Beacon Hills

Confesiones Nocturnas

La noche había caído sobre Beacon Hills, y con ella, la sensación de que algo oscuro se estaba acercando. El viento aullaba entre los árboles del bosque, golpeando las ventanas de mi habitación con una insistencia perturbadora. Intenté dormir, pero mi mente no me dejaba en paz. Derek Hale ocupaba cada uno de mis pensamientos.

No sabía qué era lo que más me inquietaba: la atracción peligrosa que sentía hacia él o la certeza de que estaba en el centro de un mundo que apenas comenzaba a comprender.

El sonido de algo golpeando la ventana de mi habitación me sobresaltó. Mi corazón se aceleró al instante. Me levanté lentamente, acercándome a la ventana con cautela, y allí estaba: Derek Hale. Estaba de pie en la rama del árbol frente a mi ventana, con una expresión seria y algo sombría.

Abrí la ventana de golpe, sintiendo el aire frío de la noche invadir mi habitación.
—¿Derek? ¿Qué estás haciendo aquí?

—Necesitaba hablar contigo. —Su voz era baja, casi un susurro, pero cargada de urgencia. Había algo peligroso en su mirada, algo que me hizo temblar.

—¿Y eso no podía esperar hasta mañana? —pregunté, tratando de sonar sarcástico para ocultar mi nerviosismo.

—No. —Derek saltó con la gracia sobrenatural que lo caracterizaba y aterrizó silenciosamente en mi habitación.

Derek se quedó allí, inmóvil por un momento, como si luchara con algo que no sabía cómo expresar. Había un peso en el aire entre nosotros, una tensión que no podía ignorarse.

—Estoy haciendo algo que no debería —dijo finalmente, sin apartar la mirada de mí. —No debería acercarme a ti, Stiles. Pero no puedo evitarlo.

Mi corazón dio un vuelco. Había una sinceridad cruda en su voz, una vulnerabilidad que nunca antes había visto en él.

—¿Por qué no puedes? —susurré, dando un paso más cerca de él.

Derek me miró como si no hubiera otra opción.
—Porque cada vez que estoy cerca de ti, es como si todo lo demás dejara de importar.

Sus palabras quedaron flotando en el aire, cargadas de un significado que ambos entendíamos demasiado bien.

Nos quedamos en silencio durante unos segundos que se sintieron eternos. El peso de sus palabras me envolvía por completo. No era solo atracción lo que sentía. Era algo más profundo, algo que me asustaba y emocionaba al mismo tiempo.

—No importa lo peligroso que seas —dije finalmente, rompiendo el silencio. —No pienso alejarme.

Derek cerró los ojos por un momento, como si estuviera absorbiendo mis palabras. Y entonces, sin previo aviso, dio un paso hacia mí, acortando la distancia entre nosotros. Podía sentir el aire helado a su alrededor, pero no retrocedí.

Sus ojos se encontraron con los míos, y en ese momento, el mundo dejó de existir.

Justo cuando pensé que el momento se prolongaría, un ruido afuera rompió la atmósfera. Ambos giramos la cabeza hacia la ventana. Algo se movía en la oscuridad del bosque, algo que no pertenecía allí.

—¿Lo escuchaste? —pregunté, pero ya sabía la respuesta. Derek se tensó al instante.

—Tenemos que salir de aquí —dijo, su voz ahora llena de urgencia. —No es seguro.

Sin darme tiempo para procesar lo que estaba pasando, Derek me agarró del brazo y me arrastró hacia la puerta. Había algo en el aire, algo que nos acechaba desde las sombras. El peligro estaba más cerca de lo que imaginaba.

Salimos de mi casa en silencio, moviéndonos con rapidez a través del bosque. El viento frío nos envolvía, y cada sombra parecía cobrar vida mientras avanzábamos entre los árboles. No sabía a dónde íbamos, pero confiaba en Derek. Siempre confiaría en él.

Finalmente, nos detuvimos en un pequeño claro, donde la luna llena se filtraba entre las ramas de los árboles. Derek se giró hacia mí, con el rostro tenso pero decidido.

—No puedo seguir manteniéndote al margen, Stiles. Si vas a estar cerca de mí, tienes que saberlo todo.

—Estoy listo —respondí, sin dudarlo. Porque por primera vez en mucho tiempo, sabía que estaba exactamente donde quería estar.