Capítulo tres; cuarto prohibido

241 28 0
                                    

🖤

La joven de piel clara y cabello castaño reemplazado por una vibrante peluca azul se encuentra en el escenario iluminado. Sus ojos azules brillan tanto como su atuendo: un vestido corto de color azul rey con bordes grises que relucen bajo las luces del escenario, gracias al brillo que lo cubre.

Naira comienza su actuación con un suave balanceo de caderas, marcando el ritmo de la música con movimientos sensuales pero controlados. Da un par de pasos hacia adelante en puntas de pie, estirando los brazos en un gesto elegante, como si invitara al público a seguirla en su historia.

Aunque no es la bailarina principal, su baile es una mezcla hipnotizante de sensualidad y elegancia. Cada movimiento es preciso, pero fluido, como si estuviera contando una historia a través de su cuerpo. Llevando todas las miradas sobre ella.

Sus pasos la llevan a deslizarse y girar con gracia, mientras el vestido destella bajo los reflectores, acentuando su figura.

Gira sobre sí misma con precisión, dejando que el vestido se abra como un abanico brillante. Luego, combina un movimiento de brazos fluido, que dibuja formas en el aire, con un ligero arqueo de espalda que enfatiza la gracia de su postura.

Se inclina hacia un lado con un paso cruzado, extendiendo una pierna y flexionándola lentamente, antes de regresar al centro con un giro rápido. Finaliza con un movimiento de ondulación que recorre su cuerpo, desde los hombros hasta las caderas, proyectando sensualidad sin perder la elegancia.

El clímax de la coreografía incluye un salto ligero, que aterriza suavemente, seguido de una pose final con un brazo alzado y una pierna ligeramente hacia atrás, como una estatua de dinamismo y glamour. Cada paso de Naira está cuidadosamente ejecutado para transmitir un equilibrio perfecto entre lo atrevido y lo refinado, conquistando a su audiencia con su presencia magnética.

Mientras Maira desliza sus pasos sobre el escenario, exudando una mezcla hipnotizante de sensualidad y elegancia, un hombre irrumpe discretamente en el bar. Es imposible no notarlo: su presencia es tan imponente como su figura.

Su cabello negro perfectamente peinado contrasta con su camisa blanca arremangada, que deja al descubierto sus brazos firmes. Su piel clara y su porte erguido lo hacen parecer una figura esculpida a propósito para sobresalir en cualquier entorno.

Sus ojos oscuros, intensos y profundos, se fijan inmediatamente en Naira, como si el tiempo se detuviera. Queda flechado, incapaz de apartar la mirada de la joven que se mueve como si dominara el mundo desde ese escenario. Observa cómo su vestido azul brillante destella con cada giro y cómo sus movimientos cuentan una historia sin palabras.

El hombre, deja atrás a sus amigos ignorando sus llamados y avanza unos pasos, quedando justo en el límite de las luces del escenario, mientras una mezcla de admiración y fascinación se dibuja en su rostro.

Su respiración se ralentiza, como si temiera romper la magia del momento. En ese instante, Naira, concentrada en su danza, gira sobre sí misma y por un breve segundo sus ojos azules se cruzan con los de él. Ese cruce de miradas es eléctrico, una conexión silenciosa que le roba el aliento.

Queda claro que el hombre, quien hasta hace un momento parecía inquebrantable, ha sido conquistado por la presencia y el talento de Naira, una fuerza que no esperaba encontrar y que lo deja completamente cautivado.

La castaña sabe que lo ha visto antes. Pero el éxtasis del escenario no le permite recordarlo. Sabe que esos ojos oscuros han chocado con los suyos, busca en su mente aquel momento que debía ser inolvidable, pero no logra sacar su presencia de su mente.

Cuando finalmente detiene su danza, su respiración agitada y la ligera capa de sudor que la envuelve, no son impedimento para que busque esos ojos entre el público que ha estallado en aplausos, gritos y lanzamiento de billetes.

Naira, aún recuperándose de la intensidad de su actuación, se detiene en el centro del pequeño escenario del bar, bañada por los aplausos y las luces cálidas que iluminan su figura. Sin embargo, sus ojos no buscan la ovación, ni siquiera a los clientes que gritan elogios desde sus mesas. Ella recorre el lugar con la mirada, ansiosa, buscando esa figura imponente que la desestabilizó durante su baile.

Por fin lo encuentra, de pie en el límite de las luces que delimitan el escenario. Él permanece allí, inmóvil, con las manos en los bolsillos de su pantalón oscuro y una intensidad en su mirada que parece atravesarla. Su camisa blanca arremangada deja al descubierto sus brazos, y su porte firme le da un aire de misterio y control.

De repente, una imagen estalla en su mente como un relámpago: lo había visto antes. La habitación prohibida, aquella que Sabrina enfatizó que por ningún motivo debía entrar.

Recordó el momento en el que aquella imponente figura chocó sus ojos con los suyos, y ahí estaba él, rodeado de un ambiente que hablaba de secretos y poder. El momento duró a penas un segundo como para que la ojiazul se cuestionara si de verdad había ocurrido.

Ahora, verlo aquí, observándola como si la conociera más de lo que debería, hacía que su corazón latiera con fuerza, aunque no sabía si era por emoción o por miedo. Cuando termina la música, su respiración agitada y la fina capa de sudor que cubre su piel no son impedimento para que baje del escenario con pasos decididos.

Cambia su llamativo vestuario por el uniforme de bartender y se esconde entre la multitud que empieza a moverse hacia la barra y las mesas, rostro brillando bajo las luces tenues del bar.

Él se detiene de inmediato frente a la barra en la que ella ha empezado a trabajar, apoya los brazos despacio, su rostro serio mostrando una ligera sorpresa, o tal vez algo más calculado.

Él no ordena de inmediato. Su mirada recorre su rostro con cuidado, como si tratara de confirmar algo. Finalmente, una sonrisa apenas perceptible curva sus labios, cargada de misterio.

—Un vodka, por favor.

La petición la toma desprevenida, y su mente vuelve a aquella habitación prohibida. Las preguntas se acumulan en su garganta, pero antes de que pueda formular alguna, él da un paso hacia atrás, haciendo un gesto hacia un grupo de hombres que rápidamente se abren paso hasta llegar a su lado.

—¿Algo más? —susurra, entregando el vaso con el licor y un cubo de hielo.

El pelinegro sonríe.

Ella traga saliva, sin saber si está frente a una amenaza o algo mucho más complicado.

🖤

ALL NIGHT - Spreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora