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La mansión estaba en completo silencio. A pesar de su imponente tamaño, en ese momento le resultaba sofocante, como si las paredes se cerraran sobre ella. Naira caminaba de un lado a otro en la habitación, incapaz de quedarse quieta. Sus manos temblaban ligeramente, aunque intentaba convencerse de que solo era el frío de la madrugada.
Iván la había dejado allí.
—Espérame —le había dicho antes de marcharse. Su voz había sido firme, pero sus ojos hablaban de otra cosa. Sabía que él no quería dejarla sola, pero también entendía que no podía llevarla con él.
—No quiero que salgas de aquí por nada del mundo —había insistido, sosteniéndola por la cintura con fuerza—. Promételo, Nana.
Ella había fruncido los labios, odiando la sensación de impotencia. —No me gusta quedarme sin hacer nada mientras tú arriesgas la vida.
Iván apoyó su frente contra la de ella, sus dedos acariciando su mejilla. —Lo hago para que no tengas que ensuciarte las manos. No quiero que veas lo que voy a hacer esta noche. No quiero que tengas que cargar con esto.
—Pero tú sí.
—Yo ya estoy roto, amor. No quiero que tú lo estés.
La había besado entonces, con una intensidad que solo alguien que podría no volver besa. Luego se fue, dejando su aroma impregnado en la habitación y a ella con un nudo en el estómago.
Ahora estaba sola, rodeada de lujos que no significaban nada sin él. Se abrazó a sí misma, tratando de ignorar la ansiedad que la carcomía.
Se dejó caer sobre la cama con la mirada fija en el techo, sintiendo cómo la angustia crecía en su pecho como una sombra oscura. No importaba cuánto intentara distraerse, su mente solo volvía a una pregunta: ¿Y si no regresa?
Sacudió la cabeza, negándose a pensar en esa posibilidad. Iván era fuerte, calculador, imparable. No podía perder. Pero entonces, ¿por qué su corazón latía con tanta desesperación?
Se levantó de golpe y caminó hasta la ventana, apartando las gruesas cortinas con un movimiento brusco. Afuera, la noche era un manto negro sin estrellas, tan silenciosa que resultaba inquietante. Como si el mundo estuviera conteniendo el aliento, esperando el desenlace de una guerra inevitable.
Miró su teléfono, sus dedos temblando sobre la pantalla. Había abierto el chat con Iván al menos diez veces en los últimos minutos, pero no se atrevía a escribirle. No lo distraigas, se recordó. Confía en él.
Pero confiar no era fácil cuando todo dentro de ella gritaba que algo podía salir mal.
Sus ojos recorrieron la habitación, buscando algo en qué concentrarse. Era una de las habitaciones más lujosas de la mansión, con cortinas de terciopelo, muebles de caoba y una alfombra tan suave que parecía tragarse sus pasos. Pero a pesar de toda esa opulencia, se sentía atrapada.
Finalmente, sin saber qué más hacer, se dirigió al vestidor y sacó una de las camisas de Iván. Se la puso sobre su ropa, sintiendo su aroma rodearla como un escudo. Se abrazó a sí misma y cerró los ojos, tratando de encontrar calma en el recuerdo de sus brazos rodeándola, en la calidez de su voz susurrándole promesas.
Pero la calma nunca llegó.
Mientras tanto, en el Beso Carmesí, la atmósfera era completamente diferente. No había murmullos, no había música de fondo, solo la presencia pesada de la anticipación.
Los hombres de Iván se encontraban revisando sus armas, organizando la estrategia una última vez. Las luces bajas proyectaban sombras en las paredes, dándole al lugar una sensación de clandestinidad. Iván estaba sentado en el sillón principal, con los codos apoyados en sus rodillas, escuchando con atención cada detalle del plan.
—Tenemos todo listo —informó uno de sus hombres—. La emboscada se llevará a cabo en la bodega abandonada del puerto. Los Aniquiladores creen que es un intercambio común, no sospechan nada.
Iván asintió lentamente, su mandíbula apretada. —Nos aseguraremos de que esa sea su última maldita reunión.
Rodrigo, que estaba a su derecha, cruzó los brazos. —¿Estás seguro de que quieres hacerlo esta noche? Sabes que no hay vuelta atrás después de esto.
Iván lo miró con frialdad. —Hace mucho que no hay vuelta atrás.
Su decisión estaba tomada. Había soportado demasiadas traiciones, había visto a demasiados caer por culpa de esos bastardos. Hoy todo terminaría.
Sacó su teléfono del bolsillo y abrió la conversación con Naira.
>>Espérame despierta, amor. Esto no tomará mucho tiempo.
Lo envió y guardó el celular sin esperar respuesta. No podía pensar en ella ahora, o el deseo de regresar y olvidarse de todo sería demasiado grande.
Se puso de pie y miró a sus hombres.
—Es hora.
Y con esas palabras, la guerra comenzó.
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ALL NIGHT - Spreen
FanfictionAN | Naira es una estudiante universitaria de clase baja, cada día se sobre esfuerza a sí misma para ayudar a su familia, pues su madre falleció y su padre está enfermo con mil deudas asomando por la ventana. Se ve en aprietos cuando la presionan pa...