Este capítulo inicia con el punto de vista de Jisung luego de que haya dejado a Minho solo.
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Estaba muy feliz, ver el avance de Minho lo hacía sentirse de esa forma.
¿Y cómo no? Eso significaba que pronto podría volver con su alfa a casa. Sin dudas la idea le hacia su corazón latir con rapidez con solo imaginar sus días estando juntos tal y como hacían antes.
—Perfecto, ahora siéntate en la camilla, voy a examinar tus músculos—El alfa no tardó en sentarse y esperar a que continuara—¿puedes quitarte la camisa Minho?—.
Jisung noto enseguida la mirada que Minho le dio, aquellos ojos profundos como un enorme lago nocturno se clavaron en los suyos y tembló.
¿No le quería ahí?
De acuerdo, eso había dolido.
—Ah ya entendí, te espero afuera cielo—Sonrió apenas y salió del cuarto—Mierda, creo que no debí haber entrado desde un inicio—Murmuro, sentándose en uno de los bancos que estaba allí en la sala de espera—.
No pudo evitar pensar en aquella situación.
No lo habían hablado mucho, la verdad fue muy corta aquella conversación acerca de Minho y como se sentía con su cuerpo.
Sabía que este detestaba su apariencia actual por las cicatrices que le habían quedado, el varias veces intento decirle que no había nada de malo pero Minho no lo sentía así.
Y lo entendía, claro que lo hacía y tampoco quería obligarlo a cambiar de un momento a otro su pensamiento.
Pero aquello lo hacía sentir como si... Como si no se tuvieran esa confianza, como si Minho creyera que por su apariencia actual no iba a querer seguir con el.
Como si el alfa ya no quisiera estar a su lado.
Su lado racional le decía que no lo piense de esa forma y que lo entienda, que podrían hablarlo luego.
¿Pero su lobo?
Lo había sentido como un rechazo directo por parte de su alfa. Y eso era lo que le estaba lastimando.
Suspiro, agobiado. Cuando sintió que las ganas de llorar le invadían la puerta del consultorio se abrió de golpe, el doctor salió y le sonrió.
—Puedes entrar ya Jisung—Le informo, este enseguida puso su mejor cara y con la yemas de sus dedos tanteo sus ojos, quitando todo rastro de alguna lágrima que haya querido salir—¿Estás bien?—.