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Me desperté al día siguiente con la cabeza latiendo. El dolor me atravesaba las sienes mientras abría los ojos, pero la luz que se filtraba a través de las cortinas apenas me daba tregua. Mi boca estaba seca, y el sabor amargo del whisky de la noche anterior aún permanecía en mi lengua.

Me incorporé con dificultad, sentándome al borde de la cama, sintiendo el mareo golpearme con fuerza. Miré alrededor de la habitación, las botellas vacías estaban esparcidas en el suelo, junto con papeles arrugados y una taza de café frío que nunca terminé.

La noche después del evento fue una especie de fuga. Había entrado en mi pieza y, sin pensarlo mucho, saqué una botella de whisky del estante. La escritura suele fluir mejor cuando estoy solo y con el mundo apagado, pero anoche ni siquiera escribía para crear algo. Escribía como si estuviera poniendo en papel pensamientos que no me dejaban en paz, cada palabra era más pesada que la anterior.

La resaca no era solo del alcohol. Era una mezcla de cansancio emocional y la frustración acumulada por todo lo que me había agobiado en el evento.

Me levanté torpemente, tropezando con una pila de hojas desparramadas en el suelo, y se me dió por revisar algunas al azar. Eran páginas sueltas de lo que había intentado escribir anoche. Palabras incoherentes, frases incompletas, ideas a medio formar. No había logrado nada.

Miré mi reflejo en el espejo del baño. Parecía que llevaba semanas sin dormir. Me pasé una mano por el rostro, tratando de despejarme. Pero no era solo la resaca lo que me estaba hundiendo; era ese peso invisible, esa sensación de estar siempre luchando contra algo, aunque no siempre supiera qué.

—Iván, ¿puedo pasar? —escuché la voz de Nico desde el otro lado de la puerta.

Suspiré profundamente, no tenía ganas de hablar, pero sabía que Nico no se iría hasta asegurarse de que estaba bien.

—Sí, pasa —respondí con voz ronca, mientras me pasaba una mano por el cabello desordenado.

La puerta se abrió lentamente, y Nico entró, observando el desastre que era mi habitación. Sus ojos se detuvieron un segundo en las botellas vacías y los papeles esparcidos por el suelo. No dijo nada, pero su expresión lo decía todo.

—¿Otra noche intensa? —preguntó con una mezcla de sarcasmo y preocupación, cruzándose de brazos mientras se apoyaba en el marco de la puerta.

—Algo así —murmuré, sin mucho entusiasmo, apartando la mirada de él y volviendo a los papeles arrugados que tenía en la mano.

Nico soltó un suspiro, caminando hasta la ventana y corriendo las cortinas un poco más para que entrara más luz. El resplandor me hizo entrecerrar los ojos, como si me hubiera expuesto al sol por primera vez en días.

—¿Es por lo de anoche? —preguntó con más suavidad esta vez, dándome una mirada más comprensiva.

—Un poco... —respondí, dejando caer los papeles sobre la cama—. Todo fue demasiado. El evento, las preguntas, mi padre, y luego lo de Rodrigo Carrera..

Pude notar la mirada de Nicolás agrandarse, cómo si hubiera visto o recordado algo.

—¿Pasó algo?

—Ehh...— sacudió su cabeza y retomó su mirada habitual, solo que parecía algo nervioso — No del todo, solo necesito plantearte algo.

Asentí, indicándole que continuara.

—Recuerdas anoche, ¿no? Sobre el "Rumor" de vos y Carrera.

Me estremecí al recordar esa pregunta lanzada en medio del bullicio de la prensa. La referencia a Rodrigo Carrera siempre venía cargada de un aire de especulación, pero nunca pensé que fuera algo que se discutiera en serio. Me pasé la mano por el rostro, sintiendo cómo la frustración comenzaba a burbujear nuevamente.

—¿Qué pasó con eso? —pregunté, tratando de mantener la calma.

Nico se movió incómodo, mirando hacia el suelo antes de volver a mirarme.

—Bueno, se está comentando mucho en las redes. No solo en la prensa, sino en todos lados. Y gran cantidad de personas creen que hay algo más entre ustedes dos.

Sentí una mezcla de indignación y confusión. Era absurdo. Nunca había tenido una relación con Rodrigo más allá de la profesional.

—Es solo ruido —dije, encogiéndome de hombros—. La gente siempre necesita algo de qué hablar.

—Lo sé, pero... —Nico hizo una pausa, como si estuviera pesando sus palabras—. Llegaste a muchísima más gente gracias a aquel rumor, tal vez no te diste cuenta, pero subiste 300k de seguidores en instagram.

La noticia de esos seguidores nuevos me sorprendió. ¿De verdad un rumor tan absurdo había tenido ese efecto?

—¿300 mil? —repetí, incapaz de ocultar mi asombro.

Nico asintió, con una mezcla de seriedad y entusiasmo.

—Así es. La gente está interesada en tu vida personal. No es solo tu escritura, es también quién sos. Y aunque el rumor sea falso, te ha dado visibilidad.

Fruncí el ceño, sintiendo la incomodidad apoderarse de mí, sabía por donde estaba yendo la propuesta de Nicolás.

—Queres que finja estar en una relación con Rodrigo, ¿no?— Al ver cómo Nico asentía lentamente me hizo fruncir el ceño, sintiendo la incomodidad apoderarse de mí. No quería ser parte de un circo mediático, ni mucho menos convertir a Rodrigo en un accesorio de mi imagen pública —Eso no significa que tenga que jugar con esto, Nico. No quiero que me vean como alguien que busca atención a través de escándalos o relaciones falsas —dije, mi voz firme pero con un trasfondo de duda.

—Entiendo, pero piensa en esto. Si logras mantener la narrativa de que hay algo entre tú y Rodrigo, puedes controlar cómo se desarrolla la historia. Puedes usarlo a tu favor. Las relaciones públicas no tienen que ser algo negativo. Piénsalo así: el rumor ya existe. Si no lo aprovechas, alguien más lo hará, y puede que no de la manera que a ti te gustaría.

Era un argumento fuerte, y aunque no me gustaba la dirección que estaba tomando la conversación, sabía que había algo de verdad en sus palabras. ¿Era realmente tan malo?

—¿Y cómo funcionaría eso exactamente? —pregunté, a pesar de mi resistencia interna.

—Podrían aparecer juntos en eventos, hacer publicaciones casuales en redes sociales, un par de fotos en las que se vean cómodos el uno con el otro. Solo para mantener la idea en el aire. No tienes que estar realmente juntos, pero te dará una imagen de alguien que tiene una vida personal interesante, que atrae a la gente.

La idea se instaló en mi mente, y aunque me costaba aceptarla, había un cierto atractivo en ella. Imaginarme a mí mismo dirigiendo las conversaciones, eligiendo qué era lo que se decía sobre mí...

—Está bien —dije finalmente, sintiendo que la decisión comenzaba a tomar forma en mi mente—. Haremos esso. Pero quiero dejar en claro que esto no es real, y no quiero que se convierta en algo más que una fachada.

Nico sonrió, y el alivio se reflejó en su rostro.

—Eso es todo lo que pido. Solo lo suficiente para mantener a raya los rumores y, quizás, un poco de atención positiva en tu dirección. Haremos un plan, y te ayudaré a gestionarlo.

Me quedé mirando hacia la ventana, la luz del día filtrándose por las cortinas. Por un momento, la idea de usar ese rumor a mi favor comenzó a parecerme menos como una traición y más como una estrategia necesaria en un mundo donde el espectáculo lo es todo.

—Solo espero que esto no se vuelva un desastre —murmuré, la inquietud aún presente en mi pecho.

—Confía en mí, Iván. Lo manejaremos con cuidado —respondió Nico, su voz llena de confianza.

Entre escenas y letrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora