Maratón 3/4
🖤
Al principio, Naira pensó que era su imaginación.
El Beso Escarlata era un lugar donde siempre había miradas siguiéndola. Algunas eran intensas, cargadas de deseo; otras eran pasajeras, efímeras. Con el tiempo, aprendió a ignorarlas, a dejar que resbalaran sobre su piel sin afectar su ritmo.
Pero esta sensación era distinta.
No era la misma tensión que la embargaba cuando Iván la miraba desde su mesa privada, con esos ojos oscuros que parecían despojarla de cualquier máscara. Él no la observaba como un depredador al acecho, ni siquiera cuando la seguía durante su camino de regreso a casa.
Pero quienquiera que la seguía sí.
La primera vez que sintió esos ojos sobre ella fue cuando salía del bar, pasada la medianoche. El callejón trasero estaba vacío, como siempre, pero algo en el aire estaba… mal. La piel de su nuca se erizó con un escalofrío involuntario.
Giró la cabeza lentamente, recorriendo la calle con la mirada. Nada.
Aceleró el paso.
No corrió. No quería que su miedo le diera más poder a quien la observaba desde la sombra.
Pero cuando llegó a su apartamento y cerró la puerta con llave, su respiración aún estaba agitada.
Desde entonces, la sensación se convirtió en un fantasma constante.
A veces, era un simple escalofrío recorriéndole la espalda mientras se cambiaba en el camerino del club. Otras, una presencia muda cuando caminaba de regreso a casa, su sombra proyectándose sobre el pavimento de una forma que no terminaba de encajar con la suya.
Nunca había visto a nadie.
Nunca había encontrado una prueba tangible.
Pero lo sabía.
No estaba sola.
Y lo peor de todo es que esa mirada la hacía sentirse… sucia.
Las miradas de los clientes del club, por más insistentes que fueran, no la hacían temblar. Ya estaba acostumbrada. Incluso la mirada de Iván, intensa y posesiva, no la hacía sentir como un objeto desprotegido.
Pero esto… esto era diferente.
Esto era peligroso.
Lo supo con certeza la noche anterior, cuando caminaba de vuelta a casa y un susurro de pasos resonó detrás de ella.
No fue el eco de los suyos.
No fue su imaginación.
Se detuvo en seco, el corazón latiendo con fuerza contra sus costillas.
El sonido desapareció.
Un segundo después, también la sensación de ser observada.
Como si quien fuera que la acechaba supiera que ella estaba consciente de su presencia y hubiera decidido retroceder.
Esa noche, al llegar a su apartamento, revisó dos veces las cerraduras y apenas pudo dormir.
Al día siguiente, al entrar al Beso Escarlata, supo que necesitaba respuestas.
Y solo una persona podía dárselas.
Naira sentía la mirada clavada en su espalda.
Había aprendido a reconocer cuando alguien la observaba con demasiado interés. Era parte del trabajo en el Beso Escarlata, un instinto que desarrolló con el tiempo para saber cuándo sonreír, cuándo alejarse y cuándo preocuparse.
Esta vez, ese instinto le gritaba que algo no estaba bien.
Apoyada contra la barra del club, giró la copa en sus manos sin realmente beber. La música estridente, las luces rojas y la risa de los clientes eran el ruido de fondo de cada noche, pero hoy parecían más lejanos.
Javier, el gerente, se acercó con su acostumbrada expresión seria.
—Te piden en un privado.
Ella ni siquiera tuvo que preguntar quién.
Iván.
El hombre llevaba días sin aparecer. Desde la última vez que bailaron juntos en aquel cuarto, donde la dejó con el eco de sus palabras “La única forma en la que mis labios toquen los tuyos es que aceptes ser mía”, ella había sentido su presencia como una sombra, incluso en su ausencia.
Tomó aire, se acomodó el vestido y caminó con paso seguro por el pasillo hasta el cuarto asignado.
Cuando abrió la puerta, lo encontró allí, sentado con la misma confianza de siempre.
Pero algo en él estaba diferente.
Sus ojos oscuros se levantaron hacia ella, evaluándola con una intensidad que la hizo detenerse por un instante.
—Pensé que no vendrías —dijo él, su voz grave, con un filo que antes no estaba allí.
Naira alzó una ceja, recuperando su compostura.
—Es mi trabajo.
Iván dejó la copa sobre la mesa con un sonido sordo y luego hizo un gesto con la mano.
—Ven.
Ella obedeció, pero se quedó a una distancia prudente.
—¿Algo te preocupa? —preguntó él, su tono más suave, pero aún peligroso.
Naira sintió un escalofrío en la espalda. No quería admitirlo, pero sí.
Desde hacía días, sentía que alguien la seguía. Nada evidente, nada directo, pero suficiente para que su piel se erizara cada vez que caminaba sola de regreso a casa.
Se cruzó de brazos.
—¿Por qué lo dices?
Iván inclinó la cabeza, observándola como si pudiera ver más allá de sus palabras.
—Porque te ves inquieta.
Naira desvió la mirada por un segundo, odiando que él pudiera leerla con tanta facilidad.
—No es nada.
Él no respondió de inmediato. En su lugar, se puso de pie, acercándose con pasos medidos.
Ella no se movió. No quería ceder terreno.
—No me mientas, Nana.
Su nombre en sus labios la desarmó por un instante.
Él lo sabía.
Sabía que algo pasaba.
—Alguien me está siguiendo —admitió, su voz apenas un susurro.
La mandíbula de Iván se tensó.
—¿Desde cuándo?
—Unos días. No estoy segura. Tal vez es paranoia.
Él negó con la cabeza.
—No lo es.
El peso de su respuesta hizo que su corazón latiera más rápido.
Iván extendió una mano y, con una lentitud calculada, le apartó un mechón de cabello del rostro.
—Voy a averiguar quién es.
Naira tragó en seco.
—Iván, no quiero problemas.
—Los problemas ya te encontraron —su voz era un eco oscuro en la habitación—. Y no voy a dejar que te toquen.
Ella lo miró, buscando algo en su expresión, algo que le dijera que aún tenía control sobre su vida.
Pero entonces recordó las palabras que él le había dicho aquella noche.
"La única forma en la que mis labios toquen los tuyos es que aceptes ser mía".
Y por primera vez… consideró la posibilidad de aceptar.
De ser suya.
🖤
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ALL NIGHT - Spreen
FanficAN | Naira es una estudiante universitaria de clase baja, cada día se sobre esfuerza a sí misma para ayudar a su familia, pues su madre falleció y su padre está enfermo con mil deudas asomando por la ventana. Se ve en aprietos cuando la presionan pa...