Al salir del departamento, el aire fresco me golpeó la cara y, por primera vez en horas, sentí que volvía a la realidad. Las calles, llenas de movimiento y ruido, me recordaron que había un mundo fuera de toda esta farsa. Caminé sin rumbo fijo, con la mente enredada en la discusión con Nico, pero sabiendo que necesitaba hablar con alguien que no estuviera tan involucrado en todo esto.
Goncho fue la primera persona que me vino a la mente. Él siempre había sido alguien directo, alguien con quien podía ser yo mismo sin el peso de las expectativas. Decidí llamarlo. Necesitaba escuchar su voz, su perspectiva, y sentir que, aunque fuera por un rato, no estaba solo en esta locura.
—¿Amigo?— me escuché decir a mi mismo cuando Goncho atendió la llamada.
—¿Iván? —respondió Goncho con su tono despreocupado de siempre, pero que de alguna manera lograba sonar preocupado. Pude notar esa pequeña pausa, esa duda en su voz, como si ya supiera que algo no estaba bien.
—Sí, soy yo. Necesitaba... hablar —dije, intentando que no se notara lo agotado que estaba, aunque sabía que con él era inútil disimular.
—¿Qué pasa, che? —preguntó, dejando de lado cualquier formalidad. Goncho nunca había sido de esos que dan rodeos.
Suspiré y miré alrededor mientras caminaba. Las calles estaban llenas de gente que seguía con su vida.
—Todo esto... me está superando. Nico, la farsa con Rodrigo, la prensa... —empecé a soltar sin pensarlo demasiado—. Me siento atrapado, Goncho. Como si estuviera perdiendo el control de todo en mi vida.
Hubo un breve silencio al otro lado de la línea, como si Goncho estuviera procesando lo que había dicho. Sabía que a él le costaba entender la magnitud de lo que estaba viviendo, pero siempre estaba dispuesto a escuchar.
—Escuchame, Iván —dijo finalmente—, vos no tenés por qué hacer esto si no querés. ¿Qué sentido tiene todo esto si te está matando por dentro?
—No lo sé —admití, mientras sentía una mezcla de frustración y alivio por poder decirlo en voz alta. No lo sabía. No sabía por qué seguía en todo esto—. Al principio pensé que sería una manera de manejar la prensa, de evitar un mal rumbo de este rumor... pero ahora se está volviendo algo más grande. Ya no se trata solo de mi imagen, se trata de controlar todo lo que soy.
Goncho soltó una pequeña risa seca, pero no de burla, sino de empatía.
—Ya te veo. Siempre pensaste que podías manejarlo todo, pero ahora estás en el medio de una tormenta, ¿no?
Asentí, aunque él no podía verme. Sabía que tenía razón. Pensé que podría mantener cierta distancia, controlar las cosas desde mi rincón, pero estaba atrapado, y ni siquiera Nico parecía entenderlo.
—¿Dónde estás? —preguntó de repente, cambiando de tono.
—Caminando. Por ahí, sin rumbo —contesté.
—Venite para casa. Tomamos algo, charlamos en serio —dijo, con esa sencillez que siempre me hacía sentir que, pase lo que pase, había una salida, aunque fuera solo una conversación honesta.
—Sí, puede ser... —dije, aunque sin mucho entusiasmo, pero con la sensación de que era justo lo que necesitaba.
—Dale, te espero. No tardes.
Colgué el teléfono y seguí caminando ahora con destino a el departameto de Gon, sintiendo el alivio de saber que al menos una persona en este lío me conocía sin máscaras, sin expectativas.
Caminar hasta el departamento de Goncho me hizo sentir como si la ciudad, por fin, me estuviera abrazando con su caos, pero de una manera más amigable. La brisa había dejado de ser tan fría y, por un momento, me olvidé de todo lo que me había pesado durante las últimas horas. Me había quedado con una sensación de frustración que necesitaba sacar, y Goncho siempre tenía la habilidad de hacer que todo pareciera más sencillo.
