Capítulo treinta; post-guerra

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Maratón 2/2

🖤

La mansión seguía sumida en el más absoluto silencio. Solo el sonido del reloj en la pared marcaba el paso del tiempo, cada tic-tac golpeando con fuerza en la mente de Naira.

3:07 a. m.

El aire se sentía pesado, como si el mismo espacio estuviera conteniendo la respiración junto con ella. Se removió en la cama por enésima vez, pero dormir era imposible. La incertidumbre la consumía, su pecho subía y bajaba con agitación, y sus manos frías se aferraban a las sábanas en un intento desesperado de calmarse.

Iván aún no volvía.

Cada minuto sin noticias era un puñal clavándose más hondo. ¿Y si algo había salido mal? ¿Y si no lo volvía a ver?

Sacudió la cabeza, rechazando la idea. No. Iván era fuerte, era letal. Pero también era humano. Y ella no podía dejar de pensar en todas las posibilidades, en todas las formas en que la noche podría haber terminado en tragedia.

Se levantó, incapaz de quedarse quieta, y comenzó a caminar de un lado a otro por la habitación. Su respiración era rápida, su pecho dolía, y un leve temblor recorría sus extremidades.

Y entonces, lo escuchó.

Unos pasos pesados resonaron en el pasillo. Su cuerpo reaccionó antes que su mente, el instinto gritándole que corriera, que se escondiera. Contuvo el aliento, su pulso acelerado golpeándole los oídos.

Pero su corazón, su alma, reconocieron la presencia al otro lado de la puerta.

Iván.

Corrió hacia la entrada justo cuando la perilla giraba. La puerta se abrió y ahí estaba él.

Su ropa estaba manchada de sangre, algunas de sus heridas aún sangraban, y su expresión mostraba puro agotamiento. Pero estaba de pie. Vivo.

Los ojos de Naira se llenaron de lágrimas al instante. Un sollozo escapó de sus labios antes de que pudiera contenerlo, y sin pensarlo, se lanzó a sus brazos.

—¡Iván!

Él la atrapó contra su pecho con fuerza, envolviéndola en un abrazo que lo decía todo.

—Ya está, Nana —susurró contra su cabello—. Todo terminó.

Ella se aferró a su camisa con desesperación, sintiendo su calor, su respiración.

—Ganamos —continuó él—. Ya estás a salvo.

Naira sollozó de nuevo, pero esta vez de alivio. Porque por fin, después de tanta oscuridad, estaban juntos. Y vivos.

Naira se aferró a Iván como si temiera que fuera a desaparecer en cualquier momento. Su pecho subía y bajaba con respiraciones temblorosas, su mente aún tratando de procesar que él estaba ahí, de pie, hablándole con voz ronca pero firme.

—Dijiste que no saliera —murmuró contra su pecho, su voz ahogada por la emoción—. Pero tú tampoco deberías haberte ido.

Iván exhaló con cansancio, sus manos acariciando su espalda en un intento de calmarla.

—Tenía que hacerlo. No podía permitir que siguieran respirando el mismo aire que tú.

Naira separó el rostro de su pecho y alzó la mirada. Sus ojos brillaban con lágrimas, pero también con algo más.

—¿Estás herido? —preguntó, sin apartar sus manos de él, recorriéndolo en busca de daños más graves.

Iván soltó una risa suave, como si aún no pudiera creer que estaba allí con ella.

ALL NIGHT - Spreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora