En las Garras del Destino

27 6 0
                                    


Corrimos por varios minutos más, pero mi mente no podía alejarse de Derek. Cada fibra de mi ser me gritaba que no debía dejarlo solo. Él me necesitaba tanto como yo a él. Finalmente, me detuve en seco.

—No puedo seguir corriendo, Scott. —Las palabras salieron antes de que pudiera detenerlas.

—¿Qué? ¿Qué demonios estás diciendo? —preguntó Scott, girándose hacia mí con incredulidad.

—Voy a volver por él. —No había espacio para dudas en mi voz.

—¡Stiles, no puedes! Si vuelves, te matarán. ¿Es eso lo que quieres?

Sí, tal vez era una locura. Pero sabía que si seguía corriendo y algo le pasaba a Derek, nunca podría perdonármelo.

—No puedo dejarlo solo, Scott. —Mi voz temblaba, pero no era de miedo. Era de decisión. Tenía que encontrarlo.

Scott apretó los dientes, debatiéndose internamente. Finalmente, asintió con frustración.
—Está bien, pero vamos juntos. No pienso perderte también.

Nos dimos la vuelta y corrimos hacia el lugar donde habíamos dejado a Derek. El miedo crecía en mi interior con cada paso, pero no importaba. Lo único que importaba era llegar a él a tiempo.

El sonido de voces llegó a nuestros oídos. Cazadores. Y en medio de ellos, escuché algo que hizo que mi corazón se detuviera: un gruñido bajo y familiar. Derek estaba peleando.

—Está cerca —susurró Scott, transformándose rápidamente en su forma de lobo. Nos movimos sigilosamente entre los árboles, acercándonos al claro donde el enfrentamiento se desarrollaba.

Cuando llegamos al claro, vi a Derek rodeado por cuatro cazadores, todos armados con arcos y ballestas. Estaba cubierto de sangre, pero seguía peleando. Cada movimiento suyo era rápido y letal, pero podía ver que estaba agotado.

Mi corazón se encogió al verlo así. No podía quedarme de brazos cruzados.

—¡Derek! —grité, saliendo de entre los árboles sin pensar.

Los cazadores giraron hacia mí al instante, sorprendidos por mi aparición.

—¡Stiles, no! —gritó Derek, pero ya era demasiado tarde. Yo estaba allí, y no pensaba retroceder.

Antes de que los cazadores pudieran reaccionar, Scott se lanzó sobre ellos con un rugido feroz. Su forma de lobo era imponente, y en cuestión de segundos, la ventaja numérica de los cazadores se desvaneció. Derek aprovechó la distracción para acabar con los dos restantes con una velocidad aterradora.

Y entonces todo quedó en silencio.

Derek se giró hacia mí, sus ojos oscuros llenos de furia y alivio a partes iguales.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —gruñó, acercándose a mí con pasos rápidos.

—Vine por ti —respondí, sin dejarme intimidar. —No iba a dejar que te quedaras aquí solo.

Derek se detuvo a un paso de mí, su pecho subiendo y bajando rápidamente por el esfuerzo. Durante un momento, ninguno de los dos dijo nada. El aire entre nosotros estaba cargado de todo lo que no se podía decir en palabras.

—Eres un idiota, Stiles. —Las palabras de Derek eran suaves, casi un susurro.

—Sí, lo sé. Pero soy tu idiota. —Una sonrisa temblorosa apareció en mis labios.

Derek dejó escapar una risa baja, llena de algo que no era del todo frustración. Era cariño. Y en ese momento, me atrajo hacia él y me besó.

El beso fue desesperado, como si ambos supiéramos que podríamos haber perdido esta oportunidad para siempre. Me aferré a él, sintiendo la urgencia en cada movimiento, como si ese beso fuera la única forma de asegurarnos de que estábamos vivos.

Cuando finalmente nos separamos, su frente se apoyó contra la mía, nuestras respiraciones entrelazadas.
—Nunca vuelvas a hacer algo así, ¿entendido? —murmuró Derek, su voz temblando ligeramente.

—Lo prometo. —Pero ambos sabíamos que era una mentira. Si alguna vez volvía a estar en peligro, no dudaría en hacer lo mismo.

Scott se acercó a nosotros, volviendo a su forma humana, con una sonrisa cansada pero satisfecha.
—Es bueno ver que siguen enteros... aunque apenas.

Nos quedamos allí un momento más, dejando que la calma nos envolviera por un breve instante. Habíamos ganado esta batalla, pero sabíamos que el peligro aún no había terminado.

Sin embargo, por primera vez, no importaba lo que viniera después. Estábamos juntos. Y eso era todo lo que necesitábamos para seguir adelante.

Beacon HillsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora