Capítulo dieciseis; hora de cazar

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Maratón 4/4

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El dolor fue lo primero que sintió.

Su cabeza latía con cada movimiento del auto en el que la llevaban, y el ardor en su mejilla le recordaba el golpe que la había derribado.

«¿Dónde estoy?»

La pregunta hizo eco en su cabeza.

Intentó moverse, pero sus muñecas estaban atadas detrás de su espalda. Su respiración se aceleró cuando intentó recordar lo último que pasó.

Había salido del Beso Escarlata con el pecho oprimido por una sensación de angustia. Desde hacía días, su instinto le decía que algo andaba mal, que la presencia que la acechaba se estaba volviendo más audaz.

Pensó en llamar a Iván.

Su orgullo le dijo que no lo hiciera.

Pero a mitad del camino, cuando el peso en su pecho se volvió insoportable, sacó el teléfono y marcó su número.

—Iván… —su voz salió temblorosa.

Y antes de que pudiera decir más, un golpe la lanzó al suelo.

El celular se le resbaló de los dedos cuando sintió un dolor agudo en el costado.

Quiso gritar, pero una mano áspera cubrió su boca.

—Quédate quieta.

Un escalofrío recorrió su columna al escuchar la voz grave de su captor.

Luchó. Pateó. Arañó.

Pero el hombre era más fuerte.

Sintió un pinchazo en el cuello y una oleada de mareo nubló su visión antes de que todo se volviera oscuro.

Ahora, de vuelta a la realidad, con sus muñecas atadas y un sabor metálico en la boca, la desesperación amenazaba con consumirla.

«No. No voy a entrar en pánico.»

Respiró hondo, obligándose a pensar.

El auto seguía en movimiento. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Minutos? ¿Horas?

Intentó mover los dedos lentamente, tanteando las ataduras. Cuerda gruesa, apretada, pero no imposible de soltar.

Una voz masculina rompió el silencio.

—¿Crees que Iván vendrá por ella?

—Por supuesto —respondió otra voz—. La pregunta es cuánto está dispuesto a dar por recuperarla.

El corazón de Naira se detuvo un segundo.

Esto es por Iván.

La certeza la golpeó con fuerza.

Soy su punto débil.

Y eso la aterraba más que cualquier otra cosa.

En el otro lado de la ciudad.

En el sótano donde Juan acostumbraba a recibir a sus hombres, estaba sumido en sombras. Una sola lámpara colgaba del techo, proyectando una luz amarillenta sobre la mesa de madera donde descansaban varias carpetas con documentos. Fotografías, nombres, información detallada de cada uno de los movimientos de Iván y, lo más importante, de Naira.

Iván había sido un problema por mucho tiempo. Pero ahora, gracias a la debilidad que habían descubierto, su caída era solo cuestión de tiempo.

Spreen estaba de pie frente a Juan, sus ojos encendidos por una furia apenas contenida.

Déjala fuera de esto.

Juan, con una sonrisa burlona, tamborileó los dedos sobre la mesa.

—¿Desde cuándo te preocupas por una mujer, Iván?

Spreen apretó los puños.

—No te lo voy a repetir.

Juan se recostó en su silla, su expresión más relajada de lo que debía estar.

—Ya es tarde.

La frase cayó entre ellos como un balde de agua helada.

Iván sintió un mal presentimiento, un nudo en el pecho que se apretó aún más cuando su celular comenzó a vibrar en su bolsillo.

Lo sacó con rapidez. Nana.

Su dedo apenas deslizó la pantalla cuando escuchó su voz.

—Iván… —su susurro tembloroso lo congeló.

Y luego, un golpe.

Un jadeo ahogado.

Un ruido sordo al otro lado de la línea.

—Naira. —Su voz fue un gruñido de advertencia.

La llamada no se cortó de inmediato. Escuchó un movimiento, un roce de tela, y después, el sonido de la respiración pesada de un hombre.

—Si quieres volver a verla con vida —dijo la voz desconocida—, quédate quieto.

El teléfono se apagó.

El silencio fue insoportable.

Iván tardó exactamente un segundo en reaccionar.

Con una furia incontrolable, sacó su arma y la apuntó directamente a la cabeza de Juan.

¡Dime dónde está! —exigió.

Juan no perdió la sonrisa. Ni siquiera se inmutó.

—Si me matas, nadie sabrá dónde la tienen.

El cañón de la pistola se hundió contra su frente.

—No juegues conmigo.

—Escucha, Iván… Si no me comunico en cinco minutos, estará muerta.

La frase fue un golpe directo a su autocontrol.

Cada músculo de su cuerpo gritaba por apretar el gatillo, por hacer que Juan pagara por cada maldito segundo que Naira estuviera en peligro.

Pero… no podía arriesgarse.

Unos segundos después, dos hombres lo agarraron por los brazos y lo sacaron a la fuerza del sótano. Juan le dedicó una última mirada, con esa sonrisa de serpiente aún en su rostro.

Cuando la puerta se cerró tras él, la rabia lo cegó.

Golpeó la pared con el puño, maldiciendo en voz baja.

Iba a recuperarla.

No importaba cómo.

El Beso Carmesí no era solo un club. Era un refugio, un centro de operaciones encubierto para los hombres de Iván.

Esa noche, la atmósfera estaba cargada. Las luces rojas del lugar parecían más intensas, reflejando la tensión en cada rostro.

Iván entró con pasos firmes, su expresión sombría.

Los hombres que estaban allí se pusieron de pie al verlo.

—Reúnan a todos. —Su voz era un filo de acero—. ¡Ahora!

No hubo preguntas. No hubo dudas.

El mensaje era claro: era hora de cazar.

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gracias x el cariño y apoyo a esta maratón y la historia en general, recuerden q estoy intentando hacer tiktoks @luliluxury_

hasta mañanaaaa<3

ALL NIGHT - Spreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora