Capítulo siete; lirios

185 20 3
                                    

🖤

Naira se quedó en silencio. La pregunta de Spreen flotaba entre ellos, demasiado directa, demasiado certera.

Podría haber respondido con un simple "no". Podría haber desviado la conversación, fingir que no significaba nada. Pero no lo hizo.

Porque la verdad era que, cuando él la llamó Nana, algo dentro de ella se quebró.

No como una herida.

Como un recuerdo.

Uno demasiado íntimo para que lo poseyera alguien como él.

Respiró hondo y se obligó a mantenerse firme, a no ceder a la intensidad de su mirada.

—¿Por qué quieres saberlo? —preguntó en un tono calculado.

Spreen esbozó una sonrisa, esa maldita sonrisa que parecía guardar demasiados secretos.

Porque quiero conocerte, Nana. A la verdadera.

Su pecho se tensó.

—La verdadera Naira no existe aquí.

—Pero sí existe en alguna parte —replicó él—. Y me gusta conocer lo que me interesa.

Ella apretó los labios.

—Tú no me conoces.

—Aún no.

El silencio se volvió denso. Una batalla sin palabras en la que ninguno de los dos quería ceder.

Naira bajó la mirada por un instante, tratando de procesar la situación. Sentía que estaba perdiendo el control, que el equilibrio de poder estaba inclinándose peligrosamente a su favor.

El aire entre ellos se espesó.

Naira sintió cómo su propia respiración se volvía más pesada cuando Iván, con un movimiento lento pero seguro, se puso de pie. Su sombra la cubrió casi por completo. Era alto, más de lo que había notado antes, y ahora, sin la distancia del sofá entre ellos, la diferencia de altura se volvió evidente.

Pero no se movió.

No retrocedió.

Él la observaba con esa intensidad peligrosa, con los ojos oscuros clavados en los suyos, como si esperara algo. Como si estuviera midiendo su reacción, probando los límites de su resistencia.

Naira no bajó la mirada. No lo haría.

Si esperaba intimidarla, tendría que intentarlo mejor.

Un destello de algo parecido a diversión cruzó el rostro de Iván. O tal vez era satisfacción. La cercanía entre ellos era absurda, apenas un par de centímetros separaban sus cuerpos. Él olía a cuero, a perfume caro y a algo más oscuro que no podía identificar.

—¿Siempre eres así de desafiante? —murmuró, su voz baja, áspera.

Naira entrecerró los ojos, su propio orgullo impidiéndole retroceder.

—¿Siempre eres así de insistente?

El silencio que siguió fue más elocuente que cualquier respuesta.

Iván inclinó la cabeza, analizándola, y por un instante, Naira creyó que iba a hacer algo más. Que iba a tocarla, que iba a probar la línea invisible que habían creado entre ellos.

Que la iba a besar.

Pero no lo hizo.

En cambio, sonrió. Una sonrisa lenta, casi peligrosa.

ALL NIGHT - Spreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora