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Eileen entró al cuarto de Severus, con una bandeja de desayuno en las manos. Le había llevado algo de café y el pan fresco, pero Severus seguía sentado en su silla junto a la ventana, mirando hacia afuera con el ceño fruncido.

—Te traje algo de comer, aunque parece que ni eso te animará —dijo Eileen, dejando la bandeja sobre la mesa. Sus ojos recorrieron a su hermano con preocupación antes de soltar un suspiro—. Y, por cierto, estoy harta de las cartas de James Potter. El hombre está preocupado por ti, no deja de insistir que hablen para disculparse por el comportamiento del cretino de su hijo.

Severus tensó los hombros, pero no apartó la mirada de la ventana. Eileen se acercó más, con los brazos cruzados y una expresión de fastidio.

—Escúchame, Sev. Potter no tiene la culpa de ser el padre del imbécil de Harry —Murmuró Eileen, su tono más suave pero aún molesto—. Si no quieres seguir recibiendo sus cartas, solo díselo y dile que deje de molestarte.

Severus cerró los ojos un momento antes de hablar.—El señor Potter es un buen hombre, Eileen —respondió, aunque su voz era apenas un susurro—. Me ha apoyado más de lo que nadie podría imaginar. Lo que me dijo Harry... me afectó profundamente. Es solo que...

Eileen lo miró, esperando, mientras Severus abría los ojos y giraba lentamente la cabeza hacia ella.

—No sé qué hacer —admitió, su voz quebrándose por primera vez—. Ahora me siento más destrozado que antes. Las palabras de Harry... no puedo quitármelas de la cabeza.

Eileen frunció el ceño, pero se acercó más y con su mano apretó ligeramente el hombro de su hermano.—Si tanto te ha apoyado, entonces habla con él. No puedes seguir así, Sev. Quizá es hora de que le digas a Potter que agradeces su apoyo, su amistad... pero tal vez ambas familias ya deberían seguir por caminos diferentes. Después de todo, esto no puede continuar así, Sev.

Severus frunció el ceño, miró hacia abajo, pensando en las palabras de su hermana. Sabía que lo lógico sería seguir su consejo, pero algo dentro de él no podía aceptar cortar todo contacto con el señor Potter. A pesar de todo, El señor James había sido un buen amigo, y Severus no creía que mereciera ser ignorado por los errores de su hijo.

—No estoy seguro de que sea lo correcto —dijo finalmente—. El señor Potter ha sido más que un buen amigo para mí. Sé que no merece cargar con las consecuencias de los desastres de Harry. No quiero ignorarlo... no quiero que esto termine así.

Eileen arqueó una ceja, sorprendida por la franqueza de su hermano.—¿Así que quieres seguir hablando con él? —preguntó, intentando ocultar una sonrisa.

Severus asintió ligeramente.—Es lo que creo que debo hacer. A pesar de todo, es una buena persona... y me ha ayudado mucho.

Eileen lo observó con una sonrisa.—Bien, entonces haz lo que creas correcto. Pero por ahora, bebe el café —dijo, señalando la taza en la bandeja—. Te hará bien.

Severus negó con la cabeza, suspirando. No tenía ánimos, no tenía hambre, se sentía patético, sabía que no era su culpa dado que al final de cuentas Harry era quien le había fallado pero aun así, no podía evitar las lágrimas que se acumulaban en sus ojos al pensar en él—No tengo hambre.

—No importa —insistió Eileen, empujando ahora suavemente la taza hacia él—. Bébelo de todos modos. No has comido nada y no quiero que te desmayes de la nada. Ese imbécil no merece que te mates de hambre por él.

Los labios de Severus temblaron, tomó la taza y dio un pequeño sorbo. El sabor fuerte pero dulce del café lo hicieron suspirar. Estaba bueno, no era tan fan del café Pero este le recordó al que el señor Potter le había preparado aquella vez en la cabaña. Eileen lo observaba con una sonrisa divertida mientras él se inclinaba hacia atrás en la silla, sosteniendo la taza con ambas manos.

InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora