbuceé, aún incómodo—. Nosotros también lo estamos.— mentí

Germán asintió lentamente, evaluando cada palabra con esa mirada profesional que no dejaba escapar ni un detalle.

—Me alegra escuchar eso —respondió con tono tranquilo, pero directo. Sabía que había notado mi incomodidad, pero, como un buen manager, no insistió en ello. En cambio, mantuvo la conversación fluida, siempre manteniendo su sonrisa discreta y calculada—. Sé que Rodrigo ya te lo dijo, pero estamos acá para hacer todo esto lo más llevadero posible.

Asentí, más como una reacción automática que por verdadero convencimiento. Rodrigo podía hacer que todo esto pareciera ligero, pero yo sabía que el peso de la situación seguía ahí, casi invisible, pero constante.

Rodrigo volvió a acercarse, interrumpiendo el silencio incómodo que se había formado entre Germán y yo.

—Bueno, chicos, basta de formalidades, ¿no? —bromeó, dando una palmada amistosa en mi hombro—. Vamos a disfrutar un poco del evento antes de que la noche se acabe.

Intenté sonreír, aunque sentía que mi cara aún estaba demasiado rígida para algo natural. Mientras Germán se alejaba para atender alguna llamada o compromiso, Rodrigo se quedó a mi lado, mirándome de reojo.

—Vamos, te invito una copa. Y después de esto, podemos desaparecer un rato, ¿dale? —me dijo, guiñándome un ojo antes de guiarme hacia la mesa de bebidas.

La noche continuaba, el evento seguía su curso, y aunque la farsa apenas comenzaba, por primera vez desde que todo esto había empezado, sentí que tal vez no sería tan tedioso como había temido.

-----

holaa, muchas gracias a los que esdtan siguiendo la historia, me ayudan mucho votando

Entre escenas y letrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora