Capitulo 29

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NATURE OF THE BEASTS

El aire del campo de batalla se espesó.

No sólo por la tensión, sino por las reverberaciones espeluznantes y profundas de las ondas sonoras de Claúdio.

Cada clic enviaba un pulso a través de la atmósfera, como el ritmo de un latido oscuro y malévolo. Deformaba el tejido mismo del mundo que los rodeaba. El escudo de Bella parpadeó, temblando bajo la presión. Una sola onda se extendió a través de la barrera protectora en cuyo mantenimiento había invertido todas sus fuerzas.

Por primera vez, sintió que algo la atravesaba.

Como si se formara una grieta en un muro sólido, dejando entrar el más leve susurro de peligro. El aire se agitó como si manos invisibles jugaran con él. La realidad se inclinó, balanceándose bajo el implacable asalto de Claúdio. La tensión crecía. Espesa. Asfixiante. Como la marea creciente antes de una tormenta que amenaza con ahogar todo a su paso.

La presencia de Claúdio se coló en sus defensas. Abrumadora e insidiosa. Bella apretó los dientes y perdió la concentración por un momento. El escudo, antes impenetrable, empezó a ondular y a vibrar. Ya no era sólido, sino inestable. El aire parecía combarse a su alrededor, presionándola desde todos los lados. Como si la propia atmósfera se estuviera desgarrando. Bella podía sentirlo. La presión creciendo, tirando de ella hacia dentro. Amenazaba con deshacer todo lo que había luchado por proteger.

La aguda respiración de Eleazar resonó cerca. Atrajo la atención de los demás defensores.

Sus ojos se entrecerraron, fijándose en el campo de batalla con repentina y sombría comprensión. "Son sus ondas sonoras", murmuró, con la voz baja, llena de alarma. "Están alterando el escudo. No sólo físicamente, sino en su propia esencia. Está manipulando el campo de energía, convirtiéndolo de algo sólido a algo fluido".

A su alrededor, los Volturi se agitaron.

Félix y Dimitri estaban al frente, preparados como panteras listas para atacar. Sus ojos brillaban con violenta expectación. Santiago los flanqueaba con los guardias menores, todos ansiosos por derramar sangre. Detrás de ellos, Aro observaba con inquietante calma. Caius, sin embargo, era diferente. Su impaciencia estaba grabada en cada músculo tenso. Sus ojos parpadeaban inquietos entre Claúdio y el vacilante escudo. Cerca de él, Chelsea revoloteaba, con una mirada aguda y calculadora. Buscaba debilidades emocionales, intentando desentrañar los lazos que mantenían unidos a los Cullen.

Entonces, como la ruptura de una presa, las ondas sonoras de Claúdio alcanzaron un crescendo.

Los chasquidos fueron más rápidos, más profundos.

El aire palpitaba con su ritmo.

El escudo de Bella brilló, los bordes se deshicieron como si se disolvieran bajo las implacables vibraciones. Se estremeció, con la respiración entrecortada por el esfuerzo. Sus músculos se tensaron, resistiendo la fuerza que amenazaba con destrozarla.

Un murmullo de miedo recorrió las filas de los Cullen. La voz de Eleazar atravesó el ruido, cargada de urgencia. "No es un ataque directo. Es más sutil. Está debilitando la estructura, volviéndola porosa. Si sigue así, los Volturi la atravesarán".

Entonces, con un rugido como el de una bestia que se libera de sus cadenas, los Volturi se lanzaron al ataque. Su número se extendió por el campo de batalla como una marea oscura. Félix, Dimitri y Santiago encabezaban la carga. Sus siluetas se desdibujaban a una velocidad sobrenatural, con movimientos fluidos como sombras proyectadas por la luna.

Félix, imponente y lleno de fuerza bruta, fue el primero en chocar contra la línea de los Cullen. Su poderoso cuerpo era como un ariete. Emmett se encontró con él de frente. Los dos vampiros chocaron con tal ferocidad que el suelo pareció temblar bajo ellos.

Moonchild | RosellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora