Cuando llegué al departamento de Rodrigo, el ambiente era sorprendentemente tranquilo. Me abrió la puerta con una sonrisa más relajada de lo habitual, como si hubiera dejado su "papel" de actor en la puerta junto con el bullicio de las cámaras.
—¿Un poco de vino? —me preguntó mientras caminaba hacia la cocina, sin esperar respuesta, ya sirviendo dos copas. Asentí, sin querer hacer mucho ruido. El departamento estaba en penumbras, con la suave luz de la ciudad filtrándose por las ventanas del balcón.
Nos sentamos allí, en el balcón, con la brisa de la noche soplando suavemente. Desde ese punto, la ciudad parecía un matorral de luces lejanas, ajena a todo lo que estábamos viviendo. Rodrigo me ofreció la copa, y ambos bebimos en silencio por un momento.
No sabía cómo empezar, pero había algo en esa quietud que me empujó a ser honesto.
—Rodrigo... —empecé, jugando con la copa entre mis dedos—, todo esto... toda esta farsa... me está matando. No sé cómo lo manejás, pero para mí es demasiado. No es algo que hubiera elegido, si no fuera por la presión de Nico, de mi viejo, de.... todo.
Rodrigo, en lugar de interrumpir o quitarle importancia, se quedó quieto, escuchando. Sus ojos, normalmente tan vibrantes y llenos de vida, parecían más tranquilos, más presentes.
—No sé si te llegué a contar, pero odio estar en el centro de todo esto —continué—. No soporto la fama. No es lo que quería para mí. Yo solo quería escribir y tal vez que la gente llegue a conectar con mi escritura... y ahora me siento atrapado en algo que no controlo.
Rodrigo asintió, tomando un sorbo de su copa antes de responder.
—Entiendo lo que decís —dijo, con una voz más suave de lo que esperaba—. No lo parece, ¿verdad? Pero... también me siento abrumado. No siempre disfruto estar en el centro de atención. A veces, es como llevar una máscara las 24 horas del día. No podés ser vos mismo nunca... porque todos esperan algo de vos.
Lo miré sorprendido. Nunca me había imaginado a Rodrigo en esa situación. Siempre había asumido que la vida pública era su elemento natural.
—¿Posta? —pregunté, incapaz de ocultar mi escepticismo.
Rodrigo soltó una risa breve, casi triste.
—Sí. Es agotador, Iván. Al principio, me encantaba. La fama, las entrevistas, las luces... pero cuanto más tiempo pasa, más te das cuenta de que todo es una actuación. No solo cuando estás en un set. Todo el tiempo. Y llega un punto en que no sabés si alguna vez dejaste de actuar.
Hizo una pausa y luego agregó, casi en un susurro:
—Hubo un momento en el que casi dejo todo. Tuve una mala racha hace unos meses, y me planteé dejar la actuación por completo. Pero, de alguna forma, seguí adelante. Y ahora... bueno, aprendí a desconectarme emocionalmente de todo. Dejo de sentir la presión porque si la siento, me consume.
Me quedé en silencio, procesando sus palabras. Nunca hubiera pensado que Rodrigo también luchaba con dudas sobre su vida, su carrera. Verlo abrirse de esa manera me hizo sentir que, por primera vez, no estábamos tan lejos el uno del otro.
—Es raro, ¿no? —dije después de un rato—. Toda esta mierda que estamos haciendo, y de repente, tenemos una charla real.
Rodrigo sonrió, relajándose un poco más en su asiento.
—Sí, es raro. Pero no es tan malo. A pesar de todo, me gusta pasar tiempo con vos. Hay algo en vos... una autenticidad que no encuentro en los demás.
Me reí, sin saber bien cómo responder a eso, pero de una u otra forma conectando con lo que dijo. Era raro pensar que alguien como Rodrigo, que parecía encajar tan perfectamente en el mundo del espectáculo, pudiera ver algo en mí que lo hacía sentir más genuino. Yo, que siempre había tratado de mantenerme al margen de todo eso.
—No sé si soy tan auténtico como pensás —dije, encogiéndome de hombros—. Pero, gracias. Es raro... no suelo escuchar ese tipo de cosas.
Rodrigo me sonrió, pero esta vez no era la sonrisa brillante que usaba en las entrevistas. Era más suave, casi tímida.
—A veces es más fácil ser auténtico con alguien que no está intentando impresionar a todo el mundo —respondió—. Y eso es lo que me pasa con vos. No tenés esa necesidad de ser otra cosa. Te quedás con lo que sos, y eso es más raro de lo que pensás.
La conversación se fue apagando lentamente, pero el silencio que quedó entre nosotros no fue incómodo. Al contrario, había una paz en ese momento, como si ambos hubiéramos bajado las defensas un poco más de lo habitual.
Finalmente, Rodrigo se levantó de su asiento y apoyó la copa vacía en la barandilla del balcón.
—Bueno, Iván —dijo, mirándome—. Yo sé que todo esto es complicado, pero... capaz no tiene que ser tan malo. Al menos tenemos que disfrutar lo que podamos, ¿no?
Lo miré por un momento, intentando procesar sus palabras. Tenía razón. En medio de toda esta farsa, en medio de la presión de Nico, de la imagen pública, de las mentiras... podríamos encontrar momentos como este. Momentos en los que nada más importara.
—Sí... capaz —respondí, esbozando una pequeña sonrisa.
Rodrigo asintió, como si supiera que era todo lo que necesitaba escuchar. Y en ese momento, por primera vez, me sentí un poco más liviano.
—¿Te parece bien si vamos en camino al evento?— dijo, ofreciéndome una mano para levantarme.
Tomé su mano y me levanté del sillón, sintiendo una conexión genuina por primera vez desde que todo esto había empezado. Me sorprendía lo fácil que había sido hablar con Rodrigo, lo natural que se sentía estar a su lado cuando no teníamos que actuar. Había algo en esa tranquilidad compartida que me había relajado, aunque fuera por un momento.
Mientras nos dirigíamos hacia la puerta, me di cuenta de que, a pesar de la presión constante, de la farsa, de los titulares y las expectativas, había al menos una pequeña parte de todo esto que podría ser real. No en el sentido romántico que los medios querían ver, sino en la relación humana que, por debajo de todo, empezaba a desarrollarse.
Rodrigo me miró antes de salir del departamento, con esa sonrisa relajada que ahora reconocía como sincera, no la que reservaba para las cámaras.
—No te preocupes tanto por lo que digan, Iván. En serio. Hoy lo pasamos bien, ¿te parece?
Asentí, sintiendo que por primera vez en mucho tiempo, estaba preparado para enfrentar lo que fuera que viniera.
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Entre escenas y letras
RomansaIván Buhajeruk, un escritor que nunca quiso ser famoso, se ve obligado a fingir una relación con el actor Rodrigo Carrera para mantenerse en el ojo público tras el éxito de su última novela.