Capítulo veintitrés; nuevo despertar

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Naira despertó despacio, sus ojos parpadeando a medida que la luz suave de la mañana entraba a través de las cortinas, dibujando sombras suaves sobre la habitación. Un ligero mareo la envolvió al levantarse, y se dio cuenta de inmediato de que no reconocía el lugar en el que se encontraba.

La decoración elegante de la habitación, las paredes de tonos cálidos, los muebles lujosos... no había nada familiar en ese entorno. El colchón donde descansaba era tan suave que casi podía sumergirse en él, y el aire tenía un aroma distinto, ligeramente a lavanda.

Se levantó con cuidado, observando la habitación con curiosidad. ¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado allí? Recordaba la noche anterior, las horas de calma, de estar cerca de Iván, pero el contexto era difuso, y el hecho de estar en una mansión desconocida la sorprendía aún más. A lo lejos, oyó el sonido de pasos acercándose, y en un parpadeo, la puerta se abrió.

Ahí estaba Iván, con una bandeja en las manos que parecía más un festín para cinco personas que un simple desayuno. El aroma de los alimentos llenó la habitación: huevos revueltos, pan recién horneado, frutas frescas, jugos y café. Iván sonrió y la repasó atrevidamente al verla vestida sólo con su camisa, sus ojos brillando con una mezcla de ternura y algo más, como si estuviera en su propio mundo mientras la observaba.

—Buenos días, Nana. —dijo con voz suave, y sonrió un poco al verla ahí, tan hermosa y algo confundida.

Naira lo miró, luego observó la bandeja llena de comida, y no pudo evitar reír con diversión.

—¿Qué es todo esto? ¿Una fiesta de desayuno? —bromeó, levantando una ceja mientras sus ojos se iluminaban con la chispa de la diversión.

Iván la miró confundido un momento, sin entender la burla, pero pronto se dio cuenta de lo que había dicho, su rostro se tiñó suavemente. Le dio una mirada, avergonzado por el comentario, mientras intentaba encontrar palabras para defender su acción.

—Es solo... que pensé que te gustaría tener algo de todo esto. No sabía qué querías... y bueno, no podía arriesgarme a que te quedaras con hambre. —dijo, intentando dar una justificación, pero el nerviosismo lo delató.

Naira no pudo evitar reír más fuerte al verlo tan incómodo, y aunque le parecía adorable, también se sintió un poco culpable por hacerle pasar ese momento incómodo. Decidió, entonces, aprovechar su timidez para salirse con la suya.

Con una sonrisa traviesa, se levantó de la cama y caminó hacia él, acercándose con pasos lentos, observando cómo Iván intentaba mostrarse seguro. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, se detuvo frente a él, y antes de que pudiera decir algo más, lo rodeó con sus brazos y lo besó suavemente.

Iván se quedó en shock por un segundo, los ojos abiertos, sin esperar ese gesto, pero luego, sin poder evitarlo, cerró los ojos, correspondiendo al beso con una calidez que le hizo sentir que todo lo demás desaparecía. Solo estaban ellos dos en ese momento, el mundo exterior quedaba fuera de la ecuación.

Cuando se separaron, Iván, no pudo evitar sonreír de una forma juguetona.

—Buenos días —dijo en un susurro, la suavidad de su voz delatando tanto su sorpresa como su felicidad.

Naira lo miró fijamente, sabiendo que había logrado lo que quería, pero también sintiendo que, a pesar de las bromas y los momentos ligeros, había algo más profundo entre ellos. Había algo en ese beso que era más que solo deseo. Era confianza, un entendimiento mutuo, un pacto no verbal de que, sin importar lo que ocurriera, se tendrían el uno al otro.

—Me gusta verte así, Iván. —respondió con una sonrisa pícaramente sincera.

Iván, más sonriente que nunca, colocó la bandeja sobre la mesa de la habitación, un poco más tranquilo por el beso y el modo en que Naira lo había relajado.

—¿Sabes? —dijo, recobrando un poco su compostura. —Con todo lo que pasó, me alegra ver que sigues teniendo esa chispa. Yo... —se detuvo un momento, pensativo—. Quiero que todo esto funcione. Quiero que estemos bien, a salvo, y que no tengas que preocuparte de nada más.

Naira asintió, mirando fijamente a Iván, dándose cuenta de cuán profundamente él sentía lo que acababan de compartir, y de lo importante que era para él que todo estuviera bien entre ellos.

—Yo también lo quiero, Iván. —dijo finalmente, su voz suave pero llena de certeza.

Iván le sonrió, y por un momento, todo el caos, el miedo y la incertidumbre parecieron desvanecerse, reemplazados por algo más fuerte: una promesa tácita de que, pase lo que pase, se enfrentarían a todo juntos.

Naira observó a Iván mientras él comenzaba a organizar la bandeja sobre la mesa, su rostro iluminado por una sonrisa que contrastaba con la seriedad que siempre solía mostrar. A pesar de las circunstancias, de lo que habían vivido juntos, había algo reconfortante en el hecho de ver a Iván tan... humano, tan cercano. En ese momento, la idea de que él pudiera ser vulnerable ante ella le dio una sensación de seguridad que no había sentido en mucho tiempo.

Cuando se sentó frente a él, comenzó a comer algo, pero la conversación seguía flotando en el aire entre ellos. Sabía que Iván estaba esperando algo más, una confirmación, una palabra que le diera paz. Naira también sentía esa necesidad de decir algo, algo que disipara las dudas que aún quedaban entre ellos, aunque no fueran tantas como antes.

—¿Iván, alguna vez pensaste que acabaríamos aquí? —preguntó Naira, con un tono más tranquilo, mientras pasaba el tenedor por los huevos revueltos, observando cómo su mente vagaba entre la pregunta y las respuestas posibles.

Iván la miró un momento, pensativo. No parecía molesto, pero había algo de incertidumbre en sus ojos. Finalmente, dejó caer su tenedor sobre la bandeja y se inclinó hacia adelante, cruzando las manos.

—No, en realidad no. —respondió sinceramente—. Nunca imaginé que todo esto sería así. Pensé que podría protegerte, que podríamos evitarlo. Pero no me arrepiento. No de haber estado contigo en todo esto.

Naira sonrió levemente, agradecida por sus palabras. No era fácil para él admitir que no tenía todas las respuestas, pero la honestidad que ofreció en ese momento la hizo sentir más conectada con él. La vida no siempre era perfecta, y, a veces, la incertidumbre era inevitable. Pero ella sabía que Iván haría todo lo posible para cuidarla, y eso era todo lo que realmente necesitaba.

—Lo sé. Y te agradezco. Más de lo que imaginas. —dijo Naira, su tono suave pero lleno de un cariño que se había ido tejiendo poco a poco.

Iván, después de un largo silencio, se acercó un poco más, casi como si buscara una respuesta sin palabras. La miró directamente a los ojos y, con una seriedad que contrastaba con el ambiente relajado, dijo:

Te prometo que jamás dejaré que te hagan daño. No lo permitiré. Y, aunque todo esto es incierto, estoy dispuesto a enfrentar lo que venga. Por ti.

Naira no pudo evitar sentir un nudo en el pecho. Había algo en esas palabras que la tocaba profundamente, algo que iba más allá del deseo o del miedo. Era el compromiso de alguien dispuesto a luchar, a darlo todo por ella, aunque el camino fuera incierto.

—Lo sé. —respondió ella, con la misma determinación en la mirada. —Y también estoy lista para enfrentar lo que venga. Juntos.

En ese momento, el ruido del mundo exterior, el ajetreo, las preocupaciones y las dudas, parecieron desvanecerse. Sólo quedaba la promesa entre ellos, una promesa que, aunque aún joven, se sentía más fuerte que nunca. Y aunque el futuro fuera desconocido, al menos sabían que, juntos, podrían enfrentarlo.

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ALL NIGHT - Spreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora