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Me desperté con la sensación de haber vivido algo irreal, como si lo que ocurrió anoche hubiera sido un tipo de sueño raro. Pero no lo era, obvio. Lo confirmé al abrir los ojos y ver mi teléfono inundado de notificaciones, mensajes y artículos sobre el evento.

Había fotos nuestras en las redes sociales, comentarios de todo tipo y algunos titulares que ya especulaban sobre la "nueva pareja del momento". "Iván Buhajeruk y Rodrigo Carrera deslumbran en evento público". Mi nombre, junto al de Rodrigo, circulaba en los medios como una bomba de rumores, y aunque sabía que esto iba a pasar, no pude evitar sentir un malestar en el estómago.

Suspiré, deslizándome fuera de la cama y encendiendo la cafetera. Las mañanas solían ser mi refugio, el único momento del día en el que podía estar completamente solo, pero ahora sentía que ni siquiera en la soledad de mi cocina podía escapar de todo esto. El café subía con lentitud, y el aroma, aunque reconfortante, no era suficiente para calmar mis nervios.

Tomé el celular y vi un mensaje de Nico: "Buen trabajo anoche. Nos vemos hoy a las 11 para la siguiente movida."

La siguiente movida. Era una expresión suya para referirse a cualquier paso en este plan que pareciera no tener fin. Aún faltaban muchas cosas por definir, y aunque Rodrigo me había dado una sensación de tranquilidad durante el evento, sabía que el verdadero reto apenas comenzaba.

A las 11 en punto, me encontraba en la oficina de Nico, una pequeña pero lujosa sala de reuniones en el centro de la ciudad. Al entrar, lo encontré sentado en una de las sillas de cuero, revisando su laptop mientras tomaba notas rápidas en su cuaderno. Levantó la mirada al verme y me dio una sonrisa aprobatoria.

—Che, lo hiciste bien anoche —dijo, con un tono mezcla de orgullo e impresión.

—¿Sí? —respondí, todavía sintiendo que todo había sido una actuación que apenas lograba mantener en pie.

—Sí, claro. Los medios están encantados. Rodrigo hizo su parte, y vos... vos estuviste bien —añadió, midiendo sus palabras con esa mezcla de profesionalismo y cuidado que solía usar cuando no quería preocuparme más de la cuenta—. Pero tenemos que seguir adelante. Hoy hay una sesión de fotos.

—¿Hoy? —pregunté, tratando de procesarlo todo—. Nico, necesito un respiro. Apenas estoy comenzando a adaptarme a esto.

Nico cerró su laptop y se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa.

—Mirá, ya sé, Iván. Pero este es el ritmo de las cosas. Vos no sos el único que está en esto, ¿sabés? Rodrigo también está poniendo de su parte, y tenemos que asegurarnos de que todo siga pareciendo... natural.

La palabra "natural" me hizo soltar una risa sarcástica, pero no dije nada. Sabía que Nico solo intentaba hacer su trabajo, pero para mí nada de esto era natural.

—No te preocupes, va a ser algo tranquilo —dijo, adivinando mis pensamientos—. Rodrigo ya está al tanto, y nos van a hacer las fotos en un entorno más relajado. Además, no va a durar mucho.

—Bien —respondí sin mucho entusiasmo, aceptando que no tenía otra opción —. Voy a fumarme un cigarro en el balcón.— le avisé antes de dirigirme a dicho lugar.

Apoyado en la barandilla del balcón, encendí un cigarro y observé la ciudad despertando. El humo me ayudaba a despejar la mente, pero no podía evitar sentirme abrumado. Aunque Rodrigo manejaba todo con naturalidad, yo estaba atrapado en una situación que parecía resultarme cada vez más difícil de sobrellevar.

El cigarro se fue consumiendo rápido, y antes de darme cuenta, lo apagué contra el cenicero de metal del balcón. Miré el reloj. Ya era hora de volver adentro.

Cuando regresé a la oficina, Nico seguía revisando unos correos en su laptop, pero me miró de reojo mientras me sentaba frente a él.

—Estás más tranquilo ahora, ¿no? —preguntó, aunque no esperaba una respuesta. Sabía que fumar era mi manera de lidiar con el estrés, y aunque no aprobaba del todo el hábito, lo toleraba.

—Supongo que sí —respondí, con una mueca—. Pero esto no se va a hacer más fácil, ¿verdad?

—No, pero lo estás manejando mejor de lo que creés —dijo Nico con seguridad—. Mirá, Iván, este es el primer empujón. Una vez que las cosas se estabilicen, vas a tener más espacio para respirar.

Lo miré, tratando de encontrar consuelo en sus palabras, pero no lo conseguí del todo. Lo que realmente quería era que todo esto terminara rápido, aunque sabía que eso era pedir demasiado.

Nico se levantó, dándome una palmada en el hombro antes de dirigirse a la puerta.

—Dale capo, vamos al estudio. La sesión no va a durar mucho, y Rodrigo va a estar ahí para que no se haga tan pesado. Solo aguantá un poco más.

Asentí en silencio, sabiendo que no tenía más opción que seguir adelante.

Un par de horas después, me encontraba nuevamente frente a Rodrigo, esta vez en un estudio fotográfico elegante pero discreto. La sesión de fotos era para una revista de entretenimiento que quería aprovechar la "química" entre los dos. Rodrigo llegó unos minutos antes que yo, con su sonrisa de siempre y una actitud tan fresca que, por un momento, pensé que había olvidado lo ocurrido la noche anterior.

—¿Listo para hoy? —me saludó con un golpe amistoso en el hombro, mientras un maquillador terminaba de prepararlo.

—Lo intentaré —respondí, forzando una sonrisa que seguramente se veía tensa.

—Tranquilo, esto será más fácil que lo de anoche. Solo posamos un toque, charlamos, y listo. Yo te sigo el ritmo esta vez.

No pude evitar sonreír, esta vez más genuinamente. Rodrigo tenía esa habilidad, podía hacer que todo pareciera un juego fácil. Mientras nos preparábamos para la sesión, noté que el ambiente era más relajado de lo que había anticipado. No había cámaras de video, solo el fotógrafo y su equipo, dándonos indicaciones mientras Rodrigo y yo posábamos juntos.

Las primeras fotos fueron incómodas, claro, pero a medida que avanzaba la sesión, comencé a soltarme un poco. Rodrigo hablaba entre toma y toma, haciéndome reír con sus comentarios sarcásticos sobre el mundo de las celebridades. Aunque seguía sintiendo que todo era una farsa, me di cuenta de que, al menos por ahora, estaba aprendiendo a navegarla con un poco más de facilidad.

—¿Ves? No es tan difícil —me dijo Rodrigo, como si leyera mis pensamientos, cuando terminamos la sesión.

—No... no lo es tanto —admití, sorprendido de mí mismo.

Pero mientras nos despedíamos del equipo de fotografía y me dirigía a casa, no podía dejar de pensar en cómo este falso mundo en el que había caído parecía, de alguna manera, más fácil de controlar de lo que había temido. Tal vez, después de todo, estaba aprendiendo a jugar el juego. O tal vez solo era el principio de algo mucho más complicado.

Entre escenas y letrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora