ALL NIGHT - Spreen

Capítulo cinco; beso carmesí

HOLA, doble actualización pq adelanté varios capítulos y quiero que se enganchen más con la historiaaa, hasta mañanaa<3

🖤

Las luces vibrantes del Beso escarlata parpadeaban con fuerza sobre la tarima principal mientras Naira terminaba de ajustar su atuendo. La tela esmeralda brillaba bajo las luces del camerino, reflejando su propio reflejo en el espejo. Sus manos estaban frías, temblorosas, y su pecho subía y bajaba con una ansiedad que no lograba controlar.

Era su debut oficial como Esmeralda.

Las demás chicas ya le habían advertido lo que eso significaba: más atención, más dinero y, sobre todo, más miradas. Pero había una en particular que la inquietaba.

Spreen.

No lo había visto desde aquel baile privado. No había vuelto a buscarla ni a pedir por ella. Y aunque debería sentir alivio, lo único que sentía era inquietud.

La ausencia de un hombre como él solo significaba dos cosas: o se había aburrido o estaba esperando el momento adecuado para reaparecer.

—Respira, Nana —murmuró para sí misma, sin darse cuenta de que había dicho su viejo apodo en voz alta.

Se mordió el labio. Hacía tanto que no se llamaba así a sí misma que casi le pareció ajeno.

Ese nombre solo le pertenecía a su padre.

Sacudió la cabeza y trató de concentrarse. No importaba quién estuviera ahí. Esta noche era su debut, y no podía permitir que la sombra de Spreen la perturbara.

Mientras tanto en otro lugar de la ciudad…

El Beso Escarlata y el Beso Carmesí eran solo dos de los muchos bares que estaban bajo el control de Spreen, pero rara vez él se involucraba en la administración diaria. Sin embargo, esa noche estaba en su despacho privado, descansando luego de atender un problema con uno de sus trabajadores, cuando la puerta se abrió sin previo aviso.

—Señor, la información que pidió.

El pelinegro quitó de sus manos los guantes manchados de sangre y los tiró al tacho de basura. Desabotonó su camisa usualmente impecable, pero en ese momento manchada con el rojo líquido del trabajador que tantos problemas le causó.

Dándole la espalda al hombre en la puerta de su oficina, se quitó la camisa y también la tiró a la basura. Tomó una camiseta negra que usaba en situaciones como esa y se la colocó antes de voltearse y hacerle una seña al trabajador para que prosiguiera.

El hombre que entró dejó sobre su escritorio un expediente grueso, con varias fotografías sujetas por clips en la portada.

Spreen lo miró con el ceño fruncido antes de tomarlo con calma, sin apurarse.

Cuando abrió la carpeta y vio la primera imagen de Naira, su interés se intensificó.

Habían sido dos semanas de seguimiento.

Las primeras páginas contenían detalles básicos: edad, dirección, historial laboral. Pero luego, cuanto más avanzaba en la lectura, más personales se volvían los datos.