Misterios en la Oscuridad

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El día siguiente fue extraño, pero todo parecía mejorar... hasta que la nieve hizo su aparición. Nunca había visto nevar fuera de una película, y descubrir que la nieve no era como me la imaginaba fue más decepcionante de lo que esperaba.

Cuando llegué al estacionamiento de la escuela, los remolinos blancos giraban erráticamente en el aire. Scott McCall se acercó a mí con su sonrisa habitual, pero sus ojos brillaban con una energía inusual. Me saludó animadamente mientras esquivábamos estudiantes que se lanzaban bolas de nieve por doquier.

—¡Vaya! Mira eso, Stilinski. Nieve por primera vez este año. —Scott parecía genuinamente emocionado.
—No está mal —respondí con indiferencia, encogiéndome de hombros. Pero la verdad era que me incomodaba. No había esperado que el frío calara tanto en mis huesos.

El día transcurrió con su rutina habitual, pero el ambiente de celebración en la escuela me hacía sentir aún más ajeno a ese lugar. Derek Hale seguía sin aparecer, y su ausencia se había vuelto una sombra constante en mi mente. Era como si me estuviera volviendo paranoico, pero no podía evitar preguntarme por qué me importaba tanto.


Durante el almuerzo, me senté con Scott y el grupo que se estaba volviendo mi compañía habitual. Alison y Isaac charlaban alegremente sobre los planes para una excursión a La Push, una playa cercana. Me invitaron a unirme, y aunque no me entusiasmaba la idea de pasar un día en la playa en pleno invierno, acepté para no parecer grosero.

—Va a ser genial, Stilinski —me dijo Mike, dándome una palmada en la espalda. —La Push es hermosa en esta época del año.

Asentí con una sonrisa forzada, tratando de parecer entusiasmado. Sin embargo, mis pensamientos estaban en otro lado: ¿Qué habría hecho Derek Hale para evitar la escuela?

Cuando entré en clase de biología esa tarde, no esperaba verlo allí. Pero Derek Hale estaba sentado en su lugar, inmóvil como una estatua, con esa expresión imperturbable que ya comenzaba a reconocer. Mi corazón dio un vuelco. Por un momento, no supe qué hacer. Me acerqué lentamente y tomé asiento junto a él, sin saber si debía decir algo o permanecer en silencio.

No había hostilidad en su expresión, pero tampoco había ninguna señal de que quisiera hablar. Era como si estuviera conteniendo algo, un impulso peligroso.

—Hola —murmuré, más por nerviosismo que por cortesía.

Derek no respondió. Ni siquiera me miró. Su cuerpo permanecía tenso, como si cualquier movimiento pudiera hacer que perdiera el control. Decidí centrarme en la clase, aunque sentía su presencia como un peso sobre mis hombros.

La clase de biología avanzaba lentamente. El profesor, el señor Deaton, estaba explicando algo sobre células vegetales, pero me resultaba imposible concentrarme. Todo mi enfoque estaba en Derek Hale, que no había cambiado su postura rígida desde que me senté. Se mantenía tan alejado como le permitía la pequeña mesa de laboratorio, sin mirarme ni una sola vez.

El ambiente entre nosotros era tan denso que casi podía cortarlo con un cuchillo. ¿Por qué estaba tan incómodo conmigo? Me mordí el labio, resistiendo la tentación de preguntarle directamente. Era obvio que había algo más detrás de su comportamiento, pero no era el momento adecuado para indagar.

Cada vez que intentaba mirarlo de reojo, Derek parecía más tenso, como si mi simple presencia le resultara insoportable. El contraste era impresionante: su apariencia era perfecta, como esculpida por algún artista obsesionado con los detalles, pero su expresión transmitía una tormenta interna.

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