Maratón 1/2
🖤
La noche envolvía la ciudad en un manto de sombras mientras el Beso carmesí ardía con la tensión de lo inevitable. Iván se encontraba en el centro de la sala principal, rodeado por sus hombres, cada uno de ellos con el rostro endurecido por la determinación. No había vuelta atrás.
—Ya saben lo que tienen que hacer —dijo con voz firme, su mirada recorriendo a cada uno de ellos—. No vamos a dejar ni un solo bastardo en pie.
Los murmullos de aprobación llenaron la sala. Rodrigo, a su derecha, ajustó su chaqueta con una sonrisa sombría.
—Será un placer, jefe.
Iván asintió. Luego, sin más palabras, salió del Beso carmesí con su equipo. La guerra había comenzado.
Los Aniquiladores los esperaban.
El lugar del enfrentamiento era una bodega abandonada en la zona industrial. Oscura, con el eco del agua goteando desde tuberías oxidadas y el olor a pólvora impregnando el aire. Las luces parpadeaban, dando a la escena un aura de caos inminente.
Los hombres de Iván se esparcieron rápidamente, tomando posiciones estratégicas mientras el líder caminaba al frente, con el rostro impasible. En el otro extremo, los Aniquiladores los observaban, liderados por Juan, el hombre que había intentado destruirlo todo.
—Míralo nada más —se burló Juan, dando un paso adelante con un arma en la mano—. Iván, el gran jefe, viniendo a morir como un perro.
—No. Vine a acabar contigo —respondió Iván con una calma escalofriante.
La tensión explotó en un solo disparo.
Todo se convirtió en una sinfonía de caos. Disparos iluminaban la oscuridad, gritos resonaban entre las paredes de concreto, y el sonido del metal chocando contra el suelo se mezclaba con el estruendo de cuerpos cayendo. Iván se movía entre las balas como si estuviera hecho para la guerra. Su arma disparaba con precisión quirúrgica, derribando enemigos con una eficiencia brutal.
Rodrigo cubría su espalda, mientras los demás combatían con la misma rabia contenida que los había llevado hasta allí. Pero los Aniquiladores no eran presa fácil.
Uno de ellos se lanzó contra Iván, logrando hacerle un corte en el brazo con un cuchillo. La sangre caliente manchó su ropa, pero el dolor no lo detuvo. Con un rápido movimiento, atrapó la muñeca del atacante y lo giró sobre sí mismo, enterrando su propia arma en su pecho.
—Eres un maldito demonio —gruñó el hombre antes de desplomarse.
Iván no lo negó.
El sonido de un grito a su izquierda lo hizo girarse. Uno de sus hombres cayó, una bala alojada en su cabeza. La furia se encendió en su interior. Esto no podía seguir así.
—¡Rodri! —llamó, dándole una señal. Su segundo al mando asintió y, sin dudarlo, lanzó una granada de humo al centro de la bodega.
El lugar se llenó de una niebla espesa que cubrió la visión de todos. Los disparos se volvieron erráticos, los Aniquiladores cayeron en la confusión. Era su oportunidad.
Iván se movió como un espectro entre la neblina. Su respiración era controlada, sus pasos precisos. Mientras los Aniquiladores disparaban a ciegas, él avanzaba con letalidad. Un disparo, un cuerpo cayendo. Otro más. Y otro.
Rodrigo y los demás aprovechaban la ventaja, reduciendo a los enemigos con una precisión despiadada. El humo no tardaría en disiparse, y para cuando eso pasara, la batalla debía estar decidida.
En medio del caos, Juan intentaba reagrupar a sus hombres. Su silueta se recortaba contra la tenue luz de una lámpara parpadeante. Iván lo vio y no dudó. Se lanzó hacia él con una velocidad que el otro no esperaba.
Juan levantó su arma, pero Iván ya estaba sobre él. Un disparo resonó, pero la bala solo rozó su costado. Ignorando el ardor, lo golpeó en el rostro con el cañón de su pistola, desarmándolo. Juan tropezó hacia atrás, escupiendo sangre, pero no cayó.
—¿Eso es todo lo que tienes? —bufó, sonriendo con los dientes teñidos de rojo.
—Ni cerca —gruñó Iván antes de lanzarse sobre él.
El enfrentamiento cuerpo a cuerpo fue brutal. Juan era fuerte, pero Iván peleaba con una furia inhumana. Esquivó un puñetazo y respondió con un rodillazo en el estómago, haciéndolo inclinarse. Sin darle tregua, le sujetó la cabeza y lo estrelló contra una columna de concreto.
Juan cayó al suelo, aturdido, jadeando por aire.
—Siempre… habrá alguien más —dijo con una sonrisa temblorosa—. Siempre habrá otro cabrón queriendo tomar tu lugar.
Iván no contestó. Solo levantó su pistola y le apuntó a la frente.
—Quizás. Pero tú no vivirás para verlo.
El disparo retumbó en la bodega.
El cuerpo de Juan se desplomó sin resistencia.
El silencio que siguió fue ensordecedor. La batalla estaba decidida. Los últimos Aniquiladores intentaban huir, pero los hombres de Iván los derribaban sin piedad. Algunos se rendían, arrojando sus armas al suelo.
Rodri se acercó a su líder, limpiándose la sangre de la ceja partida.
—Ganamos.
Iván miró alrededor. Cuerpos esparcidos, el aire denso de pólvora y muerte. Muchos de los suyos también habían caído. La victoria sabía amarga.
—Vámonos —ordenó.
El humo comenzó a disiparse, revelando la escena de la masacre. Cuerpos de los Aniquiladores yacían por todas partes, mientras los pocos hombres de Iván que seguían en pie revisaban la zona.
Iván respiró hondo, sintiendo el peso de la sangre en sus manos. No importaba. Nada de esto importaba, porque la guerra había terminado.
Los sobrevivientes recogieron sus armas y abandonaron la bodega. Iván sentía el cuerpo adolorido, el pulso acelerado, pero nada de eso importaba.
Con paso firme, se alejó de la carnicería. Solo tenía un pensamiento en la cabeza. Había alguien esperándolo en casa.
Nana.
🖤
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ALL NIGHT - Spreen
FanfictionAN | Naira es una estudiante universitaria de clase baja, cada día se sobre esfuerza a sí misma para ayudar a su familia, pues su madre falleció y su padre está enfermo con mil deudas asomando por la ventana. Se ve en aprietos cuando la presionan pa...