Cuando llegué a su edificio, el portero me reconoció y me dejó pasar sin problema. El lugar no era lujoso, pero era cómodo, y siempre me había dado esa sensación de calidez que mi propio departamento no tenía. Subí al séptimo piso, toqué la puerta y no tardó en abrirme.
—¡Iván! —dijo Goncho, con su voz ruda y su sonrisa que siempre me hacía sentir que no importaba lo que sucediera afuera, él estaba ahí para mí, me dio una palmada en el hombro y me hizo pasar al departamento.
El lugar, como siempre, estaba un poco desordenado. Los libros apilados, las cosas por aquí y por allá, pero era parte de su encanto. Se sentó en su sillón de siempre, encendió un cigarro y me hizo señas para que me sentara. Lo hice, dándole un vistazo al café que se estaba haciendo en la cocina, uno de esos rituales de Goncho que nunca cambiaba.
—Estás tenso, ¿eh? —dijo Goncho, lanzando una mirada rápida hacia mí mientras exhalaba el humo. Sabía que no me había presentado con la mejor cara.
—No sé cómo lo haces, pero sí... estoy... agotado —respondí, soltando un suspiro y dejándome caer en el sofá.
Goncho soltó una risa baja y me miró con esos ojos llenos de sabiduría callejera que desde adolescentes tenían una mezcla de diversión y seriedad.
—¿Qué te pasa, Iván? No es normal que te veas tan acelerado, suele chuparte todo un huevo.
Le conté lo que había pasado con Nico, cómo me sentía atrapado, como si todo lo que estaba haciendo para salvar mi carrera me estuviera costando mi paz mental. Y, por supuesto, le hablé sobre Rodrigo. Cada palabra que le decía parecía quitarme un peso de encima, y no podía evitar sentir un alivio al hablarlo.
Goncho escuchaba en silencio, pero en su mirada se notaba que estaba procesando cada palabra. Cuando terminé, guardó silencio unos segundos, mirando el cigarro como si las palabras que necesitaba decir vinieran de allí.
—Mirá, Iván... entiendo que todo esto te joda, que te sientas como un marioneta, pero... te estás enfocando en todo lo negativo. Esto, lo que estás haciendo, no es para siempre, ¿no? Es un truco. Un par de meses, como mucho. Lo importante es que mantengas la cabeza fría, ¿sabés? Nadie va a hacer que te olvides de quién sos, excepto vos mismo. Y el tipo que tenés al lado... si es tan amable como decís, podes entablar una relación de amistad para que te sea más llevadero.
Me sentí idiota por haberme dejado llevar por todo esto. Había hablado con Goncho, pero también me di cuenta de que no podía quedarme estancado en la queja. Tenía que seguir adelante.
—Pero... si lo decís así parece fácil. —le dije, un poco derrotado—. Nico me tiene las bolas por el piso, y esto está empezando a afectarme en más aspectos de los que pensé.
—Lo sé. Pero no te olvides de que nadie te puede obligar a hacer nada que no quieras hacer. Y si alguna vez sientes que esto te está hundiendo, terminalo. ¿Qué va a pasar? Te va a tocar algo de prensa y tal vez un par de titulares negativos, pero vas a estar bien, y lo importante acá sos vos.
Lo miré, y aunque no estaba 100% convencido, sentí que había algo de verdad en lo que me decía. No podía dejar que esto me venciera. Necesitaba seguir adelante, incluso si significaba mantener un poco de distancia de Nico y la situación en general.
—Tenés razón, Goncho. Solo... necesito tomarme un respiro.
—Exacto, amigo. Lo que menos te hace falta es preocuparte por los otros. Pensá en vos un toque, ¿si?
Asentí y, aunque la carga seguía allí, por primera vez desde que empezó todo sentí que las cosas no eran tan imposibles.
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a veces m agarra la locura y actualizo 3 capitulos de una KAKSJ
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Entre escenas y letras
RomanceIván Buhajeruk, un escritor que nunca quiso ser famoso, se ve obligado a fingir una relación con el actor Rodrigo Carrera para mantenerse en el ojo público tras el éxito de su última novela.