Capítulo 6

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Narra Aquamarina

¿Por que mi hermana pequeña ha tenido que salir tan curiosa y nerviosa?

Hace más de diez minutos que me adentré en el pequeño bosque que hay tras las orilla. Me duelen los pies ya que nosotras siempre solemos ir descalza y los arbustos y maleza alta no ayuda para mis pies tan sensibles.

Cuando retiro una hoja gigantesca de una palmera baja el aire vuelve a mis pulmones cuando veo a mi hermana sentada.

—Ariel que susto me has dado. No vuelvas a irte así

No se para que se lo pido si luego siempre me hace lo mismo.

Cuando se levanta veo que trae una especie de animal gris entre sus manos.

—Tiene un ala rota, hermana. Era lo que se estaba moviendo detrás del arbusto —me dice enseñándome un pequeño polluelo al que le sonrie con dulzura.

Ojalá pudiera transmitiros la felicidad que siente Ariel cada vez que salva o  ayuda a un animal.

—No, ni se te ocurra Ariel, déjalo donde estaba —le exijo sabiendo sus intenciones.

Pero en vez de hacerme caso lo único que consigo es que baje las cejas y se enfade.

—No lo pienso dejar solo. Está malito de un ala, no puede sobrevivir así.

Cierro los ojos e intento inhalar aire para armarme de paciencia.

—No puedes llevártelo Ariel.

—Por favor Aquamarina. Además es súper pequeñito mira.

Al enseñarmelo veo como el pajarito está envuelto por un plumaje esponjoso gris y tiene un pico negro acompañado de las patas del mismo color.

Al segundo identifico lo que es.
Vivir toda la vida en plena naturaleza hace que te conozcas a todos los tipos de animales que viven a tu alrededor.

—Es pequeñito porque es un bebé Ariel. Pero es una gaviota ¿vale? Eso crece muchisimo.

De repente Ariel me lo retira y lo envuelve de nuevo entre sus brazos para sentarse en el suelo y girar la cabeza hacia el otro lado de donde estoy.

Siempre hace lo mismo cuando se enfada. Me gira la cara y evita mirarme y hablarme.

Me empiezo a poner nerviosa cuando continuo escuchando la campana que está tocando mi abuelo. Me hace recordar que algo malo está apunto de pasar y tenemos que irnos ya.

—Ariel venga levantate —le digo intentandola agarrar del brazo para levantarla pero no hay manera.

Las hojas de los árboles y las palmeras comienzan a hacer un unísono cuando todas se mueven al compás
De repente el sol se esconde tras las nubes y un leve frescor choca contra nosotras.

—No me voy de aquí sin el pajarito —dice aún mirando hacia el otro lado. Ni si quiera se digna a mirarme.

Suspiro y me restriego las manos en la cara desesperada por los caprichos de mi hermana.

El viento se hace notar cada vez más fuerte, lo noto por como se nos mueve el pelo con fuerza y varias hojas comienzan a volar entre nosotras.

La campana sigue sonando.

—¿Sabes qué? Está bien, llevate a la gaviota, haz lo que quieras pero vámonos.

En cuestión de segundos Ariel se levanta de un salto con el ave entre sus brazos y me regala una sonrisa de oreja a oreja.

—Me encanta negociar contigo hermana —dice con esa voz aguda de niña pequeña que tiene.

Ruedo los ojos y le hago un gesto con la cabeza para empezar a caminar hacia la orilla. Mientras que esquivamos arbustos, plantas altas y palmeras le sigo hablando.

—Entre tu nombre y la gaviota, solo te falta el cangrejo para ser la viva imagen de la sirenita

Cuando me giro para mirarla la veo con cara de asombro y de repente dice lo que menos me imaginaba.

—¿Puedo tener un cangrejo? 

Ruedo los ojos

—Por ahora preocuparte en pensar en cómo te vas a llevar a la gaviota a la torre. Te recuerdo que tenemos que ir nadando con la tabla hasta llegar a ella. Y luego ponte a subir las escaleras hasta arriba

—Lo meteré en la bolsita que tengo para las conchas.

Mi hermana siempre suele traer una bolsa atada a la tabla por si de encuentra algo que le guste en la orilla.

—Lo vas a asfixiar.

—¡Que no! Que yo le dejo un poquito abierto. Además solo serán dos minutos —repone Ariel.

El viento fuerte hace que la arena y la tierra nos entre en los ojos por lo que continuamos con ellos entre cerrados. Después de caminar entre el bosque durante diez minutos por fin vemos de nuevo la arena blanca de la orilla.

Pero no todo está como antes.

Grandes olas rompen en la orilla mientras que un tenebroso y oscuro cielo sin sol hace que empecemos a temer el estar aquí.

Noto como mi hermana Ariel me agarra la mano con fuerza mientras que con la otra sigue agarrando al pajarito.

Las olas son cada vez más gigantescas, y rompen con tanta fuerza que nos obliga a volver hacia atrás para que nos no lleve en el arrastre con ellas.

Son tan grandes que no consigo averiguar los metros que alcanzan. Un gran viento continua revoloteando todo lo que pilla y de repente el sonido de unos truenos desde el cielo retumban en toda la costa.

Una niebla dispersa hace que la torre apenas se logre ver desde lejos.

Las olas siguen aumentando su altura de tal manera que llego a pensar de que podemos estar en peligro cuando una ola rompa cerca de nosotras. Si las olas siguen creciendo en altura podrían arrastrarnos.

Ahora entiendo porque mi abuelo estaba haciendo sonar la campana. Era por que el podía ver la tempestad que estaba llegando por el horizonte.

Quería que volviéramos antes de que la tempestad llegara.

Pero ya es demasiado tarde.
Ya nos a alcanzado.

Mi hermana pequeña me abraza corriendo y yo me agacho para estar a su altura. Está llorando porque hasta ella sabe que estamos en peligro.

—¿Podemos ir a la torre? —me pregunta en un hilo de voz con esperanza.

—Ya no podemos volver —le contesto

—Ya no podemos volver —le contesto

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TorreMuelle ( Gavi )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora