8.- Parte #1

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Cuando Eileen escuchó el teléfono sonar, lo primero que pensó fue que era su esposo. Tobías había tenido que irse a trabajar a otra ciudad por al menos una semana junto a sus compañeros, ya que la constructora así se lo había pedido. Por suerte, el teléfono no estaba tan lejos, así que se limpió rápidamente las manos, aún mojadas por estar lavando los platos, y contestó.

—Buenos días, ¿con quién hablo? —preguntó, aunque casi esperaba escuchar la voz de su marido al otro lado de la línea.

—Eh... ¿Eileen? Soy yo. Severus.

La voz de su hermano la sorprendió. Eileen podía contar con los dedos de una mano las veces que Severus le había llamado. Se atragantó con su propia saliva y sonrió.

—Sev, qué bueno escucharte. ¿Qué tal te ha ido? ¿Nervioso por tu boda? Solo falta una semana, ¿eh?

Escuchó a su hermano respirar con fuerza al otro lado de la línea. —¿Boda? No... ya no habrá boda.

Eileen frunció el ceño al escucharlo. —¿No? ¿Qué quieres decir? —preguntó, sin entenderlo.

—Yo... me gustaría contártelo de otra forma. ¿Puedes venir a Diagon? Te esperaré en El Caldero Chorreante.

A Eileen no le gustó el tono de voz de su hermano. —Estaré ahí en veinte minutos.

—Gracias —le escuchó susurrar antes de colgar.

La mujer de cabello negro se quedó allí de pie, con el teléfono aún colgado en su oreja. Sus labios temblaron, y varias ideas cruzaron su mente. Rápidamente decidió terminar lo que estaba haciendo, se cambió y salió a encontrarse con su hermano menor.

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Severus tomó asiento en una de las sillas alrededor de una pequeña mesa en El Caldero Chorreante. El pequeño negocio estaba medio lleno, pero lo suficientemente silencioso para disfrutarlo.

—¿Se va a quedar ahí de pie? —preguntó.

James sonrió con cierta burla y tomó asiento frente a él. —Pensé en dar una vuelta mientras hablabas con tu hermana —dijo—. No quiero ser un tercero en esta charla, y creo que cuando le cuentes todo, no estará muy contenta con mi presencia.

Severus suspiró. —Bueno, es un poco impulsiva, pero una vez que le explique, lo entenderá.

James lo dudaba. Recordaba bien a Eileen Prince de sus años en Hogwarts. Poco habían hablado, pero su imagen permanecía clara en su memoria. Aun así, el auror se encogió de hombros. —Aun así, me sentiré más cómodo si me retiro.

Severus asintió finalmente. —Está bien. Gracias por acompañarme.

El auror le devolvió la sonrisa. Uno de los meseros se acercó a ellos. —¿Van a ordenar algo? —preguntó.

—¿Severus? —preguntó James con curiosidad.

—Eh... ¿una cerveza de mantequilla? —Era un gusto bastante simple, quizás infantil, pero a Severus le gustaba mucho el sabor de esa bebida.

—Para mí, nada —indicó James al mesero.

El mesero tomó nota y se marchó. Poco después, la puerta del lugar se abrió y Eileen entró al pequeño negocio. Parecía algo agitada, pero recorrió el lugar con sus ojos oscuros hasta encontrarlos.

La mujer de piel pálida y cabello negro se acercó a ambos. Arqueó una ceja al ver al hombre de lentes, pero sin hacer preguntas, tomó asiento. —Severus, vine lo más rápido que pude. —Eileen estiró su brazo y sostuvo una de las manos de su hermano, que estaba apoyada sobre la mesa. —¿Me dirás qué pasó?

InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora