Capítulo veintiuno; tuya

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Maratón 1/2

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La tenue luz del Beso Carmesí iluminaba el lugar con una suavidad que contrastaba con la brutalidad de lo que acababan de vivir. Naira, sentada en una silla frente al escritorio de la oficina prohibida, no podía evitar sentir una extraña mezcla de agotamiento y alivio al saber que, por fin, estaban a salvo.

El sonido lejano de la música y las risas de los clientes en el club parecía pertenecer a otro mundo, uno que ya no formaba parte de su realidad inmediata. En su mente, todo el caos de la noche quedaba bloqueado, como si lo que había sucedido ya fuera parte de un pasado distante.

Iván, de pie frente a ella, limpiaba con delicadeza las heridas en sus brazos.

Su mirada estaba concentrada, casi absorta, mientras pasaba el algodón empapado con antiséptico sobre la piel de Naira. El silencio entre ellos era denso, pero no incómodo.

Había una cercanía palpable, una conexión que se había fortalecido a lo largo de las horas, a pesar del miedo, la incertidumbre y el dolor que los habían envuelto. Cada movimiento de Iván era cuidadoso, como si se temiera dañar lo más frágil que tenía en sus manos, como si fuera la cosa más preciosa en su vida.

Naira, en cambio, estaba sumida en sus pensamientos. Cerró los ojos por un momento, permitiéndose ser envuelta por el calor del lugar y el confort de la cercanía de Iván.

Aunque su cuerpo estuviera agotado, su mente seguía alerta, recorriendo los momentos de terror vividos, las sombras de aquellos hombres, las imágenes de los secuestradores. Había algo en su pecho, un peso insoportable que la mantenía inquieta.

Aunque sabía que estaban a salvo, no podía deshacerse de la sensación de vulnerabilidad que la había marcado.

Lo último que recordaba antes de perder la conciencia era haber sentido los brazos de Iván rodeándola, llevándola fuera del peligro. Esa sensación, ese abrazo protector, seguía vivo en su cuerpo como una presencia tangible.

Iván levantó la vista, un destello de preocupación en sus ojos al notar su inquietud. Con la misma suavidad, terminó de limpiar las heridas, pero no dejó de mirarla.

—¿Cómo te sientes? —preguntó, su voz baja, llena de esa preocupación que no lograba ocultar.

Naira no sabía cómo responder. Estaba tan perdida en sus pensamientos que las palabras se le escapaban. Se quedó callada, incapaz de encontrar una respuesta que fuera sincera.

No quería ser vulnerable, no quería mostrar debilidad después de todo lo que había pasado, pero lo cierto es que la noche la había dejado marcada, y las heridas no solo eran físicas.

—Estoy bien —respondió finalmente, y aunque su voz se mantuvo tranquila, la verdad era otra. No estaba bien, no lo estaba.

Iván la observó un momento más, estudiándola con atención, como si intentara leer lo que no se decía en palabras. Finalmente, continuó con su tarea, terminando de vendarle las heridas.

Sin embargo, Naira podía sentir cómo algo en el aire se tensaba entre ellos, una distancia emocional que ni la cercanía de Iván podía disolver por completo.

A pesar de la suavidad de su toque, de la atención con la que la cuidaba, Naira no podía evitar sentirse incompleta. En su pecho, algo seguía resonando, una sensación de inseguridad que no podía evitar.

Iván se detuvo un momento y, sin perder la concentración, la miró de nuevo.

—Nana... ¿estás segura de que estás bien? —insistió, esta vez con una preocupación que la hizo sentir que todo lo que había guardado para sí misma iba a estallar.

Naira levantó la vista, encontrando en los ojos de Iván una genuina preocupación.

Sus manos, que aún sostenían el vendaje, temblaban ligeramente, y fue en ese instante cuando Naira se dio cuenta de lo mucho que él también había sufrido durante todo esto, lo mucho que se había preocupado por ella.

Sin pensarlo más, se inclinó hacia adelante, sus dedos rozaron la muñeca de Iván, buscando algo en su rostro, una respuesta, una forma de aliviar la angustia que sentía en su pecho.

—Iván... no sé qué hacer con todo esto —dijo, con voz temblorosa. Las palabras salieron de su boca, cargadas de una vulnerabilidad que nunca pensó que mostraría. El miedo, la angustia, el dolor, todo se mezclaba en ella, y, al ver la mirada fija de Iván, entendió que él no esperaba respuestas rápidas. Sabía que lo único que podía ofrecerle era su presencia, su apoyo.

Iván se detuvo, dejó el vendaje a un lado y, con un suspiro profundo, la miró fijamente.

No tienes que hacer nada. Solo estar aquí, conmigo y estarás a salvo. —su voz era calmada, firme, y Naira sintió un extraño alivio al escuchar esas palabras. A veces, la vida no requería soluciones rápidas, solo el espacio para sanar, para dejar que el tiempo hiciera lo suyo.

La respuesta de Iván le dio un consuelo extraño, y por un momento, Naira dejó de luchar contra sus propios pensamientos.

Estaba a salvo, él la había salvado, y ahora, solo necesitaba respirar, dejarse cuidar. Pero la cercanía, el roce de su piel, hizo que la tensión que se había acumulado durante toda la noche se volviera aún más palpable.

Iván terminó de vendarla, pero no se apartó de ella. La tensión entre ellos creció con cada segundo que pasaba, como si ambos estuvieran suspendidos en una burbuja, esperando a ver quién daría el siguiente paso.

Naira, incapaz de soportar más el silencio, inclinó la cabeza, sus ojos se clavaron en los de Iván.

—Iván... —su voz quebró un poco, y por primera vez, Naira permitió que la incertidumbre fuera evidente.

Iván la observó, y un leve destello de comprensión cruzó su rostro. Sin pensarlo, la atrajo hacia él, envolviéndola en sus brazos. Fue un gesto suave, lleno de ternura y protección, y Naira, finalmente, permitió que todo lo que había guardado dentro se desmoronara.

Los dos permanecieron así por un largo rato, el mundo exterior parecía haberse desvanecido. No había más miedo, no había más angustia, solo la promesa de que, por ahora, todo estaba bien. La calidez de Iván la envolvía, y Naira permitió que sus miedos se desvanecieran en su abrazo.

Finalmente, cuando se separaron un poco, Naira se miró en sus ojos, buscando la certeza que necesitaba. Sin pensarlo más, inclinó su rostro hacia el suyo, y sin palabras, lo besó.

Fue un beso cargado de todo lo no dicho, de todas las emociones guardadas, de todo lo que ambos habían sufrido y enfrentado juntos. Naira, sin miedo, sin dudas, se entregó a él.

El futuro seguía incierto, pero en ese instante, lo único que importaba era estar juntos, que Iván estuviera allí, a su lado.

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ALL NIGHT - Spreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora