La Ruina y el Renacimiento

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El camino hacia las ruinas Hale era más difícil de lo que esperábamos. El aire era denso, como si el bosque mismo supiera que algo terrible estaba por suceder. Las sombras parecían más largas, los árboles más altos, y cada paso que dábamos era acompañado por el crujido amenazante de las ramas bajo nuestros pies.

Derek lideraba el camino, con una intensidad silenciosa, como si este lugar tuviera más peso emocional del que estaba dispuesto a admitir. Scott y yo seguíamos detrás, intercambiando miradas de preocupación. Ambos sabíamos que la batalla aún no había terminado.

—¿Cuánto falta? —pregunté en voz baja, tratando de no romper la frágil calma que nos rodeaba.

—No mucho —respondió Derek sin mirarme. —Pero tenemos que estar preparados. No es un lugar seguro... solo el único que nos queda.

Llegamos finalmente a las ruinas de la antigua mansión Hale. Lo que quedaba del edificio eran escombros ennegrecidos por el fuego, vigas rotas y paredes derrumbadas. El silencio era abrumador. Era como si el lugar aún guardara las sombras del pasado, de lo que había sido y lo que nunca volvería a ser.

Derek se quedó quieto, mirando lo poco que quedaba de su antiguo hogar. Podía ver la lucha en sus ojos, la batalla entre la tristeza y la furia, entre el dolor y la necesidad de seguir adelante.

Me acerqué a él en silencio y puse una mano en su hombro. No dije nada; no era necesario. Estaba aquí, con él, y eso era suficiente.

Derek suspiró y me lanzó una mirada que lo decía todo: gracias.

Entramos en lo que alguna vez fue el salón principal de la mansión, ahora reducido a un espacio abierto cubierto de cenizas. El viento soplaba suavemente a través de las paredes rotas, trayendo consigo una extraña sensación de paz. Era temporal, lo sabíamos, pero la aprovechamos mientras durara.

—No tenemos mucho tiempo —dijo Scott, rompiendo el silencio. —Si los cazadores nos siguen hasta aquí, no podremos resistir solos.

—No nos van a encontrar —aseguró Derek. Había una determinación feroz en su voz, una certeza que no dejaba espacio para el miedo.

Nos sentamos en silencio por un momento, cada uno perdido en sus propios pensamientos. El peligro seguía allí afuera, pero por ahora, teníamos un respiro. Y en ese respiro, todo lo demás parecía desvanecerse.

La noche cayó rápidamente, cubriéndonos con su manto oscuro. El frío se colaba entre las ruinas, pero no me importaba. Me quedé cerca de Derek, sintiendo su presencia como un ancla que me mantenía firme.

—¿Estás bien? —le pregunté en voz baja.

Derek me miró por un momento largo, como si estuviera decidiendo si responder con honestidad. Finalmente, asintió, pero en su mirada había algo más. Algo que había estado guardando durante mucho tiempo.

—No sé lo que va a pasar mañana, Stiles —dijo, su voz baja y cargada de emoción. —Pero lo que sea, quiero que sepas que... esto es real para mí. Tú eres real para mí.

Mi corazón se detuvo por un segundo. Sabía lo difícil que era para él decir esas palabras, y por eso significaban tanto.

—Lo sé, Derek. —Me acerqué más a él, hasta que nuestros rostros quedaron a centímetros de distancia. —Y pase lo que pase, no te voy a dejar.

Derek no dijo nada más. En lugar de eso, me besó.

El beso fue lento, cargado de todo lo que habíamos pasado juntos y lo que todavía nos esperaba. No había miedo esta vez, solo certeza. Nos habíamos elegido, y ese momento era nuestra promesa silenciosa de que no importaba lo que viniera después, nos enfrentaríamos a todo juntos.

Sus labios eran fríos, pero su beso era cálido, lleno de vida. Me aferré a él, dejando que la sensación de estar con él me envolviera por completo. Era nuestro momento, un respiro antes de la tormenta.

El momento se rompió con el sonido distante de ramas rompiéndose. El peligro había llegado.

Derek se separó de mí con una rapidez felina, su mirada fija en la oscuridad más allá de las ruinas.
—Están aquí.

Scott se puso en pie al instante, sus ojos brillando en la penumbra.
—Tenemos que pelear.

Sabía que no había otra opción. No podíamos seguir huyendo. Era el momento de enfrentar el peligro de una vez por todas.

Me giré hacia Derek, y en sus ojos vi la misma determinación que sentía dentro de mí. Habíamos llegado hasta aquí juntos, y así seguiríamos hasta el final.

—Vamos a hacerlo —murmuré, apretando su mano por un segundo antes de soltarla.

Derek asintió, su expresión firme y decidida. Esta vez, no estaríamos solos.

